Háblate con ternura
"Si tu no estás de tu lado, ¿Quién va a estarlo?" Sabias palabras.
Tienes todo el derecho a no ser perfecto. No digas: "Fracasé", ni te consideres un fracaso. Dí, en cambio: "Cometí un error". Cometer errores es muy humano y corregible. Si un amigo se equivoca, lo consolarás: "Cálmate, equivocarse es humano". A un simple desconocido le diras: "perdonar es propio de dioses".
Muestra por ti mismo la misma consideración. Recuerda, que al fin y al cabo, la persona con la que debes convivir y con la que puedes contar eres tú mismo. De manera que no te conviertas en tu propio enemigo.
Si puedes perdonarte haber conducido mal una situación, no significa necesariamente que te estás justificando. No significa que estés inventando una coartada para escaparte de la responsabilidad. Significa que reconoces que eres tan falible como cualquier otra persona. Con esta actitud, puedes decidirte a hacerlo mejor la próxima vez.
Afrontarás la próxima tarea con autoestima y confianza, en lugar de autodesprecio y pesimismo. No estás ignorando tus faltas, más bien estás demostrando respeto por tus habilidades. Observa tus fracasos y logros en una proporción sensata.
Cuando te descubras regañandote: "¡Estúpido! ¡Tonto! ¡Idiota!, sólo dí: ¡Un momento! ¡Estás hablando de mi mejor amigo!"
Háblate con ternura. Si sientes que debes descargarte, hazlo riéndote. Bromea contigo mismo, siente la diferencia en tu interior entre cuando dices algo comprensivo y cuando te desprecias a ti mismo. Cuando te perdonas y comprendes, te sientes empapado en una especie de bálsamo sedante. Pero cuando eres duro y te condenas, sientes como el ácido corroe tus entrañas.
Cuando cometes un error y te maldices, es como echar leña al fuego. En su lugar, intenta un poco de ternura. Utiliza un poco de agua para apagar el fuego.
Cuando Henry Ford II despidió a Lee Iacocca de su puesto de gerente de la compañia Ford Motor, Iococca no se torturó. No se dijo: " ¿Qué es lo que hago mal? No tengo nada que hacer en la industria del automovil".
En lugar de eso, Lee se habló con ternura. Se aferró a su respeto y confianza en sí mismo, y reconoció que, si bien a veces cometía errores, también tomaba muchas decisiones sabias. Siguió adelante, impávido ante el fracaso con la Ford, y se dedicó a salvar la Corporación Chrysler.
Penelope Russianoff