Cuando el mundo está lleno de sonidos clamorosos, puede que pierda noción de mi intención. Mi energía se disipa si presto atención a la algarabía, permito que las noticias me abatan o me preocupo acerca de mis finanzas. En mi santuario interno, encuentro consuelo y solaz. Tomo tiempo para ir a un lugar callado. Respiro profunda y pausadamente, aquieto mis pensamientos y libero toda preocupación, apego o temor. Creo un espacio sagrado para escuchar.
En el Silencio, entrego todas mis inquietudes y deseos a Dios. Encuentro en mí la paz y la gracia que necesitaba. Según presto atención, edifico mi confianza en la Presencia divina. Mi fe es renovada al reconocer todo lo que percibí en contemplación callada. Regreso a mis actividades alentado y centrado.