16 Hay un cambio abrupto en cuanto a la oración de intercesión. Juan señala la diferencia entre pecado de muerte y pecado que no es de muerte, pero no define a ninguno de los dos. Nos dice que cuando veamos a un hermano cometer pecado que no es de muerte debemos orar por él. Dios oirá la oración y se le dará vida. Si Dios ha de darle vida, significa que no era creyente hasta ese momento. No estaba vivo sino “muerto en sus delitos y pecados” (Ef. 2:1), y en respuesta a la oración Dios le otorga la vida. Al pecado de muerte lo debemos considerar como un estado, más que como un acto. No hay ningún pecado específico que cometan los hombres que podamos denominar de muerte, pero sí hay un estado de pecado, de estar en rebelión contra Dios, que Juan en otras partes caracteriza como que permanece en muerte (3:14). Jesús advierte que quien blasfemare contra el Espíritu Santo “no le será perdonado” (Luc. 12:10), y eso es lo que Juan tiene en mente aquí. El Apóstol añade que hay pecado de muerte, acerca del cual no digo que se pida (aunque no dice específicamente que no deben orar acerca de ese pecado). Esto no quiere decir que debemos calcular cuándo debemos y cuándo no debemos orar por otros. Es más bien una advertencia seria de que el pecado condena a los seres humanos. 17 Toda maldad es pecado. No debemos tomar el hecho de pecar livianamente, pero el creyente puede cometer un pecado que no lo elimina de la categoría de salvado.
Gracia y paz