Resumen:
Si bien somos 'ser para la muerte' como destino y fatalidad no podemos evitar la perplejidad frente a la muerte del otro, del otro que es el amigo, el hermano, el padre, o incluso, un otro radical. Aquí nos ocuparemos de las perspectivas de Heidegger, Lévinas y Sastre sobre esta cuestión, y aunque – según constataremos- difieren en sus respuestas el problema es el mismo, el sentido de la existencia de este serpara la muerte. ¿Sorge, el Otro (ética), Libertad o Nausea?
Palabras clave: Thelos, Dasein, Sorge, Tiempo, Alteridad, Muerte, Ser.
La Muerte la conocemos porque el otro es quien muere, teniendoque afrontarla, también nos enfrentarnos a ella cual enemigo. El fenómeno lo conocemos porque el otro, y no cualquier otro, sino alguien cercano a mí, deja de ser –esto si ser y existir son correlativos-. A partir de esta conciencia es como la vida misma empieza a tomar otro sentido. Ser-para-la-muerte ¿es acaso lo que determina definitivamente el sentido de mi Ser y mi vida?
El hombre muere y con ello muere todo proyecto; la muerte no sólo es física, se mueren sueños, objetivos, ideales. La muerte, o el anuncio de la misma, no sólo nos invade de curiosidad, sino también de sufrimiento y angustia. A partir de que nacemos estamos ya muriendo. La muerte anuncia nuestra última posibilidad. Miguel de Unamuno en su libro “El sentimiento trágico de la vida”, habla ya sobre el deseo de la inmortalidad y de las dudas y respuestas que mantienen al hombre en estado de angustia, ante la nueva y desconocida situación: El deseo de inmortalidad sólo puede deberse a una sola cosa: el anuncio del misterio. No obstante, como es natural, todo misterio nos llena de miedo porque es, quizá ahí, donde se esconda lo trágico.
Desde antaño, grandes filósofos se han ocupado del tema que a la larga puede tornarse macabro. Desde Platón y Epicuro hasta San Agustín; desde Feuerbach y Kierkegaard hasta Unamuno; los que aquí mismo se hacen presentes Heidegger, Sartre y Levinás, entre otros, le han dado todo tipo detrato. Diferente o similar, el punto es dilucidar el Por qué -ya no de la muerte- la vida misma cobra sentido o carece del mismo, así como una posible trascendencia, ante elfenómeno de la muerte.
Mientras que para pensadores como Epicuro la muerte nada es en nosotros -ya que la muerte es sólo la pérdida de la sensibilidad misma y no hay daño alguno en dejar de vivir-, así como para Feuerbachla existencia de un alma que trascienda el mundo de lo sensible no es posible, para pensadores religiosos como San Agustín las posibilidades no se agotan en este mundo físico sino que, habiendo un “después de”la muerte, vale la pena vivir en el bien (en el sentido cristiano) para obtener la recompensa del “paraíso”, a la trascendencia de la muerte. Sin embargo, el punto de partida es el mismo, la preocupación por la muerte, por el fin, que trans-torna a la vida en angustia.
Independientementede la credibilidad en la vida espiritual después de la muerte,y de que la vida sea un calvario que hay que padecer para ganarse el paraíso después de la vida física, la vida es ya padecimiento, pesadumbre, pesado fardo a cuestas, es el preámbulo de un inevitable acontecimiento, el anuncio de que hay un ganador y un vencido.
Alejémonos ya de si existe o no un más allá, el punto es que moriremos y sólo contamos con una vida; entonces viene la pregunta, si vamos a morir ¿cómo vale la pena vivir? –si es que la vale-, ¿me dejo caer ante tal abismo?, o ¿saboreo la vida como si fuese mi último platillo antes de ir a la horca? Martin Heidegger, Jean Paul Sartre y Emmanuel Lévinas se van a ocupar de este “para qué” en la vida, si “somos para la muerte”. ¿No será acaso que el mismo ser para la muerte se disloca a ser para la vida?
De todas las perspectivas en las que puede abordarse el tema de la muerte, tanto Heidegger, Lévinas, como Sartre lo abordan como fenómeno, esto es, como aquello que le acontece al ser; como su paso inevitable al no-ser, al fin de la existencia.Sin embargo, a partir de que tomo conciencia de eso que desde mi nacimientome está aconteciendo, la vida ha de tomar un sentido distinto. Paradójicamente la vida comienza a tomar valor o perderlo a partir de que me sé para la muerte.
Aunque los tres filósofos tocan este punto central acerca del sentido de la existencia a partir de la muerte, cada uno concluye en puntos distintos: la sorge [cuidado de la existencia], la relación ética con el otro, y la libertad de elección o náusea, respectivamente.
