En días de nostalgia me viene a la memoria este poema y  también me rondan fantasmas del pasado.    Esos que, por no haber podido o querido entender,  lo místico, lo libertario, la imperfección, incluso divina,  prefirieron masticar ese fruto amargo llamado soledad.  Quisiera pensar que Dios estaba enfermo no sólo cuando nacimos, sino que cuando nos conocimos, y no como una muestra de irreverencia o ateísmo, sino como desenlace propio de nuestros errores.   Creo que siempre me dejé desde Diciembres a Eneros, desde canciones a retratos que ya estaban terminados, y que por circunstancias no he podido llevar conmigo.  Hoy  mastico la nostalgia, y admito el recuerdo del fantasma que permancerá siempre en mi.  Sin duda que César Vallejo es capaz de expresarlo cien mil veces mejor que yo.

ESPERGESIA

Yo nací un día
que Dios estuvo enfermo.

Todos saben que vivo,
que soy malo; y no saben
del diciembre de ese enero.
Pues yo nací un día
que Dios estuvo enfermo.

Hay un vacío
en mi aire metafísico
que nadie ha de palpar:
el claustro de un silencio
que habló a flor de fuego.

Yo nací un día
que Dios estuvo enfermo.

Hermano, escucha, escucha...
Bueno. Y que no me vaya
sin llevar diciembres,
sin dejar eneros.
Pues yo nací un día
que Dios estuvo enfermo.

Todos saben que vivo,
que mastico... y no saben
por qué en mi verso chirrían,
oscuro sinsabor de ferétro,
luyidos vientos
desenroscados de la Esfinge
preguntona del Desierto.

Todos saben... Y no saben
que la Luz es tísica,
y la Sombra gorda...
Y no saben que el misterio sintetiza...
que él es la joroba
musical y triste que a distancia denuncia
el paso meridiano de las lindes a las Lindes.

Yo nací un día
que Dios estuvo enfermo,
grave.