La vida es maravillosa. Mi corazón y mi mente se alegran según hago una pausa para estimar lo sagrado en cada momento de mi vida. Al considerar que cada instante es bendito, aprecio mi vida con maravilla y asombro. Para mantener esta conciencia viva, tomo tiempo para valorar la belleza a mi alrededor.
Me comprometo a estar plenamente presente para las personas en mi vida, lo cual profundiza mi vínculo con ellas. Cuando me doy cuenta de que cada parte de mi vida está llena de energía divina, mi sentido de maravilla se magnifica; especialmente cuando miro a los ojos de un ser querido, participo en un servicio devocional, aprendo algo nuevo —aun cuando hago algo cotidiano y sencillo. El sentido de maravilla se aviva cuando honro lo divino en todo.