HALLOWEEN
Para los celtas, en la víspera del primero de noviembre el portal que
separaba el mundo de los vivos del mundo de los muertos se abría.
La noche del 31 de octubre se le concedía a las almas de los muertos
regresar por unas horas a sus hogares. Sin embargo, cada alma tenía
la opción de elegir si regresaba con su antiguo aspecto o si adoptaba
una distinto, podía se el de un duende, un hada, una bruja o
cualquier otro personaje de la mitología celta. Es importante tener
en cuenta que toda la cultura celta está inmersa en una visión mágica
del mundo, como consecuencia todas sus celebraciones conservan
vestigios de aquella magia y el amor por lo esotérico del pueblo
que les dio origen.
Los druidas (sacerdotes) eran los encargados de dirigir
la celebración, ordenaban al pueblo que se encendieran hogueras
en todos los hogares, mientras que ellos levantaban enormes piras
en las colinas. Cuenta la leyenda que los druidas recorrían
los poblados exigiendo en cada casa una virgen o un niño para inmolarlo
en la hoguera como sacrificio con el objetivo de calmar a los espíritus.
A las víctimas se les arrancaba la cabeza y se quemaba sus cuerpos
en las hogueras de las colinas.
Cada familia podía elegir si entregaba a la víctima que sería sacrificada,
si lo hacía los druidas dejaban un nabo encendido en el umbral
de la casa que protegería a la misma de los espíritus malignos.
Si por el contrario, la familia se negaba a entregar a alguien,
entonces los druidas marcaban la puerta de esa casa, lo que significaba
que los espíritus malignos podían entrar y hacer lo que quisieran allí.
La veracidad de esta leyenda ha sido puesta en duda por muchos
estudiosos de la cultura celta, quienes afirman que el sacrificio
se reducía sólo a animales y que nunca se inmoló a un ser humano
con motivo de la celebración de Halloween.
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