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General: RESPUESTA DE TESTIGO, PARA TITO MARTINEZ
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Respuesta  Mensaje 1 de 1 en el tema 
De: David 34  (Mensaje original) Enviado: 22/05/2013 11:26
Hermano Tito, esto es lo que me responde 1 mes y medio después la testigo con la que estuve hablando referente a la Coeternidad de Jesus, es decir, que JesuCristo no fue creado.
 
Gracia y paz hermano.
 
Buenas tardes, antes que nada disculparme por no haber respondido con anterioridad, 
 
Antes de empezar me gustaría que tomaras una biblia y leyeras todos los textos  ya que todo la argumentación está sacada de ahí.
 
Jesús no es uno más de los hijos de Dios. Es el “Hijo unigénito de Dios” (Juan 3:16, 18). La palabra griega traducida “unigénito” puede definirse como “solo en su clase, único” o “el único miembro de una familia o género”. Ahora bien, puesto que Jehová tiene millones de hijos espirituales, ¿en qué sentido es Jesús “el único miembro” de su familia?
Jesús es singular en el sentido de que es la única creación directa de su Padre. Él es “el primogénito de toda la creación”, “el principio de la creación por Dios” (Col. 1:15; Rev. 3:14). El papel que el Hijo unigénito desempeñó en la creación también fue singular. Aunque Jehová es el Creador, se valió de él para crear todas las demás cosas ( Juan 1:3). El apóstol Pablo escribió: “Realmente para nosotros hay un solo Dios el Padre, procedente de quien son todas las cosas, y nosotros para él; y hay un solo Señor, Jesucristo, mediante quien son todas las cosas, y nosotros mediante él” (1 Cor. 8:6). Me llama la atención que para referirse a Dios usa la expresión "procedente" mientras que cuándo habla de Jesús usa la expresión "mediante".
Sin embargo, hay muchas más cosas que hacen de Jesús un ser único. Las Escrituras lo designan con varios títulos o nombres que ponen de relieve su singular papel en el propósito divino. Si te parece vamos a examinar  otros  títulos que aparecen en las Escrituras Griegas Cristianas.
Como información adicional, dime que te parece ésto:
  Algunos comentaristas cuestionan la traducción de la palabra griega mo·no·gue·nḗs por “unigénito”. Dicen que la última parte de la palabra (gue·nḗs) no se deriva de guen·ná·ō (engendrar), sino de gué·nos (clase), por lo que el término se refiere al ‘único de una clase o género’. Debido a ello varias traducciones dicen que Jesucristo es el “Hijo único” o “único Hijo” (BI, BJ, NBE, NVI, RH), más bien que el “hijo unigénito” de Dios. (Jn 1:14; 3:16, 18; 1Jn 4:9.) Sin embargo, aunque los componentes de la palabra no tengan que ver con la idea de nacimiento, el uso del término implica, sin lugar a dudas, la idea de descendencia o nacimiento, pues la palabra griega gué·nos significa “linaje; parentesco; prole; raza”. Se traduce “raza” en 1 Pedro 2:9. La Vulgata latina de Jerónimo traduce mo·no·gue·nḗs por unigenitus. Muchos lexicógrafos reconocen esta relación del término con nacimiento o descendencia.
La obra Greek and English Lexicon of the New Testament (de Edward Robinson, 1885, pág. 471) define mo·no·gue·nḗs como “único nacido, unigénito, i. e.: hijo único”. El Greek-English Lexicon to the New Testament (de W. Hickie, 1956, pág. 123) también da: “unigénito”. El Theological Dictionary of the New Testament dice: “Μονο- [mo·no-] no denota la fuente, sino la naturaleza de la derivación. Así, μονογενής [mo·no·gue·nés] significa ‘de nacimiento único’, i. e.: sin hermanos o hermanas. Esto nos da la idea de unigénito. La ref[erencia] es al hijo único de unos padres, primordialmente en relación con ellos. [...] No obstante, la palabra también puede utilizarse en un sentido más general sin ref[erencia] a derivación con el significado de ‘único’, ‘sin par’, ‘incomparable’, aunque no deberían confundirse las ref[erencias] a clase o especie y a manera” (edición de G. Kittel, traducción al inglés y edición de G. Bromiley, 1969, vol. 4, pág. 738).
Con respecto al uso del término en las Escrituras Griegas Cristianas o “Nuevo Testamento”, esta última obra dice: “Significa ‘unigénito’. [...] En [Juan] 3:16, 18; 1 Jn. 4:9; [Juan] 1:18, la relación de Jesús no solo se compara a la de un hijo único con respecto a su padre. Es la relación del unigénito con respecto al Padre. [...] En Jn. 1:14, 18; 3:16, 18; 1 Jn. 4:9 μονογενής denota más que la singularidad o excelencia de Jesús. En todos estos versículos se le llama expresamente el Hijo, y así se le considera en 1:14. En Jn. μονογενής denota el origen de Jesús. Él es μονογενής en cuanto es el unigénito” (págs. 739-741).
En vista de estos comentarios y de las pruebas procedentes de las Escrituras, no hay razón para cuestionar las traducciones que muestran que Jesús no solo es el único o incomparable Hijo de Dios, sino su “Hijo unigénito”, descendiente de Dios en el sentido de que Él le ha creado. Confirman esta idea las referencias apostólicas al Hijo como “el primogénito de toda la creación” y “Aquel que nació de Dios”. (Col 1:15; 1Jn 5:18.) De hecho, Jesús mismo declara que es “el principio de la creación por Dios”. (Rev 3:14.)
 
Cuando Jesús nació como hombre, mantuvo la condición de Hijo de Dios de que disfrutaba en su existencia prehumana. Su nacimiento no fue el fruto de una concepción por simiente o esperma humano de ningún descendiente de Adán, sino que se debió a la acción del espíritu santo de Dios. (Mt 1:20, 25; Lu 1:30-35; compara con Mt 22:42-45.) Jesús confesó que era hijo de Dios a la edad de doce años, cuando dijo a sus padres terrestres: “¿No sabían que tengo que estar en la casa de mi Padre?”. Ellos no captaron el sentido de estas palabras, pues quizás pensaron que llamaba a Dios “Padre” como lo hacían los israelitas en general. (Lu 2:48-50.)
Tras su resurrección de entre los muertos a vida de espíritu Jesús fue “declarado Hijo de Dios” (Ro 1:4), “declarado justo en espíritu”. (1Ti 3:16.)
Mi pregunta es como es que cuándo volvió al cielo tras su resurrección siguió siendo considerado Hijo de Dios?
 
Primogénito:
De acuerdo con las Santas Escrituras, hubo un tiempo en que Dios estuvo solo. En su amor, quiso compartir el don de la vida y convertirse en padre, aunque no como los humanos. Con su ilimitado poder creativo, Jehová formó una persona viva e inteligente, un espíritu, “el principio de la creación por Dios”, a quien conocemos por el nombre de Jesucristo (Revelación [Apocalipsis] 3:14; Proverbios 8:22). Por haber sido creación directa de Dios cuando no había nadie más, a Jesús correctamente se le llama “hijo unigénito” y “el primogénito de toda la creación” (Juan 1:14; Colosenses 1:15).
Lógicamente, al ser la primera creación, Jesús no podía ser el Creador, “el único Dios” (1 Timoteo 1:17). No obstante, el Padre le concedió muchos privilegios. Por ejemplo, lo utilizó para crear “todas las otras cosas”, lo que incluye a los ángeles. A estos también se les llama “hijos de Dios” por haber recibido de Jehová la vida (Colosenses 1:16; Job 1:6; 38:7).
Después de haber preparado la Tierra para el ser humano, el Creador dijo: “Hagamos al hombre a nuestra imagen”, por lo visto dirigiéndose a Su primogénito (Génesis 1:26; Proverbios 8:22-31). Esto significa que Jehová creó también a su primer hijo humano, Adán, mediante la criatura espiritual que llegaría a convertirse en Jesús (Lucas 3:38).
 
Presta por favor atención a lo que viene a continuación:

 Aunque Jehová ha demostrado su amor de múltiples maneras, hay una que se destaca sobre las demás. ¿A cuál nos referimos? Al hecho de que enviara a su Hijo a sufrir y morir por nosotros. Podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, que se trata de la mayor muestra de amor de toda la historia. ¿Qué nos da tanta seguridad?
 La Biblia llama a Jesús “el primogénito de toda la creación” (Colosenses 1:15). Pensémoslo detenidamente: el Hijo de Jehová existió antes que el universo físico. Entonces, ¿cuánto tiempo estuvieron juntos Padre e Hijo? Según cálculos científicos, la edad del cosmos asciende a trece mil millones de años. Sin embargo, incluso si esta cifra fuera correcta, no bastaría para abarcar la existencia del Hijo primogénito de Jehová. ¿Qué hizo Jesús durante tantos millones de años? Servir gustoso a su Padre en calidad de “obrero maestro” (Proverbios 8:30; Juan 1:3). Jehová y su Hijo trabajaron juntos para formarlo todo, disfrutando de momentos llenos de dicha y emoción. ¿Quién de nosotros, entonces, puede hacerse una mínima idea de la fuerza de un vínculo que ha existido por un período tan inmenso? Es patente que los unen los lazos afectivos más firmes que pueda haber.
 Con todo, Dios envió a la Tierra a su Hijo para que naciera como humano, lo que implicó tener que privarse por algunas décadas de la estrecha relación con él en el cielo. Desde allí lo observó con gran interés durante todo su crecimiento hasta que llegó a ser un hombre perfecto. Cuando se bautizó, tenía unos 30 años, y el Padre habló personalmente en aquella ocasión desde las alturas y dijo: “Este es mi Hijo, el amado, a quien he aprobado” (Mateo 3:17). En vista de que Jesús cumplió fielmente todas las profecías y todo lo que se le había pedido, su Padre tuvo que sentirse muy complacido (Juan 5:36; 17:4).
 Ahora bien, ¿cómo se sintió Jehová el día 14 de Nisán del año 33 E.C. al ver que Jesús era traicionado, que era arrestado por una turba furiosa, que recibía burlas, que le escupían y le daban puñetazos, que lo flagelaban hasta dejarle la espalda hecha jirones, y que lo clavaban de pies y manos en un poste donde sufrió terribles humillaciones públicas? Sí, ¿qué sentimientos le causó que su Hijo amado clamara a él en su agonía, exhalara su último suspiro y, por vez primera desde el principio de la creación, dejara de existir? (Mateo 26:14-16, 46, 47, 56, 59, 67; 27:26, 38-44, 46; Juan 19:1.)
 El dolor que la muerte de su Hijo debió causarle a Jehová, quien tiene profundos sentimientos, nos resulta imposible de expresar. Lo que sí podemos saber es por qué permitió Jehová que ocurriera, por qué estuvo dispuesto a aguantar tal sufrimiento. El Creador nos revela algo maravilloso en Juan 3:16, un versículo tan importante que ha sido llamado el Evangelio en miniatura: “Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que ejerce fe en él no sea destruido, sino que tenga vida eterna”. Los motivos de Jehová se resumen en una sola palabra: amor. Nadie jamás ha demostrado un amor tan grande.

Iván, tendrían tanto sentido éstas palabras si al que envió Jehová fue a otro  como él, que siempre según tú ha existido?
 
 "La Palabra"
Primero que nada, por favor lee: ( Juan 1:14.) ¿Por qué se le da a Jesús el título de “la Palabra” o el Logos? Por la función que ha desempeñado desde que fueron creados los demás seres inteligentes. Jehová usó a su Hijo para dar información e instrucciones a los demás hijos espirituales, así como para transmitir su mensaje a los seres humanos. El hecho de que Jesús es la Palabra, o Vocero de Dios, queda claro en lo que les dijo a un grupo de judíos: “Lo que yo enseño no es mío, sino que pertenece al que me ha enviado. Si alguien desea hacer la voluntad de Él, conocerá respecto a la enseñanza si es de Dios o si hablo por mí mismo” (Juan 7:16, 17). Jesús siguió llevando el título de “La Palabra de Dios” aun después de haber regresado a la gloria celestial (Rev. 19:11, 13, 16) Mi pregunta es: por qué no volvió al mismo estado de igualdad que tenía con Dios?
Piensa  por un momento en lo que implica ese título. Aunque Jesús es la criatura más sabia que existe, no confía en su propia sabiduría y por eso solo transmite lo que su Padre le comunica. Tampoco dirige la atención a sí mismo, sino a su Padre (Juan 12:50) No te parece curioso ese hecho?
¿Que necesidad tenía él de estar consultando todo el tiempo con Dios, y además de llamarle continuamente Padre? ¿ Es que quería confundirnos con algún propósito que no hemos descubierto?
 
La verdad, que personalmente pienso que triste sería privarnos de conocer estas dos personas, cada una en su posición es grande, y que lamentable es que hayan personas que anulen la maravillosa personalidad de Cristo, y que nos priven de apreciar el sacrificio que tanto Padre cómo Hijo estuvieron dispuestos a hacer por todos nosotros.
 
Si te paras a pensar la Biblia es un libro armonioso, nada contradictorio, por lo tanto cuándo encontramos una idea en algún texto debemos esperar que armonicen con el resto.
Eso sí tenemos que ser humildes para reconocer cuando algo no es como esperábamos o pensábamos.


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