Es una preciosa mañana de primavera, escandalosa de pájaros y flores...La casa soleada y silenciosa me llena de paz cuando vuelvo de correr. Es una felicidad quitarse las zapatillas. Ahora un buen baño y a las tareas...Merde la perra ensució otra vez.
Qué remedio -piensa- y se va desnudando camino a la ducha...siente, huele ese perfume que sale de su piel mantecosa y transpirada, es una mezcla de perfume y olor personal, un olor de pan recién cocido que le sale de los senos blancos y pesados, de la cabeza donde los rizos cobrizos están empapados de sudor..
Ahssss qué delicia, no hay como un baño caliente. Se llena de jabón hasta que forma una crema y sigue bajo el agua, los ojos semicerrados de pestañas rojas y un estremecimiento placentero. Pero...le pica el antebrazo y nota...al rascarse con delicadeza, un bultito, turgente, inesperado, que sin fiebre ni rojeces está ahi.
MIentras se seca cuidadosamente y dedo a dedo, rasca de nuevo esa pequeña protuberancia hasta que un pelo -o eso cree- lacio húmedo y verde se desenrolla, y cuelga como una coma, como una mota insólita en ese brazo sin vellosidad alguna.
Urgente a la dermatóloga -pensó- mientras iba camino al dormitorio sin advertir unos zarcillos que le brotaban de las nalgas...
Silvia