“Dios arreglará los corazones partidos, si nosotros le entregamos todos los pedazos.” La verdad es que mucha gente anda rogando a Dios que le perdone los pecados, las heridas que les produce un amor perdido o las cosas tremendas que han provocado en las vidas de los demás, sienten el corazón partido por miles de culpas o equivocaciones, una vez que “sienten” que han sido perdonadas por Dios vuelven a la carga, cometen más pecados, sueltan la lengua, participan en intrigas, estafas, engaños, corrupción, etc. jamás entregaron a Dios todos los pedazos del supuesto corazón “partío” como dice Alejandro Sanz.
Pero aquí viene la gran trabajada para esos corazones partidos: Como regresan a las viejas costumbres, a los mismos pecados elevados al cubo, los golpes que reciben son más fuertes, y como se las saben todas regresan a Dios, van a las iglesias, a las capillas, en una nueva búsqueda del perdón de Dios, llegan con unas caritas de “mamá tengo hambre”, agachan la cabeza cuando habla el sacerdote o el pastor, al escuchar una alabanza parecen cocodrilos llorando, los que los rodean les dan palmaditas “hermano, lo ha tocado el Espíritu Santo”, al escuchar esa frase vuelven a llorar, casi inundan la capilla, salen rodeados de “hermanos” que se compadecen de su supuesta aflicción y del reiterado pesar por sus pecados.
Como Dios no es malo, es el único bueno, los perdona una vez más, a través de pastores y sacerdotes les manda a decir que regresen al buen camino. Ahí es cuando los arrepentidos, los de corazón partido se sienten santificados, no quiebran ni un plato, cuando hablan hacen un arco con las dos manos y adoptan una postura de ungidos. Qué bonitos se ven, inspiran confianza, dan ganas de encenderles una candela y adorarlos. Pero ¿cuánto dura la santidad? Uno, dos o tres meses.
Cuando el tipo o la tipa sienten que han sido perdonados de nuevo, regresan al mundo que habían dejado atrás después de una inundación de lágrimas y frases como “perdóname Señor, no lo vuelvo a hacer”, sea hombre o mujer retornan a sus infidelidades, le dan rienda suelta a sus perversidades, sueltan la lengua con más fuerza, han olvidado las lecciones que Dios les mandó, se sienten complacidos o complacidas de haber sido perdonados y de contar con el apoyo espiritual de sus hermanos de religión, es probable que engañen a los demás y a sí mismos, olvidan que a Dios no lo engaña nadie y que nadie se ha burlado de Él jamás. Al verse más torcidos que la cola de un chancho viene otra vez el “arrepentimiento”, pegan otra llorada salvaje esperando que les caiga el Espíritu Santo.
Al regresar, “los hermanos” ya no son los mismos; saben que el pecador arrepentido o la pecadora son unos farsantes, las indulgencias del sacerdote no aparecen, las bendiciones del pastor se han esfumado, y allá en el cielo, Dios no volverá a escuchar jamás a los que tienen el corazón “partío”. Es cuando los pecadores cambian su manera de pensar y buscan otra religión, brujos o espiritistas; al fin en esos lugares oscuros se sienten cómodos pensando que han resuelto sus problemas, que nadie les dirá nada por sus pecados dándole rienda suelta a la maldad. En eso quedan los falsos adoradores de Dios, no quieren dejar al mundo, dicen que creen en Dios del diente al labio, su santidad es efímera, es más fuerte el deseo de la carne que otra cosa. Si por casualidad encuentran a alguien similar, sienten que sus vidas son sagradas, que han sido tocados por una fuerza diferente a la que encontraron en las iglesias, más no saben que se trata de una fuerza engañadora que al final destruye. Actualmente existen seres desorientados que adoran a los líderes religiosos que más los impresionan por las continuas promesas de prosperidad económica, han cambiado la palabra de Dios por la tremenda ambición del dinero.
Hoy más que nunca han proliferado los “apóstoles” quienes convierten a sus esposas en profetas o pastoras por el simple hecho de ser sus compañeras de hogar, el diablo – que también tiene poderes y se convierte en ángel de luz – hace que los que no se han entregado al Dios de vivo, se enriquezcan utilizando las sagradas escrituras haciendo realidad las profecías de Jesús sobre los falsos pastores. El diablo los vuelve ciegos. Poco a poco los seguidores de estos autoproclamados apóstoles, se dan cuenta de que de la noche a la mañana se vuelven ricos y que sus esposas andan piqueteras luciendo prendas caras y vestidos de súper-marca.
Agregando a todo esto los corazones “partíos”, se ve claramente que muchos andan en busca de Dios únicamente para que los perdone, no para adorarlo. Lo buscan para obtener prosperidad económica, ofrendan, diezman o dan limosnas en la confianza que Dios les devolverá el triple lo que dan. De eso se aprovechan los que diariamente piden una siembra. Se sabe que los que no entregan a Dios su corazón en pedazos seguirán por el mundo pecando hasta que sus almas queden en poder del que se disfraza como ángel de luz.
Yhemaelh