Hace rato que se murió. A decir verdad estoy cansado de llevar su cadáver sin enterrar, no es que hieda. No. Son huesos con girones inidentificables.
Pero qué voy a hacer? me pudo la piedad. Tengo esa piedad de mierda que impide cortar por lo sano, que da largas mas largas que la muerte misma.
La he cargado sobre mis espaldas -que son fuertes- más de dos años y más; me lo pidió antes de morir, cuando aún se maquillaba con ganas de ser y se estaba muriendo como una estación, con la logicidad de lo caduco.
Pero fue una buena mujer. Es más; en su tumba rezará: Fue una buena mujer. Como advertencia o amenaza además de epitafio, para esas mujeres que hacen del sacrificio su alegría, ademas´de la piedra de molino que cuelgan a quien las acompaña.
Madres, esposas sacrificadas...
¿Les digo la verdad ahora que la muerta no me mira?
Para mí fue digna de lástima, no de admiración.
Cierto que los hijos la adoraron, que era el sol y centro de su casa. Destinada a matriarca de la familia grande.
Pero la pobre...hubiera dado qué se yo, su cetro en la cocina, dejar de ser la consultada cuando había problemas; la vecina siempre pronta a socorrer, la que ponía paños frios en las disputas matrimoniales...Por ser obscuro objeto de un más obscuro deseo, lo hubiera dado todo, pero no se animaba...
Y se murió. La muerte la sorprendió con las manos ocupadas. Ya le decía su madre: una mujer puede descansar mientras tiene las manos ocupadas...
Y ella pensaba en el destino de sus hijos mientras tejía por las noches cuando todos dormían, sacaba cuentas mientras las agujas despedían pequeñas chispas de plata..
Mientras amasaba los domingos, la masa a veces se salaba con lágrimas.
La pobre leía como si fuera un pecado. Una curiosidad. Monstruosa verruga que le podía brota a alguien común.
Como sea y no importe, se murió
Como nos moriremos todos.
Y de pura pena la vine arrastrando por todo este arenal. Día y noche.
Hablábamos ella y yo. Se reía bajito de sí misma, en ocasiones la he oido murmurar todas las malas palabras y las maldiciones masticadas por más de cincuenta años.
Ahí sí, Dios, cómo hedía!!!
como un diente podrido
como una vagina sucia
como el mas hediondo de los hombres hediondos
Hasta que dejó de supurar el odio y el resentimiento. Dejó de oler.
Y una noche bajo las estrellas supe que estaba solo; que se había terminado de morir del todo.
unos huesos pelados brillando con la luz de la luna, mudos de mudez total.
esegé
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