La palabra castellana "carismático" se deriva de la palabra griega charisma, que significa "don" o "regalo". El Nuevo Testamento emplea esta palabra en varias formas. Además de "don", se traduce también como "gracia" o "favor". La mayoría de las veces, se refiere a los dones que Dios da gratuitamente a su pueblo. En la Iglesia Cristiana moderna se dice "renovación carismática" para referirse a un renacer o una renovación de los dones espirituales. Muchos cristianos profesos ven las manifestaciones como el "don de lenguas" como parte de una renovación de los dones bíblicos que se mencionan en el Nuevo Testamento.
Durante buena parte del siglo 20, los demás se referían con burla a estas personas como los "Santos Contorsionistas". Las reuniones pentecostales solían destacarse por la carga emocional del ambiente, generada por el estilo musical y la prédica. Los "testimonios" emocionales, junto con casos de "sanidad por fe", eran elementos importantes de los servicios religiosos. TE RECUERDAN ESTAS ESENAS EN TU IGLESIA LOCAL?...
El meollo del movimiento pentecostal (y ahora de todo el movimiento carismático) es el don de lenguas o "glosolalia", término derivado de las palabras griegas para "lengua" y "hablar". Pero debemos preguntar a qué se refiere la Biblia cuando menciona este fenómeno de hablar en lenguas. ¿Es algo idéntico a lo que ocurre en el movimiento carismático moderno?
La palabra griega para lengua, glossa, se emplea de tres modos principales. En unos casos significa simplemente la lengua como órgano del habla. En otros casos se refiere a un idioma. La tercera acepción se refiere a un fenómeno presente en la religión helenista pagana, con los patrones de habla entrecortada de las personas en estado de éxtasis religioso.
En la antigua religión pagana, el don de lenguas cumplía una función poco conocida hoy. El concepto del habla extática, ininteligible para los oyentes, era bien conocido en la antigua Grecia. El santuario de Apolo en Delfos, a corta distancia de la ciudad de Corinto, era sede del oráculo más famoso del mundo antiguo. La sacerdotisa de Apolo se iba poniendo en un estado de frenesí religioso hasta el punto de caer a tierra, muchas veces en una especie de trance convulsivo, y de caer bajo la "posesión del dios". En tal estado, balbuceaba palabras ininteligibles (el idioma de los dioses) que los sacerdotes cursaban por escrito y luego "interpretaban". Algo semejante ocurría con otros oráculos en todo el mundo mediterráneo.
El habla extática en el mundo antiguo no se limitaba a las sacerdotisas en los oráculos. Cuando las religiones orientales de los misterios se extendieron hacia el occidente, penetrando en el mundo helénico, incorporaron el fenómeno del hablar en éxtasis. Se consideraba que esta era la comunión con los dioses. Así, el empleo del habla ininteligible y frenética, que los griegos llamaban "hablar en lenguas", era algo bien conocido en el primer siglo.
Debemos preguntar, sin embargo, si esto tiene alguna semejanza con lo que se describe en la Biblia. La descripción más detallada del habla en lenguas como don de Dios aparece en Hechos 2.
El fenómeno se manifestó repentinamente (v. 2). Las palabras que comenzaron a salir de la boca de los apóstoles no eran generadas por una sesión de alta carga emocional. Los apóstoles no se estaban poniendo en un estado de excitación con música ni con la repetición de ciertas frases religiosas. Al contrario, se trató de un milagro de Dios que ocurrió instantáneamente. En segundo lugar, no se menciona que alguno de los apóstoles cayera a tierra "bajo el poder", ni se mencionan otros excesos como los que caracterizan tantas reuniones pentecostales modernas.
Hechos 2 no está haciendo énfasis en un fenómeno ni una exhibición sino en la transmisión de un mensaje importante. El mensaje iba acompañado de señales milagrosas que lo autenticaban.
Un dato importante que debe resaltarse en Hechos 2:4–12 es que los apóstoles no estaban empleando la llamada habla extática, sino que estaban hablando en idiomas conocidos que sus oyentes claramente entendían. Era la temporada de Pentecostés, segunda de las tres fiestas anuales de peregrinaje que Dios había dado a los antiguos israelitas. En Jerusalén se habían reunido judíos de todo el mundo conocido para esta ocasión…judíos que hablaban cada uno el idioma de su lugar de origen.
Los presentes no tardaron en reconocer sus idiomas nativos (v. 8), si bien en un principio, algunos que no entendían el idioma que escuchaban pensaron que los apóstoles estaban borrachos (v. 13). Como todavía no existía la amplificación electrónica ni los sistemas de megáfono, es razonable suponer que los apóstoles estaban de pie a cierta distancia unos de otros y que miraban hacia diferentes direcciones predicando el mismo mensaje pero en idiomas diferentes…idiomas conocidos para los oyentes pero desconocidos para los propios apóstoles. Los que entendían las palabras de uno de los apóstoles empezarían a acercarse más a él para escucharlo. Hechos 2:14–42 resalta el contenido del discurso de Pedro. El apóstol no estaba repitiendo las mismas frases una y otra vez sino que estaba comunicando un mensaje de vital importancia.
Claro está que los hechos en esta reunión especial de Pentecostés pudieron desarrollarse de otra manera, diferente de lo que acabamos de describir, pues la Biblia no da detalles precisos. Esto, sin embargo, es indiscutible: que Pedro y los demás apóstoles estaban hablando en idiomas extranjeros que eran inteligibles para sus oyentes. Así, el don de lenguas era un instrumento para el evangelismo. NO PARA SACARLE DINERO A LOS CREYENTES COMO EN LOS TIEMPOS ACTUALES.
Es claro que el verdadero don divino de lenguas es enteramente distinto de lo que hace pasar por ese don hoy. No es raro que algún pentecostal hiper-excitado y estimulado se bambolee, gima, "baile en el Espíritu", ría histéricamente o grite cosas ininteligibles, e incluso balbucee cosas guturales sin sentido. ¡Nada que ver con el ejemplo bíblico!
Los milagros verdaderos no nacen de la emoción humana sino de Dios que obra de modo sobrenatural por medio de sus siervos: los que realmente le obedecen y acatan su voluntad. Como mencionamos al comienzo, en la confusión espiritual de la religión moderna, muchos reconocen hoy un gran vacío en la vida. Sin un verdadero conocimiento del plan y propósito de Dios, han aceptado una espiritualidad falsificada y por tanto se están exponiendo al engaño de los milagros falsos que ocurrirán, según advertencia del propio Jesucristo, al final de la era (Mateo 24:24).
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