Bueno si este tipo no cree en nuestro mismo Dios entonces no estamos en el mismo terreno para debatir con el; es como si tratáramos de convencer a un Indu con nuestra Biblia en mano; es solo tiempo perdido; ese sujeto filosofa sobre Dios y de esta forma su propio envanecimiento lo lleva a la perdición hasta que termine convertido en un burro echado en un potrero alimentándose de pasto tal como le ocurrió a aquel sujeto que se creía más sabio que su creador.

Creyendose sabio se hizo necio.

Con un creyente de otra religión no cristiano no se puede debatir; a él simplemente se le predica no con razonamientos sino con la verdad y el Señor mismo le dará entendimiento si este es su propósito; Esta persona llegará a la verdad no porque lo hayamos convencido sino porque el Señor le ha quitado el velo para que la vea. Nuestro error es obligar a otros a creer; debemos predicar y dejar que el Señor continúe la obra uno es el que siembra y otro es el que hace que esa semilla germine.

Es tiempo perdido debatir con alguien que no busca conocer a Dios sino que tiene el propósito de desprestigiar a los cristianos; este tipo de personas conocen la verdad pero REHÚSAN A ACEPTARLA y por traumas que sufrieron en su pasado o por pecados que los tienen cautivos se dedican a AUTO JUSTIFICARSE desprestigiando el evangelio; ellos saben que están condenados pero con sus argumentos tratan de apacentarse a sí mismos pues están bajo el dominio del diablo.

Lo que estos pervertidos desconocen es que son instrumentos que el diablo utiliza para hacer tropezar a los pequeñitos; pero tarde o temprano recibirán la retribución por sus actos.

Los razonamientos de los enemigos del evangelio tienen el propósito de justificar sus actos; ellos saben que algo en sus vidas está mal pero su orgullo no los deja renunciar a sus pecadillos y dejar que el Señor los limpie.

Cuando le muestras a otro sus errores no lo estas juzgando, lo que estás haciendo es mostrándole en que está mal, pero cuando lo obligas a dejar sus errores ahí si estás siendo su juez;  si  no existe alguien que me diga en que obro mal, nunca podre verificar con la palabra de Dios si quizá ese alguien tiene razón para cambiar mi proceder.