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De: leonazo (message original) |
Envoyé: 12/07/2012 21:45 |
Hermanos la revelación que tenía este padre de la iglesia sobre la Trinidad es la misma que tenemos y compartimos
Lean con mucha atención. Enviado desde un iPad si alguien puede agrandar. Gracias.
ORÍGENES
La Trinidad.
Hay una cosa que turba a muchos que quisieran ser piadosos: con la preocupación de no admitir dos dioses, caen en el otro extremo con doctrinas falsas e impías, pues o bien niegan que el Hijo tenga una individualidad (idiotéta) distinta de la del Padre y confiesan que aquel que, al menos de nombre, llaman Hijo, es Dios, o bien niegan la divinidad del Hijo, estableciendo que su individualidad y su sustancia concreta (ousía katá perigraphén) es distinta de la del Padre. He aquí como se puede dar una solución: hay que decirles que Dios es Dios-en-si, y por esto dice el Salvador en su oración al Padre: «Para que te conozcan a ti, el único Dios verdadero» (Jn 17, 3); fuera del Dios-en-si, todo lo que es divinizado por participación de la divinidad de aquél no debiera llamarse propiamente «el Dios», sino «Dios»: y aquí el «primogénito de toda la creación» (cf. Col 1, 15), que por «estar en Dios» (cf. Jn 1, 1) es el primero en atraer hacia sí la divinidad, es absolutamente superior en dignidad a los otros que son dioses fuera de él—de los cuales Dios es «el Dios» según aquella palabra: «El Dios de los dioses, el Señor, ha hablado y ha convocado a la tierra» (Sal 49, 1)—; él ha sido el ministro de su divinización, sacando de Dios y comunicándoles a ellos generosamente según su bondad su divinización.
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De: leonazo (Mensaje original) |
Enviado: 12/07/2012 18:45 |
Hermanos la revelación que tenía este padre de la iglesia sobre la Trinidad es la misma que tenemos y compartimos
Lean con mucha atención. Enviado desde un iPad si alguien puede agrandar. Gracias.
ORÍGENES
La Trinidad.
Hay una cosa que turba a muchos que quisieran ser piadosos: con la preocupación de no admitir dos dioses, caen en el otro extremo con doctrinas falsas e impías, pues o bien niegan que el Hijo tenga una individualidad (idiotéta) distinta de la del Padre y confiesan que aquel que, al menos de nombre, llaman Hijo, es Dios, o bien niegan la divinidad del Hijo, estableciendo que su individualidad y su sustancia concreta (ousía katá perigraphén) es distinta de la del Padre. He aquí como se puede dar una solución: hay que decirles que Dios es Dios-en-si, y por esto dice el Salvador en su oración al Padre: «Para que te conozcan a ti, el único Dios verdadero» (Jn 17, 3); fuera del Dios-en-si, todo lo que es divinizado por participación de la divinidad de aquél no debiera llamarse propiamente «el Dios», sino «Dios»: y aquí el «primogénito de toda la creación» (cf. Col 1, 15), que por «estar en Dios» (cf. Jn 1, 1) es el primero en atraer hacia sí la divinidad, es absolutamente superior en dignidad a los otros que son dioses fuera de él—de los cuales Dios es «el Dios» según aquella palabra: «El Dios de los dioses, el Señor, ha hablado y ha convocado a la tierra» (Sal 49, 1)—; él ha sido el ministro de su divinización, sacando de Dios y comunicándoles a ellos generosamente según su bondad su divinización. |
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