RRESPUESTA:
NO SE PRETENDE CON ESTA RESPUESTA ESTABLECER UNA VERDAD ABSOLUTA, PERO SÍ UNA RESPUESTA LO MAS AJUSTADA A LA INTERPRETACIÓN DE LA SINBOLOGIA DE LOS CARROS DE ZACARÍAS.
Cuatro. Cuatro es un número que puede expresar universalidad o configuración cuadrangular en simetría y forma. Aparece tres veces en Revelación 7:1. En este texto, los “cuatro ángeles” (a cargo de los “cuatro vientos”, listos para destrucción total) estaban de pie en los “cuatro ángulos” de la Tierra (podrían soltar los vientos oblicua o diagonalmente y no se libraría ninguna de las cuatro partes del planeta). (Compárese con Da 8:8; Isa 11:12; Jer 49:36; Zac 2:6; Mt 24:31.) La futura Nueva Jerusalén “se extiende en cuadro”, es decir, será igual en todas sus dimensiones, por lo que su forma es cúbica. (Rev 21:16.) Otras expresiones figuradas que usan el número 4 se hallan en Zacarías 1:18-21; 6:1-3; Revelación 9:14, 15.
Carros de Dios salvaguardan la coronación
EN LA visión octava y final que se le dio al profeta Zacarías aparecen carros. Estos carros no son ningunos carros que se hubiera hecho subir de Egipto para la protección de los edificadores del templo en Jerusalén en aquel año de la visión, 519 a. de la E.C., o sea, el segundo año del reinado del rey Darío I de Persia. La fuente más encumbrada de estos carros más poderosos se revela en la visión. Vigilemos con Zacarías cuando éstos entran precipitadamente en la escena:
“Entonces levanté mis ojos de nuevo y vi; y, ¡mire! había cuatro carros que salían de entre dos montañas, y las montañas eran montañas de cobre. En el primer carro había caballos rojos; y en el segundo carro, caballos negros. Y en el tercer carro había caballos blancos; y en el cuarto carro, caballos manchados, abigarrados.”—Zacarías 6:1-3.
No es necesario que hagamos conjeturas en cuanto a lo que significan los colores distintivos de los caballos. Los colores de los caballos servían para distinguir a los carros de los cuales cada grupo de color diferente tiraba. Zacarías no nos dice cuántos caballos estaban enganchados a cada carro. Pero aquellas dos montañas de cobre de entre las cuales salieron los cuatro carros... ¿qué representan? Ciertamente no representan la altura montañosa de Jerusalén y el monte de los Olivos al este mismo de ella. Se aclara lo que representan por lo que ahora se le dice a Zacarías:
“Y procedí a responder y decirle al ángel que hablaba conmigo: ‘¿Qué son éstos, mi señor?’ Así que el ángel respondió y me dijo: ‘Estos son los cuatro espíritus de los cielos que salen después de haber tomado su puesto delante del Señor de toda la tierra.’”—Zacarías 6:4, 5.
Estos no son carros de guerra materiales que procedan de las tierras llanas de Egipto, sino carros que son parte de una visión, símbolos de los “cuatro espíritus de los cielos que salen después de haber tomado su puesto delante del Señor de toda la tierra.” ¿Y quién es ese “Señor de toda la tierra”? (Zacarías 4:14) Es Jehová de los ejércitos. (Miqueas 4:13) ¿Y dónde está ubicado él? En los cielos, en su santo templo espiritual. Es delante de Él que estos cuatro carros simbólicos se presentan, tomando su puesto respetuosamente delante de Él para recibir su comisión oficial, sus asignaciones respecto a la Tierra de la cual Él es el Señor. Después de eso salen de entre las dos montañas simbólicas de cobre.
Estas dos montañas de cobre deben representar, por consiguiente, montañas de Dios. Es decir, organizaciones gubernamentales de Dios. Esto no es sorprendente, porque en las Santas Escrituras se usa a las montañas como símbolos de gobiernos de realeza, reinos. Por ejemplo, el ángel de Dios le dijo al apóstol cristiano Juan lo siguiente acerca de la bestia salvaje de siete cabezas que llevaba a la ramera, Babilonia la Grande: “Las siete cabezas significan siete montañas, sobre las cuales se sienta la mujer. Y hay siete reyes.” (Revelación 17:9, 10) De modo que la primera montaña de cobre representaría el reino personal de Jehová Dios en el cual reina como Soberano Universal. La segunda montaña de cobre representaría el reino mesiánico que Jehová establece en las manos de su Hijo unigénito, el Mesías Jesús.
