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General: LAS ENSEÑANZAS DE CRISTO SOBRE LA CONDICIÓN DE LAS ALMAS DESPUÉS DE LA MUERTE
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Respuesta  Mensaje 1 de 1 en el tema 
De: Gedeonn  (Mensaje original) Enviado: 26/12/2012 18:56

EL RICO Y LÁZARO

 

BREVE EXPOSICIÓN DE UN RELATO REAL

 

Lucas 16:19-31

 

LAS ENSEÑANZAS DE CRISTO SOBRE LA CONDICIÓN DE LAS ALMAS DESPUÉS DE LA MUERTE

 



“Había un hombre rico, que se vestía de púrpura y de lino fino, y hacía cada día banquete con esplendidez. Había también un mendigo llamado Lázaro, que estaba echado a la puerta de aquél, lleno de llagas, y ansiaba saciarse de las migajas que caían de la mesa del rico; y aun los perros venían y le lamían las llagas” (v. 19-21).

 

Es llamativo cómo tantos han pretendido falsificar las clarísimas enseñanzas de Cristo acerca de la condición de los muertos, alegando que este relato no es real ni verídico, sino que está hablando de forma fantasiosa, o que por ser meramente una «parábola» —alegan— nada tiene que ver con la realidad. Los «Testigos de Jehová», los «Adventistas del Séptimo Día», por ejemplo, así como todos los aniquilacionistas[1] (los que creen que el alma es capaz de ser aniquilada o extinta, y definen erróneamente el verbo «destruir»[2] de esta falsa manera), agitan esta torcida interpretación del pasaje a fin de escapar de la realidad de las enseñanzas sobre el estado consciente de las almas en su condición separada del cuerpo, y así estas sectas propagan sus falsas doctrinas que afectan los padecimientos mismos de Cristo en la cruz (véase al final). Veremos que no es así, y la Biblia habla por sí misma con autoridad a la conciencia de todos, sólo que basta la absoluta e incondicional adhesión a ella, y no a los falsos sistemas de los falsos maestros sectarios.

 

Brevemente para empezar observamos que el mismo Maestro no dice ni sugiere que estuviera ofreciendo una parábola. En todas las parábolas, el Señor manifiesta claramente que está ofreciendo una parábola. Aquí no lo hace. En ninguna parábola el Señor danombresAquí da nombres, por lo que se trata de un relato real. Es cierto que el Señor, en este relato, utiliza algunos símbolos: esto nadie lo niega. Todo el lenguaje del Señor en el Nuevo Testamento está lleno de símbolos, pero ellos transmiten realidadesconcretas, no fantasías, como se pretende. E incluso aunque el relato pareciera tener el carácter de parábola, el pasaje es tan poderoso que aun cuando sea considerado como una parábola da precisamente los mismos resultados.

 

La razón es que las parábolas relatan situaciones de «la vida diaria», pero en este caso el punto más importante que nos hace ver que no sería una parábola es la mención de un personaje por su nombre —«Lázaro»— de quien a duras penas el Señor habría dado su nombre si realmente no hubiese existido; pero lo que no puede ser cuestionado es la situación de las almas en este relato, pues la definición de parábola no lo permite.

 

Si en vez de parábola fuera una fábula, ésta crearía situaciones no reales, tal como que los árboles hablan y eligen un rey (como en el caso del hijo de Gedeón, Jueces 9); pero estos sucesos son completamente reales. Y si no hubiesen sucedido con Lázaro —por ser un personaje del relato— sí pasa con los que mueren.

 

Como en el caso del sembrador, todos los elementos de la parábola son altamente conocidos y plenamente reales, para los que la escucharon, pues son cuadros tomados de la vida misma.

 

Ahora bien, la narración comienza hablando de un hombre rico. Es evidente que el Señor encuadró su discurso sobre la condición de las almas después de la muerte dentro de un trasfondo judaico, adaptado a sus oyentes y en el lenguaje de ellos: de aquí el simbolismo "el seno de Abraham", etc. Conforme a la mente judaica, una buena fortuna, como dicen los hombres, constituía la felicidad. Los judíos consideraban tal prosperidad como una señal del favor de Dios. El rico del relato tenía todo lo que su corazón (o más bien la carne en realidad) podía desear, y así daba rienda suelta a sus deseos. Pero todo era un deleite egoísta: para el corazón del rico, Dios no contaba para nada en tales deseos, ni tampoco había interés alguno por el prójimo: todo era el yo. Esto queda demostrado al entrar en la escena el mendigo Lázaro, que comía de las migajas del rico. El rico no reparaba en este pobre, sino sólo en sí mismo. Los perros eran más considerados que el mendigo, y rendían a éste mayor favor que su amo: lamían las llagas del pobre mendigo.

 

Así vemos, pues, queridos amigos cómo es el hombre, en este caso el judío, pero el hombre al fin, en la vida presente, conforme a sus pensamientos de bienestar terrenal.

 

LA CONDICIÓN DE LAS ALMAS DESPUÉS DE LA MUERTE CORPORAL

 

Pero todo cambia con la llegada de la muerte, y aquí el Señor revela sus enseñanzas en forma inequívoca, a las cuales debemos adherir sin compromiso, porque es el Señor quien habla, y no el hombre, y él enseña qué es lo que hay detrás de la tumba para que nosotros podamos tener la verdadera luz sobre estas cosas.

 

22  Aconteció que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham; y murió también el rico, y fue sepultado.

 

Está claro que “el seno de Abraham” es un símbolo, para los oyentes judíos, de un lugar especialmente bendito en el mundo invisible, donde le esperan los más honorables siervos de Dios. Pero la compañía de Abraham y la bienaventuranza de su condición no eran simbólicas. Veamos cómo sigue el relato.

 

23  Y en el Hades alzó sus ojos, estando en tormentos, y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno.

 

Ésta no es una figura del estado final de juicio, sino de cierta condición después de la muerte. (Mientras que el alma del mendigo pasó a un estado de felicidad, cuando su cuerpo yacía en el sepulcro). Del rico se dice que “alzó sus ojos” lo cual es lenguaje simbólico de nuevo, pero que describe el estado consciente de su alma. El hecho es que Lázaro, conforme a la enseñanza del Señor, fue visto en el seno de Abraham por el rico, quien estaba en tormentos.

 

Diremos algo sobre símbolos incluidos en este relato: El lenguaje simple y gráfico atrae más la atención de las personas sin importar su nivel cultural, que una descripción del estado consciente del alma después de la muerte hecha en términos científicos la cual hubiese sido inadecuada para los oyentes del Señor. El hecho es que no existe la mínima dificultad en la narración tomada en su justo sentido. En nuestro diario hablar empleamos continuamente lenguaje figurado para que nos entiendan mejor todos. El 90 % de la crítica antibíblica es deshonesta, y tiene la clara intención de desacreditar la Escritura (El hades y el castigo eterno, A. P.). Claramente el Maestro enseña que tanto el creyente como el inconverso, se encuentran en un estado consciente después de la muerte, y quien enseña lo contrario, enseña en contra de la doctrina de Cristo

 

24  Entonces él, dando voces, dijo: Padre Abraham, ten misericordia de mí, y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en agua, y refresque mi lengua; porque estoy atormentado en esta llama.

 

La prueba es ciertamente clarísima aquí de que incluso antes del juicio, los impíos están ya en tormentos.

 

Nadie cuestiona que el Señor emplea figuras, pero, lo repetimos, el motivo de las mismas es explicar las cosas invisibles de la manera más inteligible posible para nosotros; pues nosotros percibimos el mundo exterior a través del cuerpo y los sentidos; y de aquí el Señor toma las figuras a fin de que aquellos a quienes él se dirige y a quienes les presenta el mundo invisible conforme a Su propia sabiduría, las entiendan.

 

El Señor revela también que allí, en el Hades, el rico tiene conciencia de la necesidad de misericordia. El rico no toma, exteriormente, el lugar de un incrédulo. En él no hay seguramente ninguna fe, pero él habla de “Padre Abraham”, y aunque él nunca buscó a Dios por misericordia, ve al menos que allí, en el seno de Abraham, podía gozarse de la más rica misericordia. Entonces pide que Lázaro moje la punta de su dedo en agua y que refresque su lengua: ¡una miserable gota de agua! En otro tiempo, habría sido un favor tan insignificante que apenas se habría tenido en cuenta, y menos aún si Lázaro lo hubiera hecho. En la tierra, el rico habría detestado una cosa así. Pero la verdad aparece cuando el hombre ha dejado esta vida. ¡Qué importante es, pues, oír mientras estamos en la tierra, lo que el Señor nos dice!

 

“Estoy atormentado en esta llama.” El que nos dice esto es nada menos que Jesús. Y nosotros sabemos que él es la verdad, y que éstos son verdaderos dichos de Dios.

 

La respuesta de Abraham es digna de notar también:

 

25 Pero Abraham le dijo: Hijo (pues él no repudia la relación según la carne), acuérdate que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro también males; pero ahora éste es consolado aquí, y tú atormentado.

 

El que era de Satanás tenía buenas cosas en esta tierra; mientras que quien era nacido de Dios, recibió males aquí abajo. La tierra como tal no proporciona ninguna medida para los juicios de Dios: cuando Jesús venga, y el Reino sea establecido, será diferente. Pero tanto el judío como el hombre en general deben aprender que esto no es así ahora, y que, antes que Él venga, subsiste la solemne verdad de que los hombres muestran por sus caminos aquí en la tierra cuán poco creen palabras de Dios como éstas. Pero cuando los hombres mueren, seguramente habrán de probar la verdad de lo que ellos rehusaron oír en este mundo: “Ahora éste es consolado aquí, y tú atormentado”. No es el tiempo del Reino público del Mesías. Lucas nos permite ver lo que es más profundo aún que ese Reino: la bendita porción invisible del justo, así como el mal para el injusto.

 

26 Además de todo esto, una gran sima está puesta entre nosotros y vosotros, de manera que los que quisieren pasar de aquí a vosotros, no pueden, ni de allá pasar acá.