En el caso de Martin Heidegger, la historia de la existencia ha sido marcada por la preocupación por el ser,ya que -éste ha sido prácticamente olvidado-, menciona ¿qué es el ser?, ¿qué es lo que en realidad se quiere decir cuando afirmamos: el hombre es? El hombre es el Dasein, es el lugar donde se muestra, donde se da la apertura del ser.
Como Dasein o ser-ahícomienza el problema del ser del hombre; este se encuentra arrojado al mundo con su cúmulo de posibilidades (el poder ser), en las que suúltima posibilidad es la muerte, aquello que aún no es, pero que sin duda será; no obstante, en la proyección de sus posibilidades aún le corresponde el poder de elección del ser-ahí auténtico o inauténtico. A este ser que somos en cada caso nosotros mismos y que, entre otras cosas, tiene la posibilidad de ser que es el preguntar, lo designamos con el término de Dasein..
El Dasein manifiesta la angustia hacia la muerte, pero no la soporta; la angustia no hace más que revelarnos la nada, el no-ser; aniquila toda posibilidad del ente, pues una vez que nacemos comenzamos inevitablemente a morir. La angustia se nos antepone, pero no nos sobrepasa. Heidegger nos da la posibilidad de una existencia auténtica. Tal existencia sólo es permisible cuando aceptamos la muerte como aquello que ya nos deviene. La anticipación de la posibilidad se revela como posibilidad de una existencia auténtica.
La muerte implica la pérdida del ser-ahí, de la existencia; el ser-ahí ahora esta imposibilitado. La muerte en su más amplio sentido es un fenómeno de la vida. La vida debe comprenderse como una forma de ser a la que es inherente un ser en el mundo. Ontológicamente sólo puede fijarse tal forma entendiéndola como una privación con respecto al estar-ahí .
Una vez que el ser humano se da cuenta de su finitud, de que su existencia está encaminada a este acontecimiento, nace la preocupación por el ser: la Sorge.
Martin Heidegger describe la sorge como el cuidado del ser. Ante la muerte sólo queda vivir, es la muerte la que le va a dar verdadero valora la vida. El sentido existencial del Dasein es el cuidado.[…]el Dasein, entendido ontológicamente, es Sorge, cuidado. Puesto que al Dasein le pertenece por esencia el estar-en-el-mundo, su estas vuelto al mundo es esencialmente ocupación3.
Frente al estar arrojado y el ser para la muerte, como condición ontológica, se nos devela el ser y el tiempo; para qué y finitud. La muerteno es algo que aún no es "ante mis ojos", no es "lo que falta" últimamente, reducido a un mínimo, sino es más bien, una inmanencia.
Aunque la muerte es la posibilidad más propia de no existir, posibilidad irreferible, insuperable, indeterminada, para Heidegger la muerte será la lucidez suprema y la máxima virilidad. La muerte, a diferencia de Levinás, puede ser asumida como tal y en este acto se encuentra su virilidad; y qué es la virilidad sino el poder seguir pudiendo.
Para Heidegger una plena conciencia de lo que ha sido, lo que es y lo que se tiene anticipado ser se da ante el enfrentamiento directo con la certeza de la finitud.
Algunos de los conceptos fundamentales en Emmanuel Levinás, y que se hacen indispensables para abordar el tema del ser y la muerte son: el existir y el existente, la hipóstasis; así como la alteridad ontológica de mi ser en la que destacan la soledad, el otro y la muerte.
Emmanuel Levinás traduce el ser y ente de Heidegger a existir y existente, en donde, aunque Heidegger distingue a uno del otro, no hace una separación. El existente es el hombre y éste siempre ha de poseer el existir, no puede darse el uno sin el otro. Sin embargo, dice Levinás, ante el hecho de estar arrojado a, se asume la existencia como algo impuesto; como decir: “a mí me han mandado a este lugar sin mi consentimiento”. De tal imposición, la existencia puede resultar una carga. Del estar arrojado se concluye una soledad ineludible al hombre, una soledad que no puede ser más que ontológica.Yo nazco solo y así vivo toda mi vida a pesar de mi convivencia con los otros. Los seres pueden intercambiarse todo, menos su existir. Mi ser y el de aquel han de ser incomunicables. En el seno del ser el hombre se encuentra solo y, con ello, en una soledad que es monotonía.
En cuanto al Dasein, este no es fundamento de su propia existencia, está arrojado, siempre a la saga; no se pone, sino que es puesto. Si para Heidegger el ser vale más que el ente, Levinás intenta reivindicar al ente frente al ser. Entonces, si estar arrojado separa la existencia del existente, el existir no es el que existe, sino el existente.
El existir no es nada, pues no hay algo que le albergue, que le de la categoría de existencia. Es así, que para Levinás sólo hay, y es ahí, a modo de lugar, en donde se produce la hipóstasis.
