Si centro mi atención en la gratificación instantánea, puedo perder el aprecio por el viaje en sí. Hoy elijo ser paciente con el proceso y celebrar cada acontecimiento a lo largo del camino según voy en pos de mis metas.
Aprendo a valorar el propósito del tiempo que pueda tomar el llevar a cabo mi visión, y confío en que lo Divino está en los detalles, ideando el mejor resultado posible para mí. No me preocupo ni me apuro. Tengo fe en que cada detalle caerá en su lugar en el momento correcto y perfecto.
Me permito disfrutar de la emoción y de la anticipación que vienen junto con la paciencia. Confío en que lo que se revelará al final es la culminación perfecta de mi visión divina.