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Resposta  Missatge 1 de 1 del tema 
De: jhff 64  (Missatge original) Enviat: 17/04/2010 04:36
Primero fueron los psicólogos los que nos enseñaron que vivimos en una sociedad
integrada por víctimas. Nadie es responsable por su propia conducta, y por ello
hemos visto a gente demandando legalmente a las compañías tabaqueras por el
cáncer que adquirieron luego de fumar por años, y a los restaurantes McDonald's
por haber causado su obesidad con comidas de alto contenido grasoso. Los
criminales, a su vez, culpan por sus actos a las circunstancias de su pasado y/o el
haber crecido en una familia disfuncional. Los homosexuales culpan a sus genes
("se nace así", dice el mantra). Todo el mundo culpa a alguien o a algo por su
situación.
Esta mentalidad distorsionada del chivo expiatorio no demoró en penetrar la iglesia
evangélica. Hoy las conductas más desviadas e insólitas pueden ser atribuidas a la
presencia de uno o más demonios habitando en el cristiano. Muchos falsos
maestros dentro del cristianismo practican la liberación de demonios aun en los
creyentes. Es así que encontramos espíritus de toda índole tales como del divorcio,
desidia, mentira, lujuria, pornografía, indiferencia, envidia, chisme, celos, etc. El
caso típico es que luego de que la persona es "liberada" al poco tiempo vuelve a
caer en el mismo tipo de conducta. Esto significa que no estamos tratando con
demonios sino con patrones de conducta adquiridos, i.e., pecado habitual.
Es significativo que la Biblia nunca describe la obra de los demonios en función de
la conducta inmoral o desobediente que supuestamente provocan. La dimensión de
los demonios puede influenciar la conducta moral y la santidad de un creyente,
pero la Biblia nunca habla de "posesión" en referencia a un cristiano - a decir
verdad, ni siquiera habla de "opresión" - sino que el factor siempre presente es la
"tentación", y ésta mayormente viene del interior del hombre (Stg. 1:14).
Cierto, Satanás puede tentar, y así lo hizo en un principio en Génesis 3. Luego que
nuestros padres milenarios pecaron, Dios no enfrentó primero al diablo sino que
comenzó la "investigación" con el careo de Adán y Eva. En ningún momento quitó
la responsabilidad de Adán y Eva, quienes en principio quisieron transferir la culpa
a Dios, a la mujer (Gn. 3:12), y a la serpiente (Gn. 3:13) sucesivamente, pero en
el final ambos confesaron su pecado ("y comí"). El diablo los tentó sin lugar a
dudas, pero no los poseyó ni los oprimió. Ni Adán ni Eva pudieron decir: "El diablo
me hizo hacerlo". Dios exigió una confesión de parte de los pecadores y luego
proveyó una muerte sacrificial en su lugar para remover la culpa (Gn. 3:21).
El anterior es un patrón establecido para tratar con los pecados del hombre desde
la Creación. Este patrón prosigue a través de la revelación de Dios, el hombre
confesando su pecado y Dios transfiriendo la culpa por medio de la provisión
comprendida en la obra de Cristo en la cruz. Lo que Dios quita es el pecado, no
algún espíritu o demonio que nos hace pecar.
Es importante saber que cuando las epístolas hablan de los diferentes pecados en la
vida del creyente y cómo tratar con ellos, en ninguno de los casos se indica que un
exorcismo es necesario. Sin embargo, muchos enseñan que los pecados
mencionados en los pasajes bíblicos a continuación, son causados por demonios
que pueden poseer a los cristianos (a los efectos prácticos, no hemos resaltado los
pecados, sino los mandamientos y proposiciones referentes a la solución para tratar
con ellos y la posición desde la que lucha el cristiano):
"Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros: fornicación, impureza, pasiones
desordenadas, malos deseos y avaricias … dejad también vosotros todas estas
cosas: ira, enojo, malicia, blasfemia, palabras deshonestas de vuestra boca …
habiéndoos despojado del viejo hombre con sus hechos, y revestido del
nuevo …" (Ef. 3:5,8-10).
"Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación,
inmundicia, lascivia, idolatría, hechizerías, enemistades, pleitos, iras, contiendas,
disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes
… pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y
deseos'" (Gá. 5: 19-21, 24).
"Porque de dentro del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos,
los adulterios, las fornicaciones, los homicidios,, los hurtos, las avaricias, las
maldades, el engaño, la lascivia, la envidia, la maledicencia, la soberbia, la
insensatez". (Mr. 7: 20-22).
"¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No erréis; ni los
fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan
con varones, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni
los estafadores, heredarán el reino de Dios. Y esto erais algunos; mas ya habéis
sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el
nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios." (1 Co. 6:9-11).
