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Eterno retorno
Te quedaste tan lejos como si no vivieras, absorbiendo el aroma que a mí te entrelazaba. Me acostumbré a tu ausencia tras encender hogueras con los viejos recuerdos. Ni luto ni algazara.
Salvo la vaga idea de que una vez se ha amado, de un dolor que se vino de repente, y que luego se fue desvaneciendo, siendo al fin amputado, como el hilillo de humo que dice adiós al fuego.
Ah, los gatos humanos tenemos siete vidas, sabemos que la muerte no es meta, sino paso, que a las noches más negras siguen amanecidas, y por eso miramos sin alarma el fracaso.
Porque no hay primavera sin anterior invierno, donde duermen semillas que habrán de florecer. Alma y materia tienen como un retorno eterno, por el que en el mañana renacerá el ayer.
Y así, cada episodio doloroso o sombrío, lleva en sí mismo el germen de gozo o claridad; al amor que se muere no sucede el vacío ni es la ilusión perenne, ni la contrariedad.
Siempre habrá nuevas muertes y nuevos nacimientos, cada rosa fragante será rosa marchita, a vínculos deshechos, nuevos acoplamientos, y así va nuestra vida, por escribir y escrita.
Los Angeles, 21 de julio de 2010
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