En Francia, la mitad de los ríos y la tercera parte de los mantos subterráneos están afectadas por los pesticidas. El río Sena se muere envenenado por las actividades humanas. El 40% de la actividad industrial francesa se concentra a lo largo del río, de París al Havre.
Entre las sustancias arrojadas en grandes cantidades, el PCB –también llamado piraleno- ha causado grandes daños al medio ambiente. En Francia hay más de 34 mil toneladas de PCB en circulación, mayoritariamente en transformadores eléctricos. Día tras día, el piraleno continúa su insidiosa contaminación del medio ambiente, desde el más pequeño arroyo hasta el río más caudaloso, 40% de los cauces de Francia están contaminados, aunque durante mucho tiempo sólo se habló del Ródano.
A 30 kilómetros río arriba en Lyon, está una de las dos fábricas habilitadas en Francia para reprocesar el piraleno. Después de un año, se encuentra cerca de alcanzar el nivel de cero desechos, pero fue la mayor contaminadora del Ródano. Durante años gozó de una autorización de la prefectura para desechar en el río hasta un kilo y medio diario de piraleno. Hoy toda una fauna peligra y hay que luchar por ella. Percas, carpas y lucios están amenazados. Los PCB extremadamente tóxicos no se disuelven en el agua, peor aún, se acumulan en la grasa de los peces y causan auténticos estragos. La contaminación del medio acuático por los PCB afecta a toda la cadena alimenticia, incluyendo a los humanos. Por precaución, las autoridades prohibieron la venta y el consumo de pescados del Ródano. Se realizan estudios epidemiológicos, pero aún no se ha publicado ningún resultado. Los peces del Ródano no son los únicos que han sufrido esta contaminación. En el norte de Francia fueron afectadas las anguilas. En los estanques del alto Somme está prohibido comer anguilas. Un plan nacional de descontaminación de los aparatos que contienen PCB entró en vigor en Francia en 2003. Pero hoy, todavía hay más de 500 mil transformadores en circulación. Francia tiene hasta 2010 para cumplir sus compromisos.
El consumo de agua por habitante también aumenta exponencialmente. A medida que un país se desarrolla y genera más riqueza, mayor es su consumo de agua. En el África Subsahariana, una persona necesita para vivir entre 10 y 30 litros diarios. En Norteamérica son casi 330 litros, es decir diez veces más.
Las grandes ciudades bombean el agua de los mantos subterráneos, los ríos y los lagos. Esa agua debe ser tratada para que sea potable, pero en ocasiones es la naturaleza misma la que hace ese trabajo.
Para proveer de agua potable a una ciudad de 10 millones de habitantes, las autoridades de Nueva York tomaron una decisión muy ambiciosa. En los años 90 rechazaron la construcción de una costosa planta de tratamiento de agua y eligieron invertir mil millones de euros en la protección de los bosques y las zonas húmedas del norte del estado, donde hay una inmensa fuente de agua potable. Ni pensar aquí en cultivos o productos químicos. Para filtrar el agua, la naturaleza hace su contribución. A 200 kilómetros de Nueva York, en la región de las montañas Catskill, la cuenca del río Delaware y sus 512 mil hectáreas alimentan el sistema de agua potable de la ciudad de Nueva York. Una red de ríos serpentea por esas montañas cubiertas de bosques, más de 5 mil millones de litros de agua al día son filtrados por la tierra y los árboles. Después son recolectados en una veintena de depósitos, antes de ser distribuidos en la ciudad.
En un valle del norte de California las tribus indias libran una batalla desde hace años por la calidad del agua y la supervivencia de un recurso único: el salmón del pacífico. Al alcanzar la madurez, este animal sorprendente abandona las aguas saladas del océano para reproducirse en el río que lo vio nacer. Su migración ahora se topa con un obstáculo del tamaño de una presa. El río Klamath era el tercer ecosistema más importante de los Estados Unidos para la reproducción del salmón. Cada año migraba un millón de salmones, en 2006 ya eran 30 veces menos.
Este salmón en vías de extinción ha sido siempre un recurso indispensable para las tribus indias que viven a orillas del río. Los salmones desaparecen porque su entorno ha sido alterado, perturbando un milenario ciclo natural. Desde 1920, cuando se construyó la primera de las cuatro presas del río Klamath, la ecología de toda la región se ha modificado. Las presas no sólo bloquean el periplo del salmón, retener el agua provoca graves problemas, incluso una catástrofe a raíz de las sequías es la que afectó el oeste de los Estados Unidos en 2001 y 2002. Tras un primer año de escasez de agua, el gobierno estadounidense decidió continuar el aprovisionamiento de centenares de hectáreas de cultivo en la región, a pesar de las consecuencias para el nivel del río, 70 mil salmones murieron en unos cuantos días.
La responsable de esta hecatombe es conocida: es un alga tóxica. Está presente normalmente en el agua. No se desarrolla en la corriente, pero al nivel de las presas, en el agua estancada, halló el medio propicio para proliferar. Con la sequía disminuyó el nivel del agua, aumentó la temperatura y transformó los depósitos de agua en auténticos caldos de cultivo.
Es posible que el valle recupere su equilibrio de antaño, porque el río Klamath no es un caso aislado. Desde 1999, casi 300 presas han sido demolidas en Estados Unidos. Esa tendencia alcanza a varios países, incluyendo a Francia.
La conservación de numerosas presas ya obsoletas, construidas cuando la ecología no era un factor decisivo, debe ser rigurosamente justificada hoy en día. La supervivencia de los valles está en juego. Durante mucho tiempo se creyó que el progreso requería del control de los ríos. Se construyeron presas, se desvío el curso de los ríos o fueron secados para la agricultura.
En la actualidad, la naturaleza nos enseña que tales certezas deben ser reconsideradas y que contamos con los medios para hacer las cosas de otro modo.
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