El rostro del demonio estaba tallado en piedra en una pared que rodea la principal autopista de 14 kilómetros que une esta capital con la ciudad vecina de El Alto. En un apartado recodo seguidores de Lucifer realizaban ritos en la noche y la madrugada.
El jueves en la tarde, obreros con maquinaria pesada destruyeron el sitio de adoración. El comandante de la policía general Jorge Santiesteban dijo que habrá vigilancia permanente a partir del viernes.
El cuerpo de un hombre encontrado el lunes tenía signos de violencia y murió asfixiado, dijo la policía.
Obreros que intervinieron en la demolición comentaron a la televisora PAT que el altar estaba pintado de negro y había amuletos, fotografías incrustadas con clavos, mechones de cabello y restos de velas negras.
El hallazgo del cadáver coincidió con el inicio de las ofrendas a la Pachamama, la madre tierra, una costumbre ancestral muy arraigada en esta ciudad de fuertes raíces andinas. Agosto es el mes dedicado a la madre tierra y las ofrendas son para pedir favores y buenas cosechas.
La policía cree que el altar destinado a Satanás era usado sobre todo por delincuentes.
La adoración al demonio no es una costumbre rara en este país. Los mineros bolivianos le hacen ofrendas porque creen que habita en las profundidades y le encomiendan sus vidas. Satanás es representado por una efigie rústica tallada en piedra por los mismos mineros en el ingreso a los socavones. Los mineros mastican coca, le echan alcohol y le dan de fumar antes de internarse en las galerías subterráneas.
De esa tradición surgió la Diablada, una de las mayores danzas folclóricas y cuya paternidad se disputa Perú. La danza recrea la permanente lucha del bien y el mal y se baila con caretas ricamente decoradas que representan a ángeles y demonios.