Esta segunda montaña de cobre es la que vio en un sueño el rey Nabucodonosor en Babilonia solo ochenta y siete años antes de esta octava visión que se le dio a Zacarías. Esta fue originalmente la piedra que fue cortada sin manos de una gran montaña y que entonces dio contra la imagen política de la dominación gentil de toda la humanidad y la trituró, después de lo cual aquella piedra simbólica creció y llegó a ser una montaña grande que llenó toda la Tierra. Explicando que esta montaña es cuadro del reino mesiánico del Hijo de Dios, Daniel dijo: “En los días de aquellos reyes el Dios del cielo establecerá un reino que nunca será reducido a ruinas. Y el reino mismo no será pasado a ningún otro pueblo. Triturará y pondrá fin a todos estos reinos, y él mismo subsistirá hasta tiempos indefinidos.” (Daniel 2:35, 44, 45) Ese reino mesiánico será cortado al fin de los Tiempos de los Gentiles, y en la venidera “guerra del gran día de Dios el Todopoderoso” en Har-Magedón limpiará la Tierra de todos estos gobiernos gentiles.
Por consiguiente, después que terminen los Tiempos de los Gentiles habrán dos “montañas de cobre” simbólicas, a saber, el gobierno real de Jehová de Su soberanía universal y el reino mesiánico de su Hijo real Jesucristo. Por eso es de entre estos dos gobiernos celestiales que salen los cuatro “carros” simbólicos. En la antigüedad, el cobre era un metal noble como el oro y la plata, y fue utilizado en el tabernáculo sagrado de adoración de Jehová y también en el templo de Jerusalén. Apropiadamente, pues, la cualidad noble del cobre de las dos montañas simbólicas puede representar la cualidad noble así como la estabilidad pesada del reino de soberanía universal de Jehová y de su reino mesiánico por medio de su Hijo.
¿Cómo puede ser que los cuatro carros tirados por conjuntos de caballos de diferentes colores sean “los cuatro espíritus de los cielos”? (Zacarías 6:5) Es porque, en el cumplimiento de la visión profética, son fuerzas angélicas de la región espiritual, que tienen acceso a la presencia del celestial “Señor de toda la tierra.” Jehová es Quien “hace a sus ángeles espíritus.” (Salmo 104:1-4; Hebreos 1:7) Puesto que él es “Jehová de los ejércitos,” puede utilizar a estos ángeles como en capacidad militar para proteger a su futuro pueblo escogido. Como le dijo Jesucristo al apóstol Pedro delante de una chusma en el jardín de Getsemaní: “¿Crees que no puedo apelar a mi Padre para que me suministre en este momento más de doce legiones de ángeles?” (Mateo 26:53) Puesto que éstos “cuatro espíritus de los cielos” son representados por carros de guerra tirados por caballos, representan agrupaciones de ángeles celestiales que son comisionados por su celestial Comandante en Jefe para proteger a Su pueblo en la Tierra durante el tiempo del fin, para establecer los fundamentos de la reedificación de Su templo de adoración en la futura Jerusalén.
¿Adónde, pues, es que van por asignación (1) los caballos rojos, (2) los caballos negros, (3) los caballos blancos, y (4) los caballos manchados, abigarrados? Respondiendo, el ángel le explicó a Zacarías lo que tenía que ver con los movimientos de los cuatro carros: “‘En cuanto a aquel en que están los caballos negros, salen a la tierra del norte; y en cuanto a los blancos, tienen que salir a detrás del mar [literalmente, ‘detrás de ellos’; es decir, para detrás de sí]; y en cuanto a los manchados, tienen que salir a la tierra del sur. Y en cuanto a los abigarrados, tienen que salir y seguir buscando dónde ir, para andar por la tierra.’ Entonces dijo: ‘Vayan, anden por la tierra.’ Y empezaron a andar por la tierra.”—Zacarías 6:6, 7.
Parece que se pasa por alto a los “caballos rojos” aquí; pero esta aparente omisión pudiera deberse a que ya han terminado su asignación de servicio en patrulla militar. Los caballos negros van a la “tierra del norte,” es decir, a territorio que anteriormente era de Babilonia. Los caballos blancos van hacia el oeste, la dirección opuesta a aquella en la cual estaban vueltos (la salida del Sol). Los caballos manchados, abigarrados, aparentemente tienen un asignación doble, a saber, “la tierra del sur” (hacia África, incluso Egipto) y reconocer el campo abierto restante, las partes orientales no abarcadas por los otros carros. El ángel de Jehová les dijo a todos los carros que fueran a sus asignaciones que tenían que ver con las varias direcciones o partes de la Tierra. Obedientemente lo hicieron, para salvaguardar al pueblo de Dios en Judá.
