Ingredientes tan inofensivos y sanos como el yogurt, la jalea o las frutas de estación, pueden ser usados con tanta provocación que quiera morir por ellos. Ya no hablamos de ponerle sazón en la olla, sino sobre y con el cuerpo del invitado o invitada. No se conforme sólo con armar ambiente con la comida, intégrelos directamente a la acción.
Tome un yogurt del sabor que quiera y juegue sin límite, ábralo lentamente y busque celosamente donde quiere comérselo. Analice el lugar y ejecute. Desnúdelo(a), y por ejemplo espárzalo en su cuerpo, comience en su abdomen, avance y lama hasta el cuello o viceversa.
Sea creativo y elija el recipiente que mejor satisfaga su hambre o las propiedades del alimentos. Dele de comer en la boca, de a poco, en pequeñas cantidades. Que se muera por una cucharada de inocente yogurth.
Cambien de recipiente y de ingredientes cuantas veces les plazca o el hambre crezca demasiado: es el momento de usar todo lo que la naturaleza generosa nos da.
Es la hora de usar en una noble causa el modelo exportador de nuestro país y buscar las mejores frutas de la estación. Anda a la feria o al supermercado y mira las frutas y verduras con otros ojos. Busca color, sabores y formas en función con los gustos de ambos, pero ahora no para comerlos en la mesa , sino debajo de ella, en la alfombra o en la cama. Toma un racimo de uva y piensa en su dulzor, en la cara de tu pareja cuando ese gajo llegue a su boca después de rodar desde su pecho.
Busca un plátano y sé más sutil que obvia asociación de su forma y el pene, y busca en su sabor y textura el encanto de saborearlo cuando ambas lenguas se disputen un pedazo.
Puedes preparar una bandeja con las frutas y las salsas que quieras, quizá acompañada de dos copas de vino. Dense de comer como si llevaran semanas sin hacerlo, y si quieren, también olviden las copas y viertan el sagrado líquido en el cuerpo del otro. Usen las salsas solas o como complemento de las frutas. Pinta un vientre con crema, extiéndela lentamente y luego devórala o unta pezones con miel y succiónalos después.
Haz lo que se te ocurra con la fruta y el vino, pero juega, provoca, disfruta con cada gajo de naranja, con la jugosidad de la frutilla o la carga emocional de una manzana prohibida.
No dejes fuera los genitales en esta aventura frutal, cómelas despacio desde los lugares más íntimos y erógenos o rózalos en cada bocado. Quédate allí si quieres.