Hay días que la pena se agiganta,
recorre las arterias de mi río,
confunde mis diagramas encerrados,
retuerce mi garganta con sus manos
y muero,
agonizo lentamente,
con mi esencia vacía de estertores,
de ansiedades anémicas,
vaciándome de todo lo que he sido.
Penetro en mi coraza, apadrinada
por dioses y demonios enjaulados,
cerrándome las puertas de lo cierto,
abriéndome la puertas del averno
y expiro,
me extingo dulcemente,
con mi daga hundida en mis entrañas,
en mi alma insurrecta,
que aún quiere colmarse de alborozo.
BEATRIZ OJEDA