 

El Señor enseña aquí que existe una establecida y grande separación entre el bien y el mal en el estado intermedio. No se puede pasar del uno al otro. La noción de una gracia posible en la condición separada es absolutamente excluida por la Escritura. Los hombres naturales sueñan con esta posibilidad de una «segunda oportunidad»; ellos desean aferrarse del mal tanto como puedan, o al menos de los deseos de este mundo, despreciando las advertencias de Dios y echando mano o adquiriendo bienes de este mundo, en lo cual ponen su corazón, pero descuidando por completo la solemne lección que el Señor nos ofrece mediante la narración del rico y Lázaro. “Una gran sima está puesta entre nosotros y vosotros”, dice Abraham. Entre los justos que partieron, y aquellos que murieron en sus pecados la separación es completa.

 

Y puesto que el rico no veía ninguna posibilidad de cambio para sí, vuelve entonces su atención hacia su familia.

 

Entonces le dijo: Te ruego, pues, padre, que le envíes a la casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para que les testifique, a fin de que no vengan ellos también a este lugar de tormento. Y Abraham le dijo: A Moisés y a los profetas tienen; óiganlos. Él entonces dijo: No, padre Abraham; pero si alguno fuere a ellos de entre los muertos, se arrepentirán. Mas Abraham le dijo: Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán aunque alguno se levantare de los muertos” (v. 27-31).

 

 

CONCLUSIÓN

 

La respuesta de Abraham trae a luz otra gran verdad: la suprema importancia de la Palabra de Dios.

 

Hemos visto el testimonio del mundo invisible y que el Señor nos reveló mediante este relato real. Los oponentes de la Biblia quieren hacernos creer que el Señor estaba ofreciendo una novela, que estaba contando cuentos ficticios e imaginarios que nada tienen que ver con la realidad. Los que creen que diciendo esto escapan de la clara revelación del Maestro, se equivocan para eterna perdición. De hecho, también la propia resurrección de nuestro Señor sella la verdad de sus palabras, pues no hay prueba más evidente del fracaso total de cualquier otro medio para resucitar al hombre. Aunque él resucitó de entre los muertos, de en medio de una banda de hombres armados que custodiaban la tumba, esto no logró persuadir el corazón de los hombres, y menos aún de los sacerdotes y ancianos judíos, quienes sólo se endurecían más completamente por ello. Todos manifestaron su incredulidad.

 

Para terminar reiteramos que la compañía de Abraham y la bienaventuranza de su condición no eran simbólicas. Y así como las Escrituras claramente nos dicen que el hades es para el creyente una condición de bienaventuranza, así también el Señor nos dice que el hades es para el inconverso una condición de tormento. ¿Podemos creer la primera declaración y rehusar la otra? ¡Seguramente que no! ¡Cuán infinitamente benignas —y tan infinitamente solemnes, para que sus oyentes escaparan de tal condenación—, fueron las advertencias que el Señor hizo cuando estuvo aquí en la tierra!

 

El oponente de Cristo ¾quien enseña una doctrina contraria a la del verdadero Cristo respecto de estas cosas¾ puede argüir, si le place, que si los ojos y la lengua son simbólicos, los tormentos y la llama deberían ser también simbólicos. Pero si los tormentos físicos son simbólicos, preguntamos: ¿de qué son simbólicos? Aquí el simbolismo se acaba, pues no hay sino una única respuesta: Los tormentos físicos, si fueren simbólicos, deben ser simbólicos de los tormentos espirituales. Los tormentos que afectan el cuerpo, si son simbólicos, lo deben ser de los tormentos que afectan al alma, y esto es justamente lo que simbolizan. El hecho de que algunos contiendan esgrimiendo el argumento de que el lenguaje es simbólico, no debilita en lo más mínimo ni afecta en el menor grado la seriedad de la advertencia. Porque si el lenguaje es simbólico, el simbolismo es utilizado nada menos que por el mismo Hijo de Dios, y su intención era dar él mismo una impresión adecuada y justa en sus oyentes.

 

¿Es terrible el simbolismo? La verdad que se propone señalar es lo terrible. ¿Es terrible el simbolismo? La advertencia también es terrible. Pero el racionalismo y el sentimentalismo, que constituyen la base de las falsas doctrinas aniquilacionista y universalista, tienen como resultado la privación del sentido escueto de la verdad de Dios sobre estas cosas tan claramente enseñadas.

 

Se infiere claramente de las Escrituras adónde va el alma del creyente tras la muerte, así como también adonde va la del impío. Y en otro estudio demostraremos que el hades es la condición de las almas después de la muerte, o sea, que es un estado, y no un lugar, que el creyente, tras la muerte, está con Cristo en felicidad, mientras que los malos pasan inmediatamente a un lugar de tormento.

 

Y concluimos diciendo que la verdad de la doctrina del Nuevo Testamento respecto al infierno o destino de los malos, es que éste se refiere a un castigo con dos características fundamentales: es un castigo eterno y consciente, y constituye una falsa doctrina fundamental el hecho de negar una o ambas de estas dos características perfectamente enseñadas por el Señor y sus apóstoles.

 

Flavio H. Arrué




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