Mi bien se multiplica al centrar mi atención en la gratitud.
Los sucesos de mi vida diaria compiten por mi atención, y sé que en lo que enfoco mi atención se expande. Para poder disfrutar de mayor paz y gozo, centro mi atención en Dios. Cada día, tomo la decisión de utilizar mi tiempo y mi energía de maneras que apoyan mi vida.
Estoy plenamente presente en cada momento. Hago una pausa para admirar un amanecer glorioso o una obra de arte. También tomo tiempo para estar solo y honrar el regalo de mi vida. Dedico tiempo cada día para comulgar con Dios en oración y meditación.
Al enfocar mi atención en el bien interno y a mi alrededor, éste se multiplica. ¡Soy bendecido inmensurablemente! Gracias, Dios.
La bendición del Señor es riqueza que no trae dolores consigo.—Proverbios 10:22
Hoy celebro a las madres en todas partes —biológicas, adoptivas y especialmente mi propia madre. Honro a las mujeres que abren caminos, proveen cuidados, sirven de mentoras y cuidan de otros. Aprecio la madre naturaleza en toda su gloria. Las cualidades maternas espirituales contribuyen a la paz, la curación y el gozo en el mundo y en mi vida.
Tomo un momento para recordar un instante en el que consolé a un niño. Quizás lo escuché, lo abracé o compartí palabras de aliento. Traigo a la memoria recuerdos de cuando alguien me abrazó haciéndome sentir amado y apoyado. Siento gratitud por las cualidades espirituales femeninas que enriquecen mi vida y las vidas de seres queridos.
Sí, yo la bendeciré, y ella será la madre de las naciones.—Génesis 17:16
Al observar un amanecer o la majestuosidad de una montaña, percibo vívidamente la presencia de Dios. Al leer acerca de personas quienes ayudan a los demás, veo a Dios en acción. Soy inspirado a seguir el ejemplo de las personas generosas a mi alrededor —prestar el mayor servicio posible compartiendo mis dones.
Al orar, busco la guía del Espíritu. Tengo presente que mi amor, mis palabras y mis acciones son las mejores herramientas para llevar a cabo la obra de Dios. Tal como sale el sol al amanecer, puedo decir palabras que le iluminen el día a alguien. Igual que la montaña, puedo ser una roca firme para quien lo necesite. Mantengo la intención de ser Dios en acción en todo aspecto de mi vida.
Proclamaré el nombre del Señor: ¡reconozcan la grandeza del Dios nuestro!—Deuteronomio 32:3
Tal vez olvide dar gracias por uno de mis mayores regalos: la libertad. Soy libre para creer en lo que desee y para adorar a Dios donde desee. Soy libre para viajar y expresarme. Más importante aún, soy libre para elegir mis reacciones.
En el Silencio, dejo ir el temor, las preocupaciones y el dolor. Libero cualquier opinión o punto de vista negativo acerca de mí y reclamo mi potencial divino.
Mi corazón se expande con gratitud al vincularme con esa parte de mí que no conoce límites —mi ser espiritual. Afirmo: Soy libre para elegir mis pensamientos y respuestas y alinear mis sueños con el mayor bien. Me regocijo en la presencia del Espíritu libre en mí y reclamo mi potencial infinito.
Así que, si el Hijo los hace libres, ustedes serán verdaderamente libres.—Juan 8:36