EL LIBRO DE LOS MÁRTIRES
Para descargar el libro, pinchad en el siguiente enlace:
Estimados foristas:
Tengo el honor de ofreceros en este santo foro una de las obras literarias más importantes de todas la Historia, EL LIBRODE LOS MARTIRES, de John Foxe (1516-1587), en formato de libro electrónico pdf.
Fox fue uno de los más importantes historiadores cristianos protestantes. En Internet encontramos la siguiente información sobre este libro:
"Un testimonio histórico de las persecuciones desencadenadas contra los cristianos, desde los tiempos apostólicos, hasta los mártires protestantes, durante las guerras de religión en Europa y las misiones de finales del siglo XIX. ¡Un clásico que es una verdadera joya de la literatura cristiana! La edición española presenta una recopilación completa de la vida y testimonio de los más insignes mártires primitivos y de los mártires protestantes, desde los tiempos de los apóstoles hasta las misiones de finales del siglo XIX. Sus 21 secciones cubren épocas tales como la de Nerón, Enrique VIII, Francia en 1814 y 1820, etc.
A continuación os voy a insertar un extracto del libro, para que veais como la iglesia de Satanás en la tierra, la iglesia católica romana, la gran ramera, actuaba contra todos aquellos que se oponian al vicario del diablo en la tierra, el papote romano, y rechazaban la maldita idolatria de la adoración al falso cristo-galleta, la ostia. Mirad lo que hicieron esos hijos del diablo con apariencia de piedad contra un santo de Dios llamado William Gardiner, por pisotear a ese asqueroso y falso cristo-galleta adorado por la gran ramera y los hijos de la gran ramera:
La vida de William Gardiner
William Gardiner nació en Bristol, recibió una educación tolerable, y fue, en una edad apropiada,
puesto bajo los cuidados de un mercader llamado Paget.
A la edad de veintiséis años fue enviado, por su amo, a Lisboa, para actuar como factor.
Aquí se aplicó al estudio del portugués, llevó a cabo su actividad con eficacia y diligencia, y se
comportó con la más atrayente afabilidad con todas las personas, por poco que las conociera.
Mantenía mayor relación con unos pocos que conocía como celosos protestantes, evitando al
mismo tiempo con gran cuidado dar la más mínima ofensa a los católico-romanos. Sin embargo,
no había asistido nunca a ninguna de las iglesias papistas.
Habiéndose concertado el matrimonio entre el hijo del rey de Portugal y la Infanta de
España, en el día del casamiento el novio, la novia y toda la corte asistieron a la iglesia catedral,
concurrida por multitudes de todo rango, y entre el resto William Gardiner, que estuvo presente
durante toda la ceremonia, y que quedó profundamente afectado por las supersticiones que
contempló.
El erróneo culto que había contemplado se mantenía constante en su mente; se sentía
desgraciado al ver todo un país hundido en tal idolatría, cuando se podría tener tan fácilmente la
verdad del Evangelio. Por ello, tomó la decisión, loable pero inconsiderada, de llevar a cabo una
reforma en Portugal, o de morir en el intento, y decidió sacrificar su prudencia a su celo, aunque
llegara a ser mártir por ello.
Para este fin concluyó todos sus asuntos mundanos, pagó todas sus deudas, cerró sus
libros y consignó su mercancía. Al siguiente domingo se dirigió de nuevo a la iglesia catedral,
con un Nuevo Testamento en su mano, y se dispuso cerca del altar.
Pronto aparecieron el rey y la corte, y un cardenal comenzó a decir la Misa; en aquella
parte de la ceremonia en la que el pueblo adora la hostia, Gardiner no pudo contenerse, sino que
saltando hacia el cardenal, le cogió la hostia de las manos, y la pisoteó.
Esta acción dejó atónita a toda la congregación, y una persona, empuñando una daga,
hirió a Gardiner en el hombro, y lo habría matado, asestándole otra puñalada, si el rey no le
hubiera hecho desistir.
Llevado Gardiner ante el rey, éste le preguntó quién era, contestándole: «Soy inglés de
nacimiento, protestante de religión, y mercader de profesión. Lo que he hecho no es por
menosprecio a vuestra regia persona; Dios no quiera, sino por una honrada indignación al ver las
ridículas supersticiones y las burdas idolatrías que aquí se practican.»
El rey, pensando que habría sido inducido a este acto por alguna otra persona, le preguntó
quién le había llevado a cometer aquello, a lo que él replicó: «Sólo mi conciencia. No habría
arriesgado mi vida de este modo por ningún hombre vivo, sino que debo este y todos mis otros
servicios a Dios.»
Gardiner fue mandado a la cárcel, y se emitió una orden de apresar a todos los ingleses en
Lisboa. Esta orden fue cumplida en gran medida (unos pocos escaparon) y muchas personas
inocentes fueron torturadas para hacerles confesar si sabían algo acerca del asunto. De manera
particular, un hombre que vivía en la misma casa que Gardiner fue tratado con una brutalidad sin
paralelo para hacerle confesar algo que arrojara algo de luz sobre esta cuestión.
El mismo Gardiner fue luego torturado de la forma más terrible, pero en medio de sus
tormentos se gloriaba en su acción. Sentenciado a muerte, se encendió una gran hoguera cerca de
un cadalso. Gardiner fue subido al cadalso mediante poleas, y luego bajado cerca del fuego, pero
sin llegar a tocarlo; de esta manera lo quemaron, o mejor dicho, lo asaron a fuego lento. Pero
soportó sus sufrimientos pacientemente, y entregó animosamente su alma al Señor.
Es de observar que algunas de las chispas que fueron arrastradas del fuego que consumió
a Gardiner por medio del viento quemaron uno de los barcos de guerra del rey, y causaron otros
considerables daños. Los ingleses que fueron detenidos en esta ocasión fueron todos liberados
poco después de la muerte de Gardiner, excepto el hombre que vivía en la misma casa que él,
que estuvo detenido por dos años antes de lograr su libertad.
(El tormento de los malditos judaizantes y demás apóstatas de la fe)