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General: LA LLORONA
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Respuesta  Mensaje 1 de 3 en el tema 
De: moni 735  (Mensaje original) Enviado: 27/10/2010 00:43
 
                                   
                                         LA LLORONA

                         

 El sol se había ocultado ya y la escasa neblina ocultaba

los últimos rayos de la claridad vespertina. El viento era escaso y
las copas verdosas de los árboles descansaban de los
corrientes monzónicas que en esa región
 húmeda solían aparecer. Una efigie caminaba con pasos
que parecían querer perdonar al campo, pensando uno y
luego el otro, una sombra tenue que pertenecía a un
 campesino lo delataba caminando por el río
cerca de la desembocadura de la laguna,
 el agua se escuchaba parsimoniosa y
 fría como invitando a ser devorada por gargantas secas y áridas
que necesitaran de ella; el campesino no dudó más,
saltando de una piedra a un tronco y de un tronco a tierra,
 se levantó el calzón de manta para evitar mojarse demasiado;
la camisa de manta color tierra acusaba de un uso
extenso por esas regiones, un cordel sobresalía
por las caderas y caía cortamente por las
asentaderas, un sombrero de paja con hilos
salientes por las orillas que apenas tapaban
 el sol, algunos rayos lograban penetrar aquellas hendiduras;
el rostro del campesino le alegaba más de cuarenta años,
 sin llegar a la vejez, las arrugas parecía caminos de arena
 marcadas por el tiempo en su rostro moreno y quemado por el sol.
Tomó un sorbo del líquido deseado y suspiró, era el final de
una larga jornada y el camino a casa estaba marcado, le
esperaba su familia, sus hijos amorosos que le sonreirían,
tal vez una cena exquisita a base de totopostes, tortillas
hechas a mano, frijoles hirvientes de
la olla, o quizás un sorbo de café que
le recordara al sabor del campo, de los
cañaverales del lugar que transformados
en parcelas consistían en la forma de vida del pueblo.
Ya casi había oscurecido, se dejaba venir una noche sin luna
y sus manos estaban a punto de desaparecer
por la oscuridad, caminó unos pasos, con
algún esfuerzo logró asirse de algunas
matas de malva para poder incorporarse
 hacia la parte alta del río. Una brisa ligera
como de un gran suspiro lo distrajo un
momento. Siguió caminando. Sus pasos
lastimaban la hojarasca que tronaba al
pasar y ponía al descubierto en donde se
 encontraba, se imaginó a su esposa
sonriendo cuando le sirviera un pocillo
de café; escuchó un ruido tras de él;
no quiso voltear aunque se detuvo
un par de segundos; no escucho nada y
 prosiguió su camino. Avanzó. Un poco más
 y volvió a escuchar el mismo ruido. Como un
pedazo de tronco al romperse. Esta vez si
volteó pero no vio nada. Hacia atrás, a
 escasos veinte metros ya se perdía la
visibilidad; podía verse algunos árboles
 macabros extender sus ramas y originar
más sombra, un poco de neblina ofrecía
 un espectáculo alterable a la vista; el
campesino siguió su camino, ya iba un
poco inquieto sin caer en la alarma.
El ruido volvió a escucharse pero esta
vez prestó la más mínima atención.
Caminó más de prisa. En la mano traía
una cantimplora cuando se acercó al agua;
 pero, ahora ya no la traía, ¡La había olvidado
en el río!, ¿Regresaría por ella? Lo dudó un i
nstante. Pero el preciado objeto era indispens
able y no podía darse el lujo de perderla. Regresó.
El camino estaba completamente oscuro.
No podía verse casi absolutamente nada.
Empezó a buscar a tientas la cantimplora.
Algo tocó que le sobresaltó. Era ropa.
Sentía algo suave y fino como la seda
 o como lana, pensó que era algún
trapo atorado allí por algún motivo.
Siguió buscando el ánfora. Escuchó el mismo
ruido que hacía unos minutos había escuchado.
 Esta vez el ruido no cesaba y se escuchó
 más fuerte; podía decirse que se aproximaba
 a él. El ruido prosiguió su marcha.
Estaba vez estaba más cerca. El campesino
 encontró el ánfora. Pero algo más lo había
encontrado a él. El ruido estaba frente a él, su
corazón se aceleró. Su pulso estaba casi por
traicionarlo. ¡El ruido se encontraba a unos
centímetros de su presencia! Su corazón latía
con fuerza. Su garganta quería gritar pero su
 mente le decía que no. Sus piernas no le
respondían, sintió cerca de su rostro una
especie de tela, ¡la misma tela que había
sentido segundo antes! El miedo se cambió
 por terror, sus ojos amenazaban con salirse de
sus cuencas al querer ver más de lo que su vista le ofrecía.
Su boca quería gritar, su cuerpo no respondía.
Un frío severo y un miedo
impresionante le
acompañaron en ese momento. Ya era de noche.
 Pero no había nadie.
Ni un alma alrededor de él. La casa más próxima estaba a más
de medio kilómetro. Entonces sucedió. Un susurro en su oído.
 Una voz de ultratumba en la cual no distinguió sonido. Solo un
 grito lacerante y escalofriante. Un ruido malévolo que desafiaba a
cualquiera a seguir en pie. Un espectro espeluznante que no
 te perdía
de vista. El campesino quiso voltear hacia otro lado. Era imposible.
 Había sucedido otra vez. Cuando él cayó al suelo con el
corazón detenido y la sombra de la muerte ya en él; un velo blanco
y escabroso y sin forma se perdió por los oscuros árboles para
no volver a ser visto, dejando tras de sí a un
hombre que jamás regresaría a su hogar.


Original de Carlo Tegoma


Imagen3moni.jpg picture by 1951_2010

 

 

 

 

 

 
  




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Respuesta  Mensaje 2 de 3 en el tema 
De: Yasuri Enviado: 27/10/2010 00:45

Respuesta  Mensaje 3 de 3 en el tema 
De: NoviaDeNadie Enviado: 28/10/2010 01:03


 
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