Una simple lectura de los pasajes anteriores nos muestra que los promotores de la
"liberación" de demonios erran al no entender que:
1) La Palabra de Dios da por entendido que los cristianos tenemos el poder de
"hacer morir" las cosas que ellos llaman demonios. La presencia del Espíritu Santo
en los cristianos les da la victoria.
2) Los verdaderos cristianos han "crucificado la carne con sus pasiones". Una vez
más, está al alcance de la voluntad del cristiano el poder para despojarse del viejo
hombre (su naturaleza pecaminosa, o carne). Los deseos pecaminosos en el
cristiano no desaparecen, pero ahora tenemos el poder para vencerlos (Ro.
6:6,7,12,13). Puesto simple, en los cristianos genuinos, el pecado permanece pero
no prevalece.
3) Nuestro propio Señor Jesucristo afirmó que los supuestos demonios que los
ministerios de liberación expulsan, se originan en el interior del hombre.
4) A lo que ellos llaman demonios, la Biblia llama "obras de la carne" y "lo
terrenal", y los asocia con "la carne", el "viejo hombre" y el "corazón de los
hombres".
5) El Espíritu Santo ya ha "lavado" y "santificado" a los creyentes. Si el pecado
continúa en un persona en forma habitual, quizá no se haya producido esta acción
del Espíritu Santo en la persona. En otras palabras, el niño puede haber nacido
muerto.
6) La palabra "demonio" o alguna influencia semejante, así como las instrucciones
para llevar a cabo una "liberación", brillan por su ausencia en estos pasajes y en la
Biblia en general (en referencia a inmoralidad y desobediencia).
7) El cristiano puede pecar, pero él es el único responsable por hacerlo. Ningún
agente externo puede ser culpado por el pecado cometido por el cristiano. La
Palabra de Dios nos considera responsables por nuestras faltas. Es gracias a la obra
de Jesucristo en la cruz y su victoria sobre la muerte, que hoy podemos los
cristianos venir a él en arrepentimiento y ser restaurados en la comunión con Dios.
El incrédulo, por su parte, puede hacer lo mismo entregando su vida a Cristo en
arrepentimiento y en fe para salvación eterna.
Dios ha provisto la solución para que no sigamos pecando:
"..... Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios
en Cristo Jesus, Señor nuestro. No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo
mortal, de modo que le obedezcáis en sus concupiscencias". (Ro. 6: 11-12)
"Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu …." (Ro. 8:9)
"Mas vosotros no habéis aprendido así a Cristo, si en verdad le habéis oído,
y habéis sido por él enseñados, conforme a la verdad que está en Jesús. En
cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está
viciado conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra
mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad
de la verdad". (Ef. 4:20-24)
El apóstol Pablo parece estar bajo la impresión de que las afirmaciones,
exhortaciones y mandamientos expresados arriba quieren decir algo realmente, no
son palabras al viento ni son conceptos relativistas. La Palabra de Dios nunca llama
al cristiano a hacer algo que el creyente no tiene la capacidad de hacer.
Esto significa que ahora tenemos la habilidad de elegir correctamente, de hacer el
bien o el mal, de andar en el Espíritu o en la carne, de renovarnos en el espíritu y
vestirnos del nuevo hombre, de considerarnos muertos al pecado y no dejar que el
pecado reine en nosotros, si en realidad somos nacidos de nuevo.
El viento puede soplar hacia el este, norte, sur, oeste, o cualquier combinación de
los anteriores, no importa hacia donde sople, es la posición de la vela la que
determina la dirección en la cual el velero navega. Pongan sus velas en la posición
correcta
¿Qué significa que hemos muerto al pecado? Significa que hemos muerto al
dominio del pecado, o al reinado del pecado. Antes de confiar en Cristo como
Salvador nosotros pertenecíamos al reino de Satanás y del pecado (Ef. 2:2).
Estábamos bajo el poder del pecado, no teníamos la posibilidad de decir "no peco"
-- eramos esclavos o prisioneros, nacimos en esta esclavitud, todo individuo nacido
desde Adán (con excepción de Cristo) nace esclavo del pecado y de Satanás.
Ahora, como dice el dicho, otro gallo canta. Dios ha provisto, ha puesto a nuestra
disposición el camino hacia una vida de santidad y poder, una vida en el Espíritu.
Dios lo ha hecho, pero como toda cosa dual en la Escritura, nosotros tenemos que
resistir en el Espíritu. No confundamos el potencial de resistir (el cual Dios nos ha
dado) con la responsabilidad de resistir (que es nuestra), y en esto, los demonios
no tienen nada que ver.


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