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De: Athena  (Mensaje original) Enviado: 10/01/2013 20:35
LO primero es el cuerpo. El cuerpo es tu base, tu suelo, es don­de te asientas. Hacer que te vuelvas enemigo del cuerpo es des­truirte, es volverte esquizofrénico, es hacerte desdichado, es crear el infierno. Eres el cuerpo. Por supuesto, eres más que el cuerpo, pero ese «más» vendrá después. Primero eres el cuerpo.

El cuerpo es tu verdad básica, así que nunca estés en contra del cuerpo. Cuando estás contra el cuerpo, estás contra Dios. Cuando eres irrespetuoso con el cuerpo, estás perdiendo el contacto con la realidad, porque tu cuerpo es tu contacto. Tu cuerpo es tu puente. Tu cuerpo es tu templo.

El tantra enseña a reverenciar el cuerpo, a amar y respetar el cuerpo, a tener gratitud por el cuerpo. El cuerpo es maravilloso. Es el mayor de los misterios.

Pero te han enseñado a estar contra el cuerpo. Así que a veces te quedas muy perplejo ante un árbol, ante un árbol verde, a veces te quedas perplejo ante la Luna y el Sol, a veces te quedas perplejo ante una flor, pero nunca te quedas perplejo ante tu propio cuerpo. Y tu cuerpo es el fenómeno más complejo de la existencia. Ningu­na flor, ningún árbol tiene un cuerpo tan bello como tú. Ninguna Luna, ningún Sol, ninguna estrella tiene un mecanismo tan evo­lucionado como el tuyo.

Pero te han enseñado a apreciar la flor, que es una cosa simple. Te han enseñado a apreciar un árbol, que es una cosa simple. Te han enseñado a apreciar las piedras, las rocas, las montañas, los ríos, pero nunca te han enseñado a respetar tu propio cuerpo, nun­ca a asombrarte ante él. Sí, está muy cerca, y es muy fácil olvidar­se de él. Es muy obvio, así que es fácil descuidarlo. Pero es el fenó­meno más bello.

Si miras una flor, la gente dirá: «¡Qué sentido estético!» Y si miras el rostro de una mujer guapa o de un hombre guapo, la gen­te dirá: «Eso es lujuria.» Si te acercas a un árbol y te quedas ahí, y miras aturdido la flor —con los ojos muy abiertos, con los sentidos completamente abiertos para permitir que la belleza de la flor en­tre en ti—, la gente pensará que eres poeta, o pintor, o místico. Pero si te acercas a una mujer o a un hombre y te quedas ahí con gran reverencia y respeto, y miras a la mujer con los ojos muy abiertos y los sentidos bebiendo la belleza de la mujer, la policía te deten­drá. Nadie dirá que eres un místico, un poeta, nadie apreciará lo que estás haciendo. Algo ha ido mal.

Si te acercas a un extraño en la calle y le dices: «¡Qué ojos más bonitos tienes!», te sentirás avergonzado, él se sentirá avergonza­do. No será capaz de decirte «gracias». De hecho, se sentirá ofen­dido. Se sentirá ofendido, porque ¿quién eres tú para meterte en su vida privada? ¿Cómo te atreves? Si vas y tocas al árbol, el árbol se siente feliz. Pero si vas y tocas a un hombre, se sentirá ofendido. ¿Qué es lo que ha ido mal? Algo ha sido dañado tremenda y muy profundamente.

El tantra te enseña a recuperar el respeto al cuerpo, el amor al cuerpo. El tantra te enseña a considerar el cuerpo como la creación más grande de Dios. El tantra es la religión del cuerpo. Por su­puesto, se eleva más, pero nunca deja el cuerpo; se asienta en él. Es la única religión que está realmente asentada en la Tierra; tiene raíces. Otras religiones son árboles desarraigados, muertos, apaga­dos, moribundos; no corre el jugo por ellos. El tantra es realmen­te jugoso, lleno de vida.

El tantra confía en tu cuerpo. El tantra confía en tus sentidos. El tantra confía en tu energía. El tantra confía en ti, en tu totali­dad. El tantra no niega nada, sino que lo transforma todo.

¿Cómo llegar a esta visión tántrica? Este es el mapa para llevarte a la acción, y para llevarte dentro de ti, y para llevarte más allá.

Lo primero que hay que aprender es a respetar el cuerpo, a ol­vidar todas las tonterías que te han enseñado sobre el cuerpo. De otra forma nunca entrarás en la acción, y nunca entrarás en ti, y nunca entrarás más allá. Empieza por el principio. El cuerpo es tu principio.

Hay que purificar el cuerpo de muchas represiones. Es necesa­ria una gran catarsis para el cuerpo. El cuerpo se ha envenenado porque has estado contra él; lo has reprimido de muchas formas. Tu cuerpo está existiendo al mínimo nivel, por eso eres tan desdi­chado. El tantra dice que la dicha sólo es posible cuando existes al máximo nivel, nunca antes. La dicha sólo es posible cuando vives intensamente. ¿Cómo vas a vivir intensamente si estás en contra del cuerpo?

Estás siempre tibio. El fuego se ha enfriado. A lo largo de los siglos han destruido el fuego. Hay que reavivar el fuego. El tantra dice: primero purifica el cuerpo, purifícalo de todas las represiones. Deja que fluya la energía del cuerpo, elimina todo lo que lo blo­quea.

Es muy difícil encontrar una persona que no tenga la energía bloqueada, es muy difícil encontrar una persona cuyo cuerpo no esté tenso. Afloja esa tensión, esa tensión está bloqueando tu ener­gía. No puede fluir con esa tensión.

¿Por qué todo el mundo está tan tenso? ¿Por qué no puedes re­lajarte? ¿Has visto un gato durmiendo, echando una siesta por la tarde? Qué sencillamente y con cuánta belleza se relaja el gato. ¿No te puedes relajar de la misma manera? Das vueltas y más vueltas en la cama, no puedes relajarte. Y la belleza de la relajación del gato es que se relaja completamente y, sin embargo, está perfectamen­te alerta. Cualquier ligero movimiento en la habitación, y abrirá los ojos, saltará y estará listo. No es que simplemente duerma. La manera de dormir del gato es algo que se debe aprender, el hom­bre lo ha olvidado.

El tantra dice: aprende de los gatos, cómo duermen, cómo se relajan, cómo viven sin tensiones. Y todo el mundo animal vive de esa manera, sin tensiones. El hombre tiene que aprenderlo, porque el hombre ha sido condicionado erróneamente. El hombre ha sido programado erróneamente.

Desde la misma infancia te han programado para estar tenso. No respiras, por miedo. Por miedo a la sexualidad la gente no res­pira, porque cuando respiras profundamente, tu respiración va exactamente al centro sexual y lo activa, lo masajea desde dentro, lo excita. Como te han enseñado que el sexo es peligroso, todo niñoempieza a respirar de manera superficial, colgado sólo en el pecho. Nunca va más allá del pecho, porque si va más allá, de pronto hay excitación: se excita la sexualidad y surge el miedo. En cuanto res­piras profundamente, se libera energía sexual.

La energía sexual tiene que ser liberada. Tiene que fluir por todo tu ser. Entonces tu cuerpo se volverá orgásmico. Pero te da miedo respirar, tanto miedo que casi la mitad de tus pulmones está llena de dióxido de carbono... Hay seis mil hendiduras en los pul­mones y normalmente tres mil de ellas nunca se limpian; perma­necen siempre llenas de dióxido de carbono. Por eso estás tan apa­gado, por eso no pareces alerta, por eso es difícil la conciencia. No es por accidente que tanto el yoga como el tantra enseñan a respi­rar profundamente, pranayama, para descargar a tus pulmones del dióxido de carbono. El dióxido de carbono no es para ti, hay que eli­minarlo continuamente. Tienes que respirar aire nuevo, fresco, tie­nes que respirar más oxígeno. El oxígeno creará tu fuego interno, el oxígeno te pondrá en llamas. Pero el oxígeno inflamará también tu sexualidad. Así que sólo el tantra puede permitirte la respiración realmente profunda; ni siquiera el yoga te puede permitir la respi­ración realmente profunda...

Sólo el tantra te permite el ser total y el flujo total. El tantra te da una libertad incondicional, no importa quién seas ni qué puedas ser. El tantra no te pone límites; no te define, simplemente te da una libertad total. El razonamiento es que cuando eres totalmente libre, las posibilidades son enormes.

