Durante mi vida he tenido amigos que me han apoyado y que yo he apoyado. Celebro el aliento que nos hemos brindado unos a otros. Qué tranquilidad da saber que tengo relaciones personales de respeto mutuo, afecto y compañía. Cultivo y fomento la amistad cuando hago una llamada a un amigo que está lejos o cuando planifico un encuentro para una comida en hermandad y comunión.
El amor que he recibido de mis amistades me inspira a dar amor a los demás. Cuando tengo presente el amor de Dios, sé que nunca estoy solo. La presencia y el poder del amor infinito me llena y sustenta. Comparto el amor de Dios cuando ofrezco ánimo y comprensión. Comparto el amor jubilosamente con mis amigos y mi vida está llena de bendiciones.