Tal existir no es un en sí, que significaría ya la paz; es precisamente ausencia de todo sí mismo, es un sin sí mismo. Podemos de este modo definir el existir mediante la noción de eternidad, ya que el existir sin existente carece de punto de partida6.
Hipóstasis: es el acontecimiento en que el existente se liga o se relaciona con el existir.
Hay: en el sentido de estar- ahí, no como el estar ahí de Heidegger, sino como impuesto.
El acontecimiento de la hipóstasis es el presente a partir del cual algo sucede a partir de sí mismo, algo comienza, y su salida esta en sí. Si la hipóstasis es presente, entonces soy yo, pues estoy siendo, y por lo tanto soy libre, pues soy, como existente, dueño de mi existir. La hipóstasis es libertad.
«El otro como alteridad y la relación ética»
El tema del otro es también para Levinás de trascendental importancia, pues a partir de éste formulará su ética. Soy yo, el mismo, y un día me encuentro frente al otro queriéndolo conocer como el otro yo, es decir, partiendo de mí, e inevitablemente intento tematizarlo y lo reduzco; pero la distancia que hay entre él y yo es infranqueable. No podemos aprehenderlo, arrojar luz sobre él tal cuál un objeto. Es la condición ontológica.
Arrojar luz: aprehenderlo a modo de conocimiento.
Alteridad: el otro yo, o aquello que no soy yo, que se encuentra totalmente fuera de mí.
Sin darme cuenta estoy siendo afectado por el otro, ante él me encuentro pasivo, no puedo ejercer acción alguna sobre él.En palabras de Levinás, el otro es lo absolutamente Otro, me interpela.El otro está ahí para hacernos responsables de él, es una responsabilidad infinita. Estoy obligado a responder por el otro. El otro me concierne, y me grita: ¡No me mates! Esa es la relación ética que rompe con toda metafísica-ontología. La relación ética rompe con la hipóstasis y con la soledad que antes era ontológica.
«La muerte como alteridad, y la relación ética con el otro como su posible superación»
Con Heidegger como antecedente, la muerte es tema en el que Levinás va a ahondar por una sencilla razón, es otredad; es, al igual que el otro, algo incomunicable para mí, aquello que nunca se me devela, que no podré conocer porque es misterio. Sólo que a diferencia del primero, para Levinás la muerte no puede ser nunca asumida, por lo tanto la muerte esta ligada al sufrimiento. Como el sufrimiento ante lo incognoscible, ante lo incomprensible y, peor aún, ante lo que yo no puedo hacer nada y me asumo como pasividad absoluta.¿Es la nada o la privación de los demás subrayada por la muerte lo que otorga a la soledad su carácter trágico? En el fenómeno de la muerte la soledad asoma al límite del misterio ante ella la soledad se hace más presente, no sólo se confirma, sino que al perecer se me restriega en la cara.
El sufrimiento es el anuncio de la muerte. En la muerte el mismo deja de ser dueño y señor, sujeto-soberano, ante ella no hay poderío ni como el existente dueño de su existir. La muerte no se asume, por eso se sufre, pues no la puedo afrontar y me enfrenta a la posibilidad de la nada.
Mismo: el yo que soy.
Ante la muerteno hay luz que pueda ser arrojada, este espectro ha de ser incognoscible, es una alteridad que no puede llegar a ser conocida porque en el ámbito del conocimiento el sujeto absorbe-aprehende al objeto. Pasa lo mismo que pasa con el otro, es también lo absolutamente Otro, aquello que no proviene de él.
Al igual que para Heidegger el hombre es posibilidad, siempre se está haciendo, pero no conoce el porvenir, y la muerte es porvenir.El porvenir es también lo Otro. Sobre ello no tenemos poder y nos sentimos impotentes. A partir de la muerte ya no podemos poder, es un acontecimiento sobre el cual ya no se es dueño, aquí no hay ningún hálito de virilidad ni de esperanza, si así lo fuera éste sería vano. El ahora supone que yo soy dueño, dueñode lo posible, de captar lo posible. La muerte nunca es ahora. Cuando la muerte existe yo ya no estoy.
En al muerte se abre un abismo entre el acontecimiento y el sujeto al que ha de sucederle; el sujeto parece haber llegado al límite de lo posible. El porvenir que ofrece la muerte, del acontecimiento, no es aún tiempo, se trata de un futuro para nadie. El porvenir se define solamente por la otredad, por ser alteridad; el tiempo es el sustrato, es la relación que se va a dar con el otro.
El problema, va a afirmar Levinás, no estaen la muerte misma, sino en su acogimiento. Tenemos miedo a dejar de ser, queremos morir y ser al mismo tiempo.No asumimos el dejar de sentir, de pensar, de ver, de palpar; y quizá hasta de modo egoísta, no asumimos no sólo a nuestros familiares y amigos sin nosotros, sino al mundo entero. Antela muerte todo poder es ya nulo.
