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Enviado: 31/08/2009 13:53 |



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Noche de sombras,
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sombras de noche
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Despierto estoy. Quiero dormir la sangre,
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pero sigue gritándome en las venas;
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no me deja dormir, se me revuelve
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no sé si en alborozo o si en protesta.
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Es como perro que a su dueño muerde,
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y ni caricia ni rigor le aquietan.
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O tal vez es el potro mal domado,
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que no atiende a la fusta, y se rebela.
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Se me alborota el cuerpo,
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la piel se me caldea.
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Oigo nombres al fondo de la mente,
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que toman forma en sombras o siluetas,
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me acosan, ruegan, tiran de las sábanas,
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y susurran ofertas.
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Floja, la voluntad se debilita.
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No me defiendo ya. Que me posean.
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Tantos ojos y labios entreabiertos,
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tantas manos y lenguas,
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y tantos senos sólidos, redondos…
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Se arrojan sobre mí, me manosean.
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Y de repente ya no soy el ciervo
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sin agresividad, o la gacela.
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Se me alargan las garras en los dedos,
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y los colmillos, ahora soy pantera,
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desatándose todos mis instintos,
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derramándome a chorros entre piernas
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abiertas sobre mí, desconocidas,
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en cien abrazos, penetrando grietas
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húmedas, receptoras y convulsas,
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que saben exprimir, que me doblegan.
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Lentamente las sombras
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irán desvaneciéndose. Una niebla
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viscosa, gris, envuelve el aposento.
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Vuelve el silencio. ¿Se ausentó? Las venas
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arrastran sangre ya sin fuego, y callan,
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como callan las manos de la ausencia.
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Con afabilidad me toca el sueño,
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leve tacto de seda.
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Los Angeles, 23 de junio de 2009
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