"A ojos de buen cubero"
Antiguamente, en los distintos reinos de la España que iba a ser, los sistemas de medidas eran deficientes e irregulares. Una de las medidas de capacidad más usadas era la cuba, recipiente cilíndrico de madera en la que se almacenaban líquidos, ya fuera agua, vino, aceite, etc. Estas cubas eran fabricadas por los cuberos, (del latín «cuparius»), los que tenían a su cargo la labor de unir las piezas de madera con listones de hierro u otro metal.
Las medidas de las cubas no eran exactamente iguales, pues dependían siempre de la pericia del cubero y de su buen tino en ceñirse al tamaño señalado por las normas dictadas en cada reino o territorio feudal.
Cuando se quería medir la capacidad de una cuba sin vaciarla, se recurría a la opinión de un cubero… Ese ha sido el origen de la frase o locución adverbial «a ojo de buen cubero» es decir, medida imprecisa, estimada, a bulto o aproximada.
Y de aquellas cubas se derivaron etimológicamente los «cubos» de los cubanos, que preferimos llamar así a los baldes.
Aportado por Alejandro Gonzalez
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