Era una muchacha de barrio, ligera como pluma al viento, veterana de todas las piruetas y peripecias sexuales, quien casó con un suizo ignorante de su amplia experiencia planchando sábanas con la espalda, refocilándose con todos los tígueres de todos los barrios, veterana de todas las batallas.
Subieron al más pequeño de la barriada a la ventana, para que describiera la escena: “le quitó los brasieres” - dijo, “le quitó los panties” y ante la desnudez, el suizo emocionado dijo: “te voy hacer lo que nunca te han hecho”.
Y el pequeño desde su atalaya gritó: ¡la va a matar!