Máxima expansión árabe.
El Estado Islámico (IS), probablemente la organización terrorista más poderosa de la historia, sueña con liberar Al Andalus. Y esa tierra, que recuerda a los musulmanes su era de máximo esplendor, no es sólo Andalucía sino toda la Península Ibérica, excepto una parte de la cornisa cantábrica, y una pequeña porción del sureste de Francia.
A medida que en verano el IS se expandía por Siria e Irak -controla aproximadamente un tercio de cada país-, algunos de sus cabecillas recordaban que España estuvo ocho siglos (del VIII al XV) regida por el islam y que ya era hora de que volviese a formar parte de la umma (comunidad musulmana).
“Y os digo España es la tierra de nuestros abuelos y vamos a abrirla (sic), si Dios quiere, con el poder de Alá”, anuncia en español, en un vídeo colgado en julio, un yihadista del norte de Marruecos que el diario ‘Al Massae’ de Casablanca identificó como Nouredin Majdoubi. Le presenta, también en español, Salahedin Ghaitun. Más de 1.200 marroquíes se han incorporado al IS. En sus filas hay también medio centenar de españoles o extranjeros residentes en España.
El verano está siendo fértil en producciones yihadistas relacionadas con Al Andalus. Hasta Mohamed Hamduch, más conocido por su apodo de ‘Kokito’, se ha sumado públicamente al deseo de volver a España “para conquistarla”. Él es marroquí, de Castillejos, pero pasó tiempo en el barrio del Príncipe en Ceuta y está casado con una española. Se dio a conocer la pasada primavera cuando colgó en las redes sociales una foto suya exhibiendo las cabezas de cinco soldados sirios a los que había matado.
Fotomontajes de monumentos históricos
La bandera negra del IS, ante el palacio de la Aljafería en Zaragoza.
Otra modalidad de reivindicar consiste en colocar en Twitter fotomontajes de monumentos históricos erigidos en la España musulmana, como el palacio de la Aljafería, en Zaragoza; o la Alhambra, en Granada, con, delante del edificio, la bandera negra del IS y una inscripción en árabe: “Somos todos el Estado Islámico”.
A veces, sin embargo, el monumento elegido no tiene nada de islámico como, por ejemplo, el Sagrado Corazón que culmina el monte Urgull, en San Sebastián. También los simpatizantes del IS pusieron ante esa imagen una bandera negra, pese a que en la costa de Guipúzcoa no hubo presencia musulmana.
“España forma parte de los objetivos estratégicos de la yihad global”, reconoció, ya en marzo, el ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, tras el desmantelamiento de una célula terrorista. Más contundente el rey Abdalá de Arabia Saudí advirtió el pasado fin de semana: “Si nos descuidamos, estoy seguro de que el Estado Islámico de Irak y del Levante [antiguo nombre del IS] alcanzará Europa dentro de un mes y América en otro mes más”.
No siempre los sueños yihadistas se convierten, aunque sólo sea un poco, en realidad. El egipcio Ayman al Zawahiri, actual líder de la decrépita Al Qaeda, exigió “restablecer Al Andalus” y llegó a comparar Ceuta y Melilla con Chechenia bajo “ocupación rusa”. Desde 2004, España apenas ha sufrido, sin embargo, el azote del terrorismo islamista.
Proclamas incendiarias
Algunos analistas, como Abdalá Rami, investigador del Centro Marroquí de Ciencias Sociales, sostienen que “Al Andalus es un objetivo tan confuso que no hay que atribuirle gran importancia”. A diferencia de Al Qaeda, que intentó golpear a diestro y siniestro, el IS parece, pese a sus proclamas incendiarias, muy concentrado en consolidar su poder en Siria e Irak.
El califa Aboubakr el Bagdadi, líder del mastodonte yihadista, habla de conquistar Bagdad, capital del califato abasí, y Damasco, capital de los omeyas, pero no menciona a Córdoba, capital del califato de Occidente. El riesgo son más bien, por ahora, los llamados lobos solitarios, jóvenes radicales que desde su casa en Europa estén tentados de emprender la guerra por su cuenta.
Otros académicos insisten en que Al Andalus no sólo es un espacio geográfico sino que va más allá. “Es el mito de la unidad de los musulmanes, el de una gran civilización, alternativa a Occidente, y dominada por los musulmanes”, asegura Mohamed Tozy, el más conocido de los politólogos marroquíes.
“La reivindicación de Al Andalus es más que un problema de percepción o, mejor dicho, de alucinación ideológica”, escribió Kamel Daoud, columnista en el diario argelino ‘Le Quotidien d’Oran’. “Es el reconocimiento de que [los árabes] hemos terminado por fabricar una generación que, sin presente y sin futuro, delira sobre su propio pasado”.