Todos los seres humanos hemos sido dotados de la capacidad de goce, sólo que unos cuantos no lo perciben. El goce mantiene una clara diferencia con su prima hermana, la felicidad. Esta es fortuita, te topas con ella; yo la he definido como el orgasmo del alma; así de breve y su percepción es siempre pretérita.
En cambio el goce, esa cosa dionisíaca que hizo que muchas religiones, principalmente la católica lo viesen con malos ojos, es una cuestión de actitud ante la vida. Para ello, para ser seres gozadores, debemos emanciparnos de la mirada del otro y de la Culpa. Uno se puede ejercer en la alegría de vivir sin necesidad de dinero, ni de ser extraordinariamente inteligente ni bello. Desde el primer momento del día gocemos, gocemos del rayo de sol, de las plantas verdes, de los pájaros, de una charla, aún de un saludo amable.
A la vez, brindemos gozo siendo educados y afables, porque esto tiene respuesta. La capacidad de gozar se emparenta con la de ser niño, permitámonolo, dejemos que la sonrisa embobada ante una mariposa, o una flor...o lo que sea que nos guste, aparezca. Bailemos cuando nadie nos ve, cantemos, movámonos con este cuerpo que nos ha sido dado, porque cada dia es único y no sabemos si veremos su fin. Honremos la vida, no con el ceño fruncido, no. sino con la sonrisa y la carcajada abierta.
Porque de haber un dios, supongo querrá que nos gocemos en nuestra naturaleza y en su creación. Porque si bien el dolor es inevitable, también lo es la capacidad de disfrute; desde el mordisco a una manzana que nos da la percepción de un jugo deliciosamente ácido hasta el beso de quien amamos, hasta el olor aquel.
Seamos seres gozosos, por propia decisión, sabiendo que la vida se nos ofrece y depende de nosotros cómo la tomemos