Esto es lo que he observado: que la gente sexualmente repri­mida pierde su inteligencia. Sólo las personas muy, muy vivas se­xualmente son inteligentes. Así que la idea de que el sexo es pecado debe haber dañado la inteligencia, debe de haberla dañado mu­chísimo. Cuando realmente estés fluyendo, y tu sexualidad no ten­ga ninguna lucha ni conflicto contigo, cuando cooperes con ella, tu mente funcionará a su nivel óptimo. Serás inteligente, estarás alerta, vivo.

Hay que hacerse amigo del cuerpo, dice el tantra.

¿Tocas tu cuerpo alguna vez? ¿Sientes tu cuerpo alguna vez, o es como si estuvieras encerrado en algo muerto? Eso es lo que está sucediendo. La gente está casi paralizada; llevan el cuerpo como un cofre. Es pesado, estorba, no te ayuda a comunicarte con la reali­dad. Si dejas que la energía del cuerpo fluya desde los dedos de lospies a la cabeza, si das libertad total a su energía —la bioenergíaserás un río, y no sentirás el cuerpo en absoluto. Te sentirás casi como si no tuvieras cuerpo. Si no luchas con el cuerpo, no lo sien­tes. Si luchas con el cuerpo, el cuerpo se vuelve una carga. Y si lle­vas el cuerpo como una carga nunca puedes llegar a Dios.

El cuerpo tiene que volverse ingrávido, para que casi empieces a caminar por encima de la Tierra: esta es la manera tántrica de ca­minar. Eres tan ingrávido que no hay gravitación, simplemente vuelas. Pero eso surge de una gran aceptación.

Te va a resultar difícil aceptar tu cuerpo. Lo condenas, estás siempre encontrándole defectos. Nunca lo aprecias, nunca lo amas, y luego quieres un milagro: que llegue alguien y ame tu cuerpo. Si tú mismo no puedes amarlo, nadie lo amará, porque tu vibración ahuyentará a la gente.

Te enamoras de una persona que se ama a sí misma, nunca es de otra forma. El amor tiene que dirigirse primero a uno mismo, sólo desde este centro pueden surgir otros tipos de amor. No amas tu cuerpo. Lo ocultas de mil y una maneras. Ocultas el olor de tu cuerpo, ocultas tu cuerpo con ropa, ocultas tu cuerpo con adornos. Tratas de crear una belleza que sientes continuamente que no tie­nes, y en ese esfuerzo mismo te vuelves artificial.

Piensa en una mujer con los labios pintados... es pura fealdad. Los labios deberían ser rojos por vitalidad, no por pintarlos. Debe­rían estar vivos por amor, deberían estar vivos porque tú estás viva. Pero, por pintarte los labios... crees que te estás embelleciendo.

Sólo las personas que están muy conscientes de su fealdad van a los salones de belleza; si no, no es necesario. ¿Has encontrado alguna vez un pájaro que sea feo? ¿Has encontrado alguna vez un ciervo que sea feo? Nunca sucede. Ellos no van a ningún salón de belleza y no consultan a ningún experto. Simplemente se aceptan a sí mis­mos y son bellos en su aceptación. El hecho mismo de aceptarse los llena de belleza.

En cuanto te aceptas a ti mismo eres bello. Cuando estás en­cantado con tu propio cuerpo, encantas también a los demás. Mu­cha gente se enamorará de ti, porque tú mismo te amas. Ahora es­tás enfadado contigo mismo. Sabes que eres feo, sabes que eres repulsivo, horrible. Esta idea ahuyentará a la gente, esta idea no les ayudará a enamorarse de ti; los mantendrá apartados. Incluso si se acercan a ti, en cuanto sientan tu vibración, se alejarán.

No es necesario perseguir a nadie. La persecución surge sólo porque no nos hemos amado a nosotros mismos. De otra formadla gente viene. Les resulta casi imposible no amarte si tú te amas a ti mismo.

¿Por qué vino tanta gente a Buda, y por qué vino tanta gente a Jesús? Ellos se amaban a sí mismos. Se amaban tanto y estaban tan encantados con su ser que es natural que cualquiera que pasaba se sintiera atraído por ellos. Atraían como un imán. Estaban tan en­cantados con su propio ser... ¿cómo vas a eludir ese encanto? Sim­plemente estar allí era una dicha tan grande...

El tantra te enseña lo primero: sé amoroso con tu cuerpo, haz­te amigo de tu cuerpo, honra tu cuerpo, respeta tu cuerpo, cuida tu cuerpo, es el regalo de Dios. Trátalo bien, y te revelará grandes misterios. Todo tu crecimiento depende de cómo te relaciones con tu cuerpo.

Y luego, lo segundo de lo que habla el tantra es de los sentidos. De nuevo, las religiones están contra los sentidos. Tratan de em­botar los sentidos y la sensibilidad. Y los sentidos son tus puertas de la percepción, los sentidos son las ventanas a la realidad. ¿Qué es tu ojo? ¿Qué son tus oídos? ¿Qué es tu nariz? Ventanas a la rea­lidad, ventanas a Dios. Si ves correctamente, verás a Dios en todas partes. Así que no hay que tener los ojos cerrados, hay que abrir los ojos correctamente. No hay que destruir los ojos. No hay que des­truir los oídos porque todos estos sonidos son divinos.

Estos pájaros están cantando mantras. Estos árboles están dando sermones en silencio. Todos estos sonidos son Suyos, y to­das las formas son Suyas. Así que si no tienes sensibilidad, ¿cómo vas a conocer a Dios? Y tienes que ir a la iglesia, al templo para en­contrarlo... y Él está en todas partes. ¿Vas a un templo hecho por el hombre, a una iglesia hecha por el hombre, a encontrar a Dios? El hombre parece ser tan estúpido. Dios está en todas partes, vivito y coleando por todas partes. Pero para eso necesitas sentidos limpios, sentidos purificados.

Así que el tantra enseña que los sentidos son las puertas de la percepción. Se han embotado. Tienes que librarte de ese embota­miento, hay que limpiar tus sentidos. Tus sentidos son como un es­pejo que se ha embotado porque ha almacenado mucho polvo. Hay que limpiar el polvo.

Observa cómo el tantra trata todo. Otros dicen: ¡Embota tus sentidos, mata tu gusto! Y el Tantra dice: Saborea a Dios en todos los gustos. Otros dicen: Mata tu capacidad de tocar. Y el tantra dice: fluye totalmente en tu tacto, porque todo lo que tocas es divino. Es una inversión total de lo que llamáis religiones. Es una revolución radical, desde las mismas raíces.

Toca, huele, saborea, ve, oye tan totalmente como puedas. Ten­drás que aprender ese lenguaje, porque la sociedad te ha engaña­do; te ha hecho olvidar.

Cada niño nace con sentidos preciosos. Observa a un niño. Cuando mira algo, está completamente absorto. Cuando está ju­gando con sus juguetes, está totalmente absorto. Cuando mira, es sólo los ojos. Mira los ojos de un niño. Cuando oye, es sólo los oí­dos. Cuando come algo, está sólo en la lengua. Es sólo el gusto. Ob­serva a un niño comiendo una manzana. ¡Con qué entusiasmo! ¡Con cuánta energía! ¡Con qué deleite! Observa a un niño corrien­do tras una mariposa en el jardín... tan absorto que incluso si Dios estuviera a su alcance, no iría hacia allí. Un estado tan tremendo, meditativo, y sin esfuerzo. Observa a un niño cogiendo conchas en la playa como si estuviera cogiendo diamantes. Todo es precioso

cuando los sentidos están vivos. Todo está claro cuando los senti­dos están vivos.

Más adelante, el mismo niño mirará la realidad como si estu­viera oculta tras un cristal oscuro. Se ha acumulado mucho humo y polvo en el cristal, y estás oculto tras él y mirando. Por eso, todo parece apagado y muerto. Miras el árbol, y el árbol parece insulso porque tus ojos están embotados. Oyes una canción, pero no tiene ningún atractivo porque tus oídos están embotados. Puedes oír a un Buda y no serás capaz de apreciarlo, porque tu inteligencia está embotada.

Recupera tu lenguaje perdido. Siempre que tengas tiempo, da más atención a tus sentidos. Al comer, no sólo comas. Trata de aprender de nuevo el lenguaje olvidado del gusto. Toca el pan, sien­te su textura. Pálpalo con los ojos abiertos, pálpalo con los ojos ce­rrados. Cuando mastiques, mastica, estás masticando a Dios. ¡Re­cuérdalo! Será irrespetuoso no masticar bien, no saborear bien. Haz que sea una oración, y darás comienzo al surgimiento de una nue­va conciencia en ti. Aprenderás el camino de la alquimia tántrica.





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De: Athena Enviado: 10/01/2013 20:42
Toca más a la gente. Nos hemos vuelto muy susceptibles en lo referente a tocar. Si alguien te está hablando y se acerca demasia­do, empiezas a echarte hacia atrás. Protegemos nuestro territorio. No tocamos y no dejamos que los demás nos toquen. No damos la mano, no abrazamos. No disfrutamos el ser de los demás.

Acércate al árbol, tócalo. Toca la roca. Vete al río, deja que flu­ya por tus manos. ¡Siéntelo! Nada, y siente el agua de nuevo, como la siente el pez. No pierdas ninguna oportunidad de revivir tus sen­tidos. Y hay mil y una oportunidades durante todo el día. No es ne­cesario tener algo de tiempo aparte para ello. El día entero es unadiestramiento de la sensibilidad. Usa todas las oportunidades. Bajo la ducha, usa la oportunidad, siente el contacto del agua que cae sobre ti. Túmbate en el suelo, desnudo, siente la tierra. Túm­bate en la playa, siente la arena. Escucha los sonidos de la arena, escucha los sonidos del mar. Utiliza cualquier oportunidad, sólo así serás capaz de aprender de nuevo el lenguaje de los sentidos. Y el tantra sólo se puede comprender cuando tu cuerpo está vivo y tus sentidos sienten.

Libera tus sentidos de viejos hábitos. Los hábitos son una de las causas primordiales del embotamiento. Descubre nuevas maneras de hacer las cosas. Inventa nuevas maneras de amar. La gente tie­ne mucho miedo. La gente tiene hábitos fijos. Incluso cuando ha­cen el amor, lo hacen siempre en la misma posición, la «postura del misionero». Descubre nuevas maneras de sentir.

Cada experiencia tiene que ser creada con gran sensibilidad. Cuando hagas el amor a una mujer o a un hombre, haz que sea una gran celebración. Y que tenga cada vez alguna creatividad nueva. Algunas veces, baila antes de hacer el amor. A veces, reza antes de hacer el amor. A veces, corre por el bosque, y luego haz el amor. A veces, nada y luego haz el amor. Así, cada experiencia del amor creará más y más sensibilidad en ti, y el amor nunca se volverá mo­nótono y aburrido.

Descubre nuevas maneras de explorar al otro. No te estanques en rutinas. Todas las rutinas son contrarias a la vida. Las rutinas están al servicio de la muerte. Y siempre puedes inventar, no hay límites para la invención. A veces un pequeño cambio te beneficia­rá tremendamente. Siempre comes a la mesa. A veces, vete al cés­ped, siéntate en el césped y come ahí. Y te quedarás muy sorpren­dido, es una experiencia totalmente diferente. El olor de la hierba recién cortada, los pájaros revoloteando a tu alrededor y cantando, y el aire fresco, y los rayos del Sol, y la sensación de la hierba hú­meda debajo. No puede ser la misma experiencia que cuando te sientas en una silla a tu mesa. Es una experiencia totalmente dife­rente.

Prueba a veces comer desnudo, y te sorprenderás. Tan sólo un pequeño cambio —no gran cosa, estás comiendo desnudo—, pero tendrás una experiencia totalmente diferente, porque le has añadi­do algo nuevo. Si comes con cuchara y tenedor, a veces come con las manos, y tendrás una experiencia diferente. Tu tacto aportará una nueva calidez a la comida. Una cuchara es una cosa muerta. Cuando comes con una cuchara o un tenedor, estás muy lejos. Ese mismo miedo a tocar algo, ni siquiera se puede tocar la comida. Te perderás su textura, su tacto, su sensación. La comida tiene tanta sensación como sabor.

Se han hecho muchos experimentos en Occidente en torno al hecho de que cuando disfrutamos de algo, no somos conscientes de muchas cosas que contribuyen a la experiencia. Por ejemplo, cie­rra los ojos y la nariz, y come cebolla. Dile a alguien que te la dé sin decirte qué es, si es una cebolla o una manzana. Te resultará muy difícil distinguir la diferencia si la nariz está totalmente tapa­da y los ojos cerrados, cubiertos. Te resultará imposible decidir si es una cebolla o una manzana, porque el sabor no es sólo el sabor; el 50 por 100 viene de la nariz. Y los ojos contribuyen mucho. No es sólo el gusto; todos los sentidos contribuyen. Cuando comes con las manos, tu tacto contribuye. Tendrá mas sabor. Será más huma­no, más natural.

Descubre nuevas maneras de hacerlo todo.

El tantra dice: Si puedes seguir descubriendo nuevas maneras cada día, tu vida será siempre emocionante, una aventura. Nunca te aburrirás: una persona aburrida es una persona irreligiosa. Siempre tendrás curiosidad por saber, siempre estarás listo para buscar lo desconocido y lo poco corriente. Tus ojos permanecerán despejados y tus sentidos permanecerán despejados, porque cuan­do estás siempre listo para buscar, explorar, descubrir, no puedes embotarte, no puedes volverte estúpido.

Los psicólogos dicen que a los siete años comienza la estu­pidez. Comienza hacia los cuatro años, pero a los siete es ya muy, muy evidente. Los niños empiezan a volverse estúpidos antes de los siete años. De hecho, el niño aprende la mitad de todo lo que va a aprender en su vida antes de cumplir siete años. Si va a lle­gar a los setenta, en los sesenta y tres años que le quedan apren­derá sólo el 50 por 100; la otra mitad ya la ha aprendido. ¿Qué su­cede? Se embota, deja de aprender. Si piensas desde el punto de vista de la inteligencia, hacia los siete años el niño comienza a hacerse viejo. Físicamente envejecerá más tarde —empezará a de­caer a partir de los treinta y cinco—, pero mentalmente ya está decayendo.

Te sorprenderá saber que tu edad mental, la edad mental me­dia, es de doce años. La gente no crece más, se estanca ahí. Por eso ves tanto infantilismo en el mundo. Insultas a alguien de sesenta años y en cuestión de segundos es un niño de doce años. Y se com­porta de tal manera que te resulta difícil creer que semejante per­sona adulta pueda ser tan infantil.

La gente siempre está lista para retroceder. Su edad mental es muy superficial, siempre a punto de surgir. Rasca un poco, y sale su edad mental. Su edad física no tiene mucha importancia. La gente muere infantil; nunca crece.

El tantra dice: Aprende nuevas maneras de hacer las cosas, y li­bérate de los hábitos todo lo que puedas. Y dice también: No imi­tes; si no, tus sentidos se embotarán. No imites. Descubre formas de hacer las cosas a tu manera. Pon tu firma en todo lo que hagas.

He oído que:

Mulla Nasrudin tiene un loro muy salido. El loro estaba di­ciendo obscenidades continuamente, sobre todo cuando había visi­ta, y Mulla estaba muy preocupado. Se estaba volviendo horrible. Finalmente, alguien sugirió que lo llevase al veterinario.

Y eso es lo que hace. El veterinario examina al loro a fondo y dice: «Bueno, Nasrudin, tienes un loro cachondo. Yo tengo una hembra muy dulce y joven. Por quince rupias tu pájaro puede en­trar en la jaula con el mío.»

El loro de Mulla está escuchando desde la jaula. Y Mulla dice: «Dios, no sé... ¿quince rupias?»

El loro dice: «Venga, venga, Nasrudin, ¡qué demonios!» Por fin el Mulla dice: «De acuerdo», y le da quince rupias al veterinario.

El veterinario coge el pájaro, lo mete en la jaula de la hembra y cierra la cortina. Los dos hombres se sientan a esperar. Hay un momento de silencio, y luego, de pronto: «¡Cua! ¡Cua! ¡Cua!» Hay plumas saliendo por encima de la cortina.

El veterinario dice: «¡Santo cielo!», y corre a abrir la cortina. El pájaro macho tiene a la hembra al fondo de la jaula sujeta con una garra, y con la otra le está arrancado todas las plumas, gritan­do encantado: «Por quince rupias te quiero desnuda, ¡desnuda!»

Entonces, al ver al veterinario y a su dueño, da un grito de ale­gría y dice: «¡Eh, Nasrudin! ¿no es así como tú también te lo haces con las mujeres?»

Incluso un loro puede aprender los modos humanos, puede imitar, puede volverse neurótico. Ser imitativo es ser neurótico. La única manera de conservar la cordura en el mundo es ser indivi­dual, auténticamente individual. Ser tu propio ser.

Así que lo primero que dice el tantra es que hay que purificar el cuerpo de represiones.

Segundo, hay que reavivar de nuevo los sentidos.

Siempre que puedas, relájate. Siempre que puedas, deja la men­te de lado. Ahora estás diciendo: «Eso es fácil decirlo, pero ¿cómo de­jar la mente de lado? La mente sigue y sigue.» Hay una manera.

El tantra dice: observa con tres conciencias. Conciencia núme­ro uno: deja que la mente corra, deja que esté llena de pensamien­tos; simplemente observa, sin involucrarte. No es necesario preocu­parse por la mente, sólo observa. Simplemente sé un observador, y poco a poco verás que empiezan a surgir en ti pausas de silencio. En­tonces, la conciencia número dos: cuando te des cuenta de que han empezado a surgir pausas, hazte consciente del observador. Ahora observa al observador y empezarán a surgir nuevas pausas. El obser­vador empezará a desaparecer, igual que los pensamientos. Un día, el pensador también empieza a desaparecer. Entonces surge el verda­dero silencio. Con la tercera conciencia, tanto el objeto como el su­jeto han desaparecido; has entrado en el más allá.

Cuando se consiguen estas tres cosas —el cuerpo purificado de represiones, los sentidos liberados del embotamiento, la mente li­berada del pensamiento obsesivo—, surge en ti una visión libre de toda ilusión: esa es la visión tántrica.


Tienes una idea determinada de cómo debería ser el cuerpo, y si tienes alguna idea, sufrirás. El cuerpo es como debería ser. Si tie­nes alguna idea, sufrirás, así que deja esa idea.

Este es el cuerpo que tienes; este es el cuerpo que te ha dado Dios. Úsalo... ¡disfrútalo! Y si empiezas a amarlo, verás que cambia, porque si una persona ama su cuerpo, empieza a cuidarlo, y esos cuidados lo implican todo. Entonces no lo atiborras de comida in­necesaria, porque lo cuidas. Entonces no lo matas de hambre, por­que lo cuidas. Escuchas lo que te pide, escuchas sus pistas, lo que quiere, cuando lo quiere.

Cuando lo cuidas, cuando lo amas, te armonizas con el cuerpo, y automáticamente el cuerpo se pone bien.

Si no te gusta tu cuerpo, eso creará el problema, porque en­tonces, poco a poco, te volverás indiferente al cuerpo, no lo aten­derás, porque ¿quién cuida al enemigo? No lo mirarás; lo evitarás. Dejarás de escuchar sus mensajes, y entonces lo odiarás más.

Y eres el que está creando todo el problema. El cuerpo nun­ca crea ningún problema; es la mente la que crea problemas. Es una idea de la mente. Ningún animal sufre por ninguna idea sobre su cuerpo, ningún animal... ¡ni siquiera el hipopótamo! Ninguno sufre, son muy felices porque no tienen mente que pueda crear esa idea; de otra forma, el hipopótamo pensará: «¿Por qué soy de esta forma?» No hay problema.

Abandona el ideal. Ama tu cuerpo, es tu cuerpo, es un regalo de Dios. Tienes que disfrutarlo y tienes que cuidarlo. Cuando lo cuidas, haces ejercicio, comes, duermes. Lo cuidas porque es tu instrumento, igual que el coche que limpias, al que escuchas cual­quier zumbido para ver si algo está mal, ¿eh? Te importa incluso que aparezca algún rasguño en la carrocería. Cuida también tu cuerpo y será perfectamente bello, ¡ya lo es! Es un mecanismo tan hermoso, y tan complejo, y trabaja de una manera tan eficiente que sigue funcionando durante setenta años; te sigue sirviendo. Debe­ríamos estar agradecidos al cuerpo.

Simplemente cambia de actitud y verás que en seis meses tu cuerpo habrá cambiado de forma. Es casi como cuando te enamo­ras de una mujer y ves: ella inmediatamente se vuelve bella. Puede que no cuidara de su cuerpo hasta entonces, pero cuando un hom­bre se enamora de ella, empieza a cuidarse. Pasa horas delante del espejo... ¡porque alguien la ama! Sucede lo mismo: ama tu cuerpo y verás que tu cuerpo empieza a cambiar. Es amado, lo cuidan, lo necesitan. Es un mecanismo muy delicado, la gente lo usa muy cruelmente, violentamente. ¡Cambia de actitud y verás



 
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