Me impresiona el título de este epígrafe: "maldito judaizante"
Es impresionante cómo algunos quieren etiquetarse de "cristianos", o como servidores de Dios, pero están muy lejos de eso. Dejo una reflexión: es muy fácil amar a nuestros familiares, a nuestros amigos, a nuestros vecinos que nos caen bien, pero ¿qué tan fácil es amar a nuestros enemigos, a nuestros compañeros de trabajo que se ríen de nosotros o incluso a quienes nos llevan la contraria en equis cosa?
Una persona que llama "maldito" a otro, a sabiendas de que es igual a él, ¿puede llamarse cristiano, hijo de Dios, nacido de nuevo, etc?
El cristianismo se vive. Y por los frutos se demuestra.