En esa zona de indefinidos perfiles añoro tu figura, aquella de las sombras doradas, la que consumaba en perfectas sinuosidades el adormilado afán de que aquella hora no acabara. El cielo, cada vez más frío y ambiguo, revela tu retirada. Preludiar en vacíos de frías sábanas la colérica sensación de emprender el día en soledades, parece ser la consigna que el destino ha puesto para hoy. No la acepto. Salto de la cama furiosa y, de repente, me hallo en mitad de alguna parte, inmóvil. El sol está alto y me lo aclara: el día ni nada hará que regreses. El aroma a café me da esperanza. En ese instante me doy cuenta de que el "timer" de la cafetera marca la misma hora desde hace meses. Busco una taza y me siento a beberlo. Sabe a agua.