Vemos pues que ontológicamente el hombre está condenado, y una vez más ante el misterio, sólo una relación ética le rescatará de su soledad. Ocuparme del otro.
Jean Paul Sartre, discípulo de Heidegger, retoma muchas de las concepciones tratadas por éste, como el de la temporalidad, la nada, laangustia, la muerte, entre otras; por lo que es necesario conocer su concepto en cuanto al ser.
El hombre en el mundo es el punto de partida, ya que el Ser no puede captar el mundo de forma inmediata por experiencia se parte del fenómeno. El fenómeno es lo que se manifiesta y el Ser se manifiesta a todos por igual, puesto que de él tenemos cierta comprensión, siendo el Ser una manifestación, es el fenómeno el que lo comprende.
Según Sartre un objeto no posee el Ser; el Ser no es una cualidad como el color u olor, sino que decir que se es es la única manera de definir al Ser, es el conjunto de objeto-esencia, esencia que le hace ser lo que es. No podemos desmembrar un objeto, desbaratarlo y querer encontrar, en el fondo de éste, al ser, como si fuese algo que le perteneciera al objeto.
El hombre busca el ser inútilmente, por ello intenta hacerse a sí mismo; ocupa su vida en tareas que lo haganSer, tareas que luego se vuelven exigencias y que sin ellas nada es. El Ser es lo que es, y el hecho de ser lo que se es, es principio contingente del Ser-en-sí. Ser-en-sí, ser-para-sí y ser-para-otros serán las categorías del ser.
Sartre una vez más definirá al hombre como mera posibilidad, posibilidad que se desarrolla en el tiempo, posibilidad, que por estar inserta en el futuro, todavía no es: la nada.
Ante la infinidad de posibilidades dentro de todas mis posibles circunstancias, se es un hombre libre, y por tanto responsable con el poder de hacer-se y elegir-se a sí mismo.El hombre no es más que su proyecto, y de él depende si se realiza o no
Al encontrarnos frente a la nada, frente aaquello que no somos o que nos falta, nos encontramos de la misma manera en la posibilidad de ser lo que aún no somos. Hablar de posibilidad es hablar de lo que se puede ser, y a su vez lo que se puede ser sólo se encuentra en el futuro.El hombre, en su búsqueda de trascendencia, está siempre en posibilidad de ser otra cosa, se impone metas para ser lo que no es, lo que carece; sólo la trascendencia nos salva de la nada a la que estamos brutalmente condenados. El ser posibilidad le va a revelar a Sartre lo mismo que le revelaría a Heidegger: ser-para-la-muerte.
El hombre no es un ser acabado, está hecho para la muerte; pero en la muerte se acaba la conciencia y toda trascendencia; lo esencial en el mundo es la contingencia. Para Sartre el hecho de que la muerte sea nuestro destino final deja sin sentido a la vida misma. Si somos para la muerte toda espera es absurda, sólo nos queda la existencia; ser lo que no se es y no ser lo que se es. La náusea es el resultado de toda esta absurdidad de la existencia: el hombre es pasión inútil. La náuseasólo la conoce quien la ha vivido, sólo él puede comprenderla. Hay que vivir la experiencia del absurdo de la existencia, el asco de la vida, de la ausencia, de un fin intrínseco a todos. Sin embargo la náusea es provocada por libre decisión.
Todos los seres que existen han nacido sin motivo alguno, siguen existiendo por impotenciay mueren por accidente (…) el hombre es una pasión inútil. Ni el vivir ni el morir tienen sentido
A pesar de que Sartre se declara seguidor de la filosofía de Heidegger, con la nada como última posibilidad le otorga un sentido trágico a la existencia. ¿Ya para qué?, ¿qué sentido tendría cualquier cosa si todo acaba en la nada? Mientras que Heidegger le da al hombre la posibilidad de una vida auténtica, dedicada al cuidado de la misma, en la que si sabemos de nuestra finitud lo que nos queda es vivir y vivir bien, Sartre hace del hombre algo totalmente contingente, aunque aún libre de elegirse dentro de sus circunstancias, pero ¿será para él, la muerte, una circunstancia?
Estoy arrojado en el mundo, no en el sentido de quedarme abandonado y pasivo en un universo hostil, como la tabla que flota sobre el agua, sino al contrario, en el sentido en que me encuentro de pronto solo y sin ayuda, comprometido en un mundo en el que soy enteramente responsable, sin poder, haga lo que haga, arrancarme, ni un instante de esa responsabilidad, pues soy responsable hasta de mi propio deseo de rehuir las responsabilidades; hacerme pasivo en el mundo, negarme aactuar sobre las cosas y sobre otros, es también elegirme, y el suicidio es un modo, entre otros, de ser en el mundo.
(Extraida de la red)