1. Los cuentos de hadas nos entrenaron para sufrir
Desde niñas a las mujeres nos vienen entrenando para la pusilanimidad y para que le temamos a la independencia, a través de los nada inocentes cuentos para niños replicados en películas de Walt Disney.
En todos ellos, las heroínas son siempre terribles tontas que se meten en la cama con un lobo feroz, confundiéndolo con su inocente abuelita, como hace Caperucita roja. O son castigadas con un sueño eterno por desobedecer, como la Bella durmiente. O se someten al maltrato de sus hermanastras hasta que un príncipe fetichista de los pies pequeños la rescata, como le sucede a Cenicienta. O se escapa de la madrastra buscando protección siendo la criada no de un solo enano que la explota... ¡sino de siete!, como Blancanieves, que además es tan tonta que le abre la puerta a cualquiera, se duerme y es "despertada" por el primero que pasa y le da un beso.
¿Qué aprendimos de todo eso?
Que la trasgresión femenina se castiga duramente.
Que si eres buena, te sometes y te duermes, puedes tener la suerte de ser rescatada por el primero que pase.
Que si llevas una vida de sacrificios... eso te hace una chica buena, te convierte en "princesa" y te hace famosa entre todos los niños del planeta.
Es decir que la que no hace eso, la que es disconforme, que no se resigna a un destino de sirvienta, que no se somete, que no espera que le den permiso, que se anima a salir de su zona de comodidad y vive su vida a pleno... es una terrible maleducada.
¿Te conviene ser la princesa sufrida, rescatada por un príncipe... o más vale rescatarte a ti misma antes de que te duermas en el palacio, siete enanos te esclavicen y un lobo te trague entera?
¿Todavía piensas que es mejor ser una princesita sometida, que ser una bruja poderosa? Mira que en los cuentos de hadas, la única que se ríe todo el tiempo es la bruja...
2. La mujer tiene la culpa de todo
Desde hace 5.000 años (cuando se decidió que Dios es varón), la mujer es la esclava de los demás. ¿Y qué es ser buena, según los mandatos culturales de esta sociedad? Es olvidarse de una misma para favorecer a los demás. Al intentar ser buenas y útiles a los demás, las mujeres pasan en un abrir de ojos de serviciales a serviles, de atentas a esclavas y de necesitadas a maltratadas por aquellos a quienes ayudan sin parar: jefes, hijos, maridos y amantes.
En toda la historia de la humanidad, cada vez que hubo pestes, sequía o escasez, la sociedad se ensañaba contra las mujeres. La Inquisición torturó y quemó a 500.000 mujeres acusadas de brujería que fueron chivo expiatorio de la pobreza y miseria a las que reyes y papas sometían a la plebe, en épocas de escasez y peste. Aún hoy en África queman y encarcelan "brujas" acusándolas de las malas cosechas y del desempleo. Con tantas acusaciones encima, las mujeres seguimos convencidas de que si la relación de pareja no funciona, si nuestros hijos nos dan la espalda y nuestro marido nos es infiel... ¡es todo por nuestra culpa! Así vamos viviendo solas, con miedo, sin atrevernos a más. De hecho, de puro miedo y culpa no nos atrevemos a huir ni aunque nos estén matando: las cifras de violencia contra la mujer crecen en todo el mundo.
¿Ganamos algo siendo buenas? ¿Nos sentimos amadas, ricas, plenas, satisfechas? La verdad es que no: no nos sentimos mejor.
¿No es hora de que dejemos de jugar a ser las cenicientas y empecemos a hacer con nuestra vida lo que se nos dé la gana? Más que ser la buena de la película, nos conviene ser una bruja poderosa, de esas que vuelan adonde se les da la gana y no hay quien pueda detenerla.
3. Diferencias entre la buena cobarde y la bruja audaz
A las mujeres nos inculcaron que está bien que un hombre sea agresivo, vaya al frente y se salga con la suya... y que no está bien que una mujer sea así. Por lo cual, a una mujer le cuesta el doble de trabajo ser decidida y asertiva. Casi le molesta hacer lo que quiere, vive sus gustos con culpa y teme quedar mal con gente adulta que ya tiene edad de defenderse sola si molestamos en algo.
¿Quién dijo que es fácil ser bruja? Requiere entrenamiento diario de convencerte de que tienes derecho a ser feliz.
A la chica buena le da pánico quedar mal y está siempre pendiente de lo que piensan de ella. A la chica mala no le importa más que su propia opinión. Pide lo que necesita. Reparte tareas y jamás siente que pierde el tiempo cuando está disfrutando. Es independiente, hábil, la pasa bien consigo misma, no le teme a la soledad, no le teme al qué dirán ni a demostrar que es fuerte. Elige sus compañías y descarta a quienes se interponen en su camino.
La chica mala hace que las cosas sucedan. Sabe lo que quiere y cómo conseguirlo. Ella tiene sus propias reglas, lo hace a su modo y no pide permiso.
Es cariñosa y cortés, pero no es dependiente. Dirige su propia vida y no tiene nada que reprochar a los demás porque quien decide es ella. Y estimula a los otros con su ejemplo. No deja que nadie decida sobre lo que tiene que hacer con su vida. No les tiene miedo a los cambios.
En suma, una chica mala... ¡es la heroína de su historia, una mujer libre que disfruta la vida a pleno!
La chica buena es suave, dulce y dócil, jamás discute y no protesta, se entrega a su familia con paciencia infinita y total renuncia a sí misma.
Ejem... ¿Eso es ser buena o es ser una planta decorativa?
Si una mujer es rebelde, tiene confianza en sí misma, les da órdenes a los demás y busca divertirse a su modo, dicen que es una bruja, que es mala... Entonces, ¡está buenísimo ser mala!
Porque mala es lo que puedes ser cuando sacas lo mejor de ti misma, cuando por fin te valoras y haces respetar.
Por eso, imagínate que si ser mujer es tener una sensibilidad y una capacidad fuera de serie, ser una mujer mala es potenciar tu poder al infinito.
¿Por qué crees que en la antigüedad quemaban en la hoguera a tantas mujeres? Porque eran chicas desobedientes y valientes, que hacían lo que querían. A esas mujeres se las llamó "brujas". Creo que ya es hora de dar un buen motivo para que nos digan "brujas"... y seamos brujas de verdad, sabias hechiceras que hacen artilugios para convertir sus vidas de entrega y abnegación en aventuras fascinantes donde solo mandas tú.
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