¿Ha cambiado Roma?
por Richard Bennett
Muchos evangélicos dirán, ‘La Iglesia Católica ha cambiado’. Esto se debe a que la Iglesia Católica ha seducido a los evangélicos – llamándolos ‘hermanos separados’ y dialogando con ellos como si respetara sus creencias.
Un buen número de personas que se llaman evangélicos aceptan el hecho que la Roma papal ha cambiado y están dispuestas a trabajar mancomunadamente con ella. No obstante, lo hacen sin examinar las enseñanzas oficiales de la Iglesia Católica de hoy.
La Iglesia de Roma declara en sus Documentos del Vaticano II de la actualidad, que sus leyes (incluyendo las que definen la herejía) son ‘irreformables’ (Dogmatic Constitution on the Church Section 25, Nov. 1964). Por tanto, aunque algunos evangélicos dirán que ha cambiado, la Iglesia de Roma declara oficialmente que sus enseñanzas no pueden cambiar.
Las anatemas
El Concilio de Trento se convocó desde 1545 hasta 1563 con la meta de destruir el progreso de la Reforma. El Concilio negó todas las doctrinas claves de la Reforma, incluyendo “Sola la Escritura, sola la gracia, sola la fe’. Ciento veinte y cinco veces Trento maldijo a los creyentes cristianos bíblicos con anatemas (condena eterna).
¿De modo que Roma ha repudiado a Trento? Todo al contrario. La dogma actual de la Iglesia Católica no solo sostiene las enseñanzas del Concilio de Trento pero también declara que tales concilios son infalibles (Catecismo de la Iglesia Católica Para. 891).
El Concilio de Trento promulgó las siguientes maldiciones, las cuales son ‘infalibles’ según el catecismo actual de la Iglesia Católica.
‘Si alguno dijere, que la fe justificante no es otra cosa que la confianza en la divina misericordia, que perdona los pecados por Jesucristo; o que sola aquella confianza es la que nos justifica: sea anatema [maldito]’ (Henry Denzinger, The Sources of Catholic Dogma, # 822, Canon 12).
‘Si alguno dijere, que por los mismos Sacramentos de la nueva ley no se confiere gracia de la obra obrada [ex opere operato], sino que basta para conseguirla sola la fe en las divinas promesas: sea anatema’ (Denzinger loc. cit. # 851, Canon 8).
Es lógico que la Roma papal de hoy sostenga estas maldiciones sobre aquellos que sostienen que la ‘justificación es solo por la fe’ debido a lo que todavía se niega a conceder. Para ella, la justificación no es una declaración inmediata de Dios recibida solo por la fe. Al contrario, Roma enseña que la gracia se otorga mediante sus sacramentos. Por tanto, ella puede valerse de confiarse un lugar a sí misma como un medio necesario por la cual se confiere la justicia interiorizadamente.
Los sacramentos
Este tal llamado ‘cambio’ de la Roma papal sigue enseñando que la justicia interna con Dios se confiere exclusivamente mediante su sistema sacramental. Por tanto ella declara,
‘La Santísima Trinidad da al bautizado la gracia santificante, la gracia de la justificación...’ (Catecismo de la Iglesia Católica, Para.1266).
Y, ‘La justificación es concedida por el bautismo, sacramento de la fe. Nos asemeja a la justicia de Dios que nos hace interiormente justos por el poder de su misericordia (cf Cc de Trento: DS 1529)’, (Catecismo de la Iglesia Católica, Para. 1992).1
Su dogma de hoy es que sus sacramentos son necesarios para la salvación. Por tanto ella declara, ‘La Iglesia afirma que para los creyentes los sacramentos del Nuevo Pacto son necesarios para la salvación. ‘La "gracia sacramental" es la gracia del Espíritu Santo dada por Cristo y propia de cada sacramento’ (Catecismo de la Iglesia Católica), Para. 1129).
Estos alegatos en cuanto al efecto y la eficacia de los sacramentos constituyen los ataques frontales sobre la verdad de la Palabra de Dios escrita – la cual nos dice que el creyente es justificado solamente en Cristo. ‘Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, según nos escogió en él antes de la fundación del mundo’ (Efesios 1:3).2
El Amado
El ser escogido en Cristo muestra que la justificación no viene del hacer de persona alguna ni es un reconocimiento de cualquier cosa merecida. Al contrario, declara que el Padre celestial ha escogido a las personas en Cristo antes que hubieran hecho algo bueno o malo, y aun antes de la creación del mundo.