¡Qué consuelo tiene que haber sido ese sentido de esta visión para los edificadores del templo en el día de Zacarías! No tenían que preocuparse en cuanto a que hubiera interferencia violenta de sus enemigos para detener la obra de ellos en la casa de la adoración de Jehová. ¡Qué fortalecedor y alentador será esto, también, para el resto ungido del Israel espiritual futuro mientras lleguen a participar en restaurar hasta el grado más pleno la adoración pura e incontaminada del Señor Soberano de toda la Tierra en Su templo espiritual! Confían en la promesa divina que dice: “El ángel de Jehová está acampado todo alrededor de los que le temen, y los libra.” (Salmo 34:7) Por fe verán aquello y por fe entenderán el por qué le fueron abiertos milagrosamente los ojos al sirviente del profeta Eliseo en la sitiada Dotán: “La región montañosa estaba llena de caballos y carros de guerra de fuego todo alrededor de Eliseo.”—2 Reyes 6:17.
La octava y última visión dada al profeta Zacarías termina a medida que él ve y oye la expresión de aprobación de Jehová mientras se efectúa la obra de patrulla militar de los cuatro carros simbólicos. Zacarías nos dice: “Y procedió a gritarme y hablarme diciendo: ‘Mira, los que salen a la tierra del norte son los que han hecho que el espíritu de Jehová descanse en la tierra del norte.’”—Zacarías 6:8.
La expresión “la tierra del norte” se refiere a Babilonia. (Jeremías 25:8, 9) Aun durante el reinado del rey Darío I de Persia hubo peligro desde aquella dirección. Como indicación de esto, leemos en el libro “Babylon the Great Has Fallen!” God’s Kingdom Rules!, página 376, la siguiente historia:
. . . Éste, por supuesto, no es Darío el Medo, sino el rey Darío I el Persa, que empezó a gobernar el imperio en 522 a. de la E.C.
En aquel año Darío I tuvo que ponerse en acción contra Babilonia y su gobernante local (Nidintu-Bel), que había tomado el nombre de Nabucodonosor III. Darío lo derrotó en batalla y poco después lo capturó y lo mató en Babilonia, que había tratado de hacer valer su independencia. Después de eso Darío I fue reconocido rey de Babilonia hasta septiembre de 521 a. de la E.C. Entonces Babilonia se rebeló bajo el armenio Araka, que tomó el nombre de Nabucodonosor IV. Por eso Darío tuvo que reconquistar a los babilonios. Después de haber tomado la ciudad por asalto aquel mismo año, entró en Babilonia como conquistador. Así quedó rota la vieja tradición, es decir, la de que el dios de Babilonia, Bel, era quien confería al hombre el derecho de gobernar aquella parte de la Tierra; y Darío el conquistador cesó de reconocer aquella alegación falsa. ¡Qué golpe para Bel o Marduc! Esta vez, después que los persas tomaron la ciudad, no trataron indulgentemente con ella, de la manera que Ciro había tratado con ella.—Vea también la página 317, párrafo 1.
Así los judíos repatriados en la tierra de Judá no llegaron a estar de nuevo bajo el dominio de Babilonia, que había destruido el primer templo de Jehová en Jerusalén y que “no les abrió el camino hacia esa casa siquiera a sus prisioneros.” (Isaías 14:17) Después de esto, también, el carro simbólico de Jehová que fue a la “tierra del norte” impidió que los babilonios rebeldes tuvieran una revuelta de buen éxito y que de nuevo esclavizaran a los judíos liberados y se interfirieran en la construcción del segundo templo de Jehová. Es así que el carro y los caballos que fueron al norte ya “han hecho que el espíritu de Jehová descanse en la tierra del norte.” El fiel trabajo salva guardador que ellos desempeñaran aquietará Su espíritu arriba en el norte y será una garantía de que los otros carros y caballos en otras direcciones de la Tierra salvaguardaran la obra del templo de Dios.
¡Qué magnífica garantía es esto para los adoradores verdaderos que serán liberados por Jehová a su templo espiritual! ¡Bajo la protección de los carros simbólicos de Jehová nunca más serán conquistados por Babilonia la Grande y todos sus amantes políticos!
SALUDOS.