El título tiene que ver con que lo que era una sensación, pasó a convertirse en la más patética de las certezas. De otro modo, y a la luz de los acontecimientos que tienen a uno por protagonista principal, resulta imposible ensayar otro, sin caer en lo que bien podría denominar “la más extrema bruta necedad”.
La muerte natural, que involucra no solo a aquellas consecuencia del inexorable paso de los años, sino también a las que derivan de accidente o enfermedad, se encuentra en el otro extremo de la vida, cuyo origen es el nacimiento. Todos, inexorablemente, y así parezca que algunos no lo entienden así, estamos predestinados a semejante desenlace, que será más o menos doloroso, de acuerdo a la edad o las causales que hayan hecho más o menos agónico ese final. Le ruego sepa disculpar; ocurre que la realidad me obliga a adentrarme en consideraciones que debería dar por “obvias”; una realidad que además me indica que bien le puedo estar hablando a un retardado, Ud., capaz “de aguardar sentado que le toque el turno”, cuando el turno no tiene nada que ver con la naturaleza, o quizá y para mejor decir, con la ley de la vida que como ninguna otra nos discrimina, habida cuenta que no todos morimos por la misma causa, ni lapso de vida transcurrido. ¿Me entiende? ¡De la manera que me mira, intuyo que no entiende un carajo; no se haga mala sangre!, es Ud. consecuente con sus actitudes. Sigo de todas maneras, en la esperanza de que una mínima “laguna” de sensatez socave su atrofiado “mate”, ese que carece de bombilla, pero al que seguramente le sobran las yerbas recetadas por el siquiatra, al que tiene la dicha y la desdicha de poder asistir. ¿Hace falta que se lo explique? ¡Ud. se ha quedado dormido!... en realidad, Ud. “sigue dormido”, circunstancia que de algún modo, le convierte en “víctima inimputable”. Ésta es nueva, ¿le gusta? Bien, gracias.
La muerte por asesinato u homicidio, es aquella que un sujeto le provoca a otro, sin tener autoridad para ello. Esto no voy a intentar siquiera explicárselo, es de cierta complejidad, y mis marcadas limitaciones, seguramente me impidan hacerlo con la justeza necesaria. ¡Para que correr el riesgo!... Ud. sigue durmiendo.
¡Claro!; ocurre que con tipos como Ud., no se puede contar. ¡No es el único, quédese tranquilo!... ¡sobran, le diría! El contar, implica apenas realizar una verdadera movilización de carácter nacional con epicentro en la mismísima Plaza de Mayo, esa que debería volver a ser “la Plaza de todos”, en paz, pero con la firmeza que impone la sucesión de SEMEJANTE MASACRE, de la que las autoridades nacionales parecen no acusar recibo. ¡Una masacre de la que no se va a librar, así pertenezca al grupo de los favorecidos que pasarán del sueño pasajero y placentero, al sueño eterno, sin darse cuenta, simplemente porque a algún terrible hijo de puta, se le ocurrió sentenciarle a muerte, y seguramente pertenezca a ese otro grupo, esta vez de homicidas sin condena justa.
Ricardo Jorge Pareja