El inconsciente no es realmente inconsciente; más bien, es menos consciente. De modo que la diferencia entre consciente e inconsciente es sólo una diferencia de grados. No son extremos opuestos; están unidos, relacionados.
Debido a nuestro falso sistema de lógica, lo dividimos todo en extremos opuestos. La lógica dice sí o no, o luz u oscuridad. Por lo que a la lógica respecta no hay nada intermedio. Pero la vida ni es blanca ni negra; más bien, es una enorme gradación de grises.
Así que cuando digo "consciente" e "inconsciente", no quiero decir que los dos estén en oposición. Para Freud, el consciente es consciente, y el inconsciente es inconsciente; es la diferencia entre blanco y negro, entre sí y no, entre vida y muerte. Pero cuando yo digo "inconsciente", quiero decir "menos consciente". Cuando yo digo "consciente" quiero decir "menos inconsciente". Se superponen entre sí.
¿Cómo podemos encarar el inconsciente? Según Freud el encuentro es imposible. Si le preguntaras a Freud cómo encarar el inconsciente te diría, "Es una estupidez; no puedes encontrarte cara a cara con él. Y si lo haces, es el consciente, porque el encarar es un fenómeno consciente". Pero si me preguntas a mí cómo encarar el inconsciente te diré, "Existen métodos para encararlo". Para mí, lo primero que hay que saber es que "inconsciente" simplemente significa "menos consciente". De modo que si creces en consciencia, podrás encararlo.
En segundo lugar, consciente e inconsciente no son límites fijos. Cambian a cada instante, de igual modo que las pupilas de tus ojos. Si hay más luz, la pupila se cierra; si hay menos luz, se abre. Eso crea constantemente un equilibrio con la luz del exterior. Y tu consciencia está constantemente cambiando de la misma forma. En realidad, es muy importante comprender el fenómeno de la consciencia a través de la analogía del ojo, porque la consciencia es el ojo interior, el ojo del alma. Por eso, al igual que tu ojo, tú consciencia está constantemente expandiéndose o encogiéndose.
Por ejemplo, si estás enfadado te vuelves más inconsciente. La inconsciencia se ha extendido y solamente una muy pequeña parte de ti permanece consciente. A veces incluso esa parte no está ahí y te vuelves completamente inconsciente. Por otra parte, en un accidente repentino—si estás en la carretera y de repente presientes que va a ocurrir un accidente; estás a las puertas de la muerte— te vuelves completamente consciente y la inconsciencia desaparece. De repente toda la mente es consciente. Así que este cambio está ocurriendo continuamente.
Cuando digo "consciente" e "inconsciente", no quiero decir que existan unos límites fijos entre los dos. No hay ninguno; es un fenómeno fluctuante. Depende de si tú eres menos consciente o más consciente. Tú puedes crear consciencia, puedes adiestrarte y disciplinarte a ti mismo buscando más consciencia o menos consciencia.
Si practicas para obtener menos consciencia nunca serás capaz de encarar el inconsciente. En realidad, serás incapaz de hallarlo. Cuando alguien ingiere drogas o algún intoxicante, está entrenando su mente para ser totalmente inconsciente. Cuando te vas a dormir, o si eres hipnotizado, o si te hipnotizas a ti mismo, pierdes consciencia. Existen muchas maneras y muchas de las formas que te ayudan a volverte más inconsciente reciben el nombre de prácticas religiosas. Cualquier cosa que genere aburrimiento crea inconsciencia.
Existen muchos métodos para ayudarte a encarar el inconsciente. Te sugeriré un simple ejercicio que te ayudará a encararlo.
Por la noche, antes de acostarte, cierra las puertas de tu habitación y pon un gran espejo delante de ti. La habitación ha de estar completamente a oscuras. Enciende una pequeña llama junto al espejo de tal forma que la llama no se refleje directamente en el espejo. Es tu cara la que se ha de reflejar en el espejo, no la llama.
Contempla constantemente tus propios ojos en el espejo. No parpadees. Es un experimento de cuarenta minutos y al cabo de dos o tres días serás capaz de mantener tus ojos sin parpadear durante los cuarenta minutos. Incluso si brotan las lágrimas, déjalas que broten, pero no parpadees y sigue contemplando tus ojos.
A los dos o tres días te harás consciente de un fenómeno muy extraño: tu cara empezará a adoptar nuevas formas. Puede que te asustes. La cara en el espejo empezará a cambiar; a veces, una cara muy distinta estará allí; una que nunca supiste que fuera tuya. Pero todas esas caras que surgen te pertenecen. Ahora la mente subconsciente está empezando a explotar; esas caras con esas máscaras, son tuyas. Y puede que incluso veas una cara que te perteneció en una vida pasada.
Después de una semana de práctica constante, de observar cada noche durante cuarenta minutos, tu cara será un flujo constante. Muchas caras aparecerán y desaparecerán constantemente. Después de las tres semanas no serás capaz de recordar cuál es tu rostro. No serás capaz de recordar tu propia cara, porque habrás visto muchas caras muy diferentes aparecer y desaparecer.
Si continúas, día tras día, después de tres semanas más o menos, sucederá la cosa más extraña: de repente no habrá cara en el espejo. El espejo estará vacío. Estarás contemplando el vacío; allí no habrá rostro alguno.
¡Este es el momento! Cierra tus ojos y encara el inconsciente. Cuando no haya cara en el espejo, simplemente cierra los ojos. Es el momento más importante; cierra los ojos, mira hacia dentro, y encararás el inconsciente. Estarás desnudo, completamente desnudo, tal y como eres; todos los engaños desaparecerán.
Esta es tu realidad, pero la sociedad ha creado muchas estratos para que tú no te des cuenta. Y una vez que te conoces a ti mismo en tu desnudez, en toda tu desnudez, empezarás a ser una persona distinta. Entonces no podrás engañarte a ti mismo; ahora sabrás quién eres.
A menos que sepas qué eres, nunca podrás ser transformado. Solamente puede transformarte esa desnuda realidad. Y, de hecho, simplemente la voluntad de transformación provocará la transformación.