Roma papal afirma que la base de la justificación es la justicia ‘infusa’ obtenida por obras, la cual niega la invariable enseñanza bíblica que la justicia se le cuenta al pecador solo en Jesucristo (Salmo 32:2, 71:15-16, 130:3; Isaías 45:24-25, 54:17, 61:10; Jeremías 23:6, 33:16, 51:10; Daniel 9:24; Lucas 18:14; Romanos 1:17, 3:21-22, 4:6, 11, 5:18-19; 1 Corintios 1:30; 2 Corintios 5:21; Efesios 1:6; Colosenses 2:10, 3:3; 2 Pedro 1:1; entre otras).
Efesios 1:6 claramente declara el lugar en donde se encuentra la seguridad del creyente. Se dan a conocer las localidades del favor de Dios. La aceptación del individuo es en Cristo y permanece ‘para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado’.
El propósito supremo y contundente del amor de Dios quien elige, se añade de inmediato – que todo es para la alabanza de su gloriosa y abundante gracia. La doctrina actual de la Iglesia Católica Romana intenta destruir por entero la doctrina bíblica de la justificación. Se propone robarle al enteramente santo Dios de la gloria que fluye de la salvación de los creyentes.
La ignorancia
Cuidado con la Iglesia Católica Romana presumiendo cambios. Cuidado también de aquellos evangélicos que se están afiliando con Roma hoy y que hablan de los errores de Roma suavizando la voz.
Enseñan que los no católicos deben tomarse de las manos con los católicos para resolver los problemas socio políticos de hoy, sin entender sus doctrinas. La Palabra de Dios claramente nos dice, ‘Cualquiera que se extravía, y no persevera en la doctrina de Cristo, no tiene a Dios; el que persevera en la doctrina de Cristo, ése sí tiene al Padre y al Hijo. Si alguno viene a vosotros, y no trae esta doctrina, no lo recibáis en casa, ni le digáis: ¡Bienvenido! Porque el que le dice: ¡Bienvenido! participa en sus malas obras’ (2 Juan 9-11).
Y nuevamente: ‘Y no participéis en las obras infructuosas de las tinieblas, sino más bien reprendedlas’ (Efesios 5:11). ‘No os unáis en yugo desigual con los incrédulos
; porque ¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas? ¿Y qué concordia Cristo con Belial? ¿O qué parte el creyente con el incrédulo? (2 Corintios 6:14,15).
Es asombrosa la ignorancia de muchos evangélicos. Hoy prevalecen por doquier tales movimientos como Evangélicos y Católicos Juntos, Iglesias Cristianas Juntas, la Nueva Perspectiva, el Movimiento Volviendo al Hogar, y otras asociaciones apóstatas. En vez de hacer componendos con el evangelio, hemos de separarnos de aquellos que promueven tal herejía y ‘contendáis ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos’ (Judas 3).
La respuesta
¿Cómo pudiéramos responder de manera positiva? Aferrándonos a la Biblia como La Palabra y promesa del Señor a nosotros. Como el antiguo Israel, el evangelicalismo de hoy en muchas maneras se ha convertido en un desierto desolado. No obstante, el Señor promete que ‘mas cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia: para que así como el pecado reinó para muerte, así también la gracia reine por la justicia para vida eterna mediante Jesucristo, Señor nuestro’ (Romanos 5:20,21).
Si fervorosamente nos colocamos a favor de la verdad bíblica, y exaltamos al Señor Jesucristo como Cabeza Soberana de la Iglesia, Dios nos quitará los corazones empedrados de nuestra carne, y nos dará corazones de carne, a fin de temer y servirle solo a él. Oremos urgentemente para que el Señor Dios nuevamente sople su Espíritu Santo ¡sobre el valle de huesos secos que es hoy el evangelicalismo moderno!
Nuestro constante deber consiste está en la fe en Cristo Jesús y en Su Palabra. La voluntad del Padre es que Cristo ‘en todo tenga la preeminencia’ – ‘Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad’ (Colosenses 1:18; 2:9).
No solo debemos creer intelectualmente que ‘Porque de su plenitud tomamos todos, y gracia sobre gracia’. También debemos orar, con la verdadera doctrina y a la expectativa del Espíritu Santo, que este versículo se convierta en realidad – controlando cómo debemos vivir como cristianos el día de hoy y lo que percibimos es su respuesta a nuestras presentes necesidades