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Una de las tradiciones mexicanas más trascendentes en el mes de noviembre
es la celebración del día de los muertos por las etnias yaquis, mayo y el mestizo mexicano
expresando nuestro folklore nacional, velando en las tumbas de los cementerios,
para recordar a los difuntos con una formidable fiesta decorada con flores, velas y música.
Celebraciones iniciadas el 31 de octubre (aunque en algunos pueblos empiezan antes)
con la versión sonorense del “Halloween” norteamericano
importado a nuestro hábitat, donde la niñez disfrazada de brujas y monstruos,
caminan por las peligrosas calles exclamando rítmicamente a coro “Queremos Halloween”,
hasta llegar a las puertas del vecindario y solicitar deliciosas golosinas.
El día de los Muertos tiene su especial celebración en los pueblos yaquis
donde levantan unos rústicos topancos de tronco y carrizo, decorados con manteles,
velas, alimentos y demás objetos de gran colorido del arte popular yaqui.
Los y las cajemenses introdujeron el altar de los estados del sur de México
para ofrecer a los muertos comida y bebida preferidas de los familiares que ya perecieron.
Por la cantidad de las ofrendas deduzco la imposibilidad de ellos y ellas para regresar
al mundo fantástico de Dante debido al sobrepeso.
“Las Calaveras”, son poemas sobre la muerte que más me gustan por la comicidad de la rima
y las caricaturas con influencia de José Guadalupe Posadas, que algún día aprenderé a relatar.
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