Cuando nos creemos dueños de la tierra, jueces de los hombres, amos y señores de la existencia, nos sentimos como cualquier otra cosa, limitada al tiempo y al espacio.
Cuando nos negamos a bucear en las aguas desconocidas del corazón, sediento de paz, de felicidad, de orientación, de sentido, cobardemente nos negamos a ir más allá del presente, de lo tangible y lo mensurable.
Le tenemos miedo a lo desconocido, al misterio, a las fantasías, a los sueños.
Nos da temor enfrentarnos a la totalidad de nosotros mismos.
Tenemos miedo de ir más allá...