La libertad es mía mediante la presencia moradora de Dios.
La libertad es tanto una realidad como un sentimiento. La realidad es algo experimentado en el mundo a mi alrededor: la habilidad de practicar la religión que elija, viajar donde lo desee y decir lo que pienso sin temor de persecución ni represalia.
El sentimiento de libertad es una experiencia en mi mente, corazón y espíritu. Siento la presencia de Dios en mí como sabiduría y paz y sé que soy guiado a través de las pruebas y tribulaciones de la vida. La presencia de Dios está conmigo a cada paso y en cada decisión. Me siento seguro y protegido.
Aunque las condiciones del mundo pueden afectar mi mundo externo, mis sentimientos son únicamente míos. Soy libre en la presencia de Dios.
Porque el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad.—2 Corintios 3:17
El poder sanador fluye por medio de mí para bendecirme y bendecir a los demás.
Una de las mejores maneras de alimentarme espiritualmente es expresando compasión. Así que determino ayudar a los demás recordándolos en mis momentos de oración. Según lo hago, descubro que una fuente de energía fluye en mí y por medio de mí. Al bendecirlos, me bendigo porque accedo el fluir del Espíritu.
Traigo a la mente a alguien que necesite oración y avivo el sentimiento de cuidado compasivo, el cual es un conducto seguro para la curación. Al hacerlo, tomo conciencia de la vida y energía que fluyen por todo mi ser. Espiritualmente soy uno con cada alma en el universo. Celebro esta unidad al sentir y reconocer el poder sanador que fluye por medio de mí para bendecir a otros.
Deseo que seas prosperado en todo, y que tengas salud, a la vez que tu alma prospera.—3 Juan 1:2