La gracia de Dios. ¿Cómo definirla? La gracia es un regalo de Dios que asegura mi bienestar. Puedo percibir este don bendito en la risa de los niños. La veo en la belleza de las montañas, de los árboles y del océano. La experimento en la sincronía de un día lleno de bendiciones inesperadas. La siento en el abrazo de un ser querido cuando paso por un reto. La gracia de Dios me bendice con ideas y comprensión.
Me alineo más con la gracia de Dios cuando mantengo mi corazón lleno de gratitud. Cuando digo “Gracias, Dios”, abro mi corazón para recibir aún más gracia, más sabiduría, más energía —avivando así la conciencia de que yo soy un ser espiritual.
Ciertamente la gracia de Dios los ha salvado por medio de la fe. Ésta no nació de ustedes, sino que es un don de Dios.—Efesios 2:8
La paz es mi aliento y la serenidad es el latido de mi corazón.
Existe un ritmo básico en mi cuerpo que está en armonía con la conciencia divina. Esta cadencia sagrada también está en todos los seres vivos.
Al aquietar mi mente y enfocar mis pensamientos en el compás natural de mi cuerpo, creo un ambiente vital de sosiego y paz que fomenta mi bienestar. Cuando practico centrar mi atención en mi respiración, mi cuerpo y mente se aquietan instintivamente y los latidos de mi corazón se nivelan.
Al prestar atención a los ritmos de mi cuerpo, descanso en un estado de paz profunda. A través de todo mi ser, experimento una sensación de armonía, aceptación y consuelo. Al continuar respirando, estoy consciente del Espíritu todopoderoso que respira por medio de mí.
En todos nosotros hay un espíritu; el soplo del Todopoderoso nos da entendimiento.—Job 32:8
En mí existe el potencial de un gozo que, si se lo permito, puede infundir cada aspecto de mi vida. Es una alegría apacible que centra y calma mis emociones, y que irradia de mí para alentar y bendecir a todos a mi alrededor.
Dicho gozo exuberante no puede ser contenido; burbujea como risa, canción o el deseo de bailar. Esta energía pura es el resultado directo de un poder interno que no puede ser suprimido. En momentos retadores, el gozo morador me recuerda que no importa lo que esté sucediendo a mi alrededor, siempre hay esperanza y una razón para seguir adelante. En cualquier forma que surja, el gozo es parte integral de quien soy.
El Señor es mi poderoso protector; en él confié plenamente, y él me ayudó. Mi corazón está alegre; cantaré y daré gracias al Señor.—Salmo 28:7