Mi fe en la bondad del mundo, de los demás, de mí mismo y de Dios, comienza con la esperanza. Tal vez a la esperanza sea a lo único que pueda acudir después de un período de duda o decepción. Al sentirme esperanzado, comienzo a creer que mejores resultados están a mi alcance.
Mis sentimientos de esperanza me guían a la fe, a la certeza de que el bien que antes solo podía percibir es realmente la naturaleza de la vida. Con fe, ahora dirijo mis pensamientos hacia la bondad, la salud y los deseos de mi corazón. Con gratitud por mi despertar, utilizo la fe para disipar la duda y la limitación. Mantengo pensamientos positivos. Siento en mi alma que el bien que deseo ya es mío. Con fe inquebrantable y gratitud profunda, lo declaro ahora.