Hacia el Pensamiento Planetario
Si el pensamiento planetario os molesta, pisoteadlo, ¿se vengará o ha sobrepasado ya las reglas antiguas?
¿Cómo no pensar en lo que nos hace pensar?
En el paisaje que se abre ante nosotros, inmensa decoración, campo de labranza y vasto laboratorio, paisaje terrestre y cósmico que nos excita y nos fastidia, porque todo está dicho y hecho y todo está por decir y hacer, nos iluminan las grandes sombras mientras cumplimos nuestra marcha itinerante ( iterare y errare significan lo mismo), aspirando tanto a lo fijo como a lo fluido. Las jugadas están hechas, pero el juego continúa. Todo continúa. ¿Jugamos un final de partida? ¿Qué sucede? Quizá todo y nada. Algo sigue su curso. El hombre, ser finito (su análisis es casi inagotable aunque limitado) entra en el más allá de la subjetividad y la colectividad. La finitud del hombre y el fin del hombre dejan todavía en suspenso muchas preguntas. ¿De dónde venimos? ¿Qué somos? ¿A dónde vamos?
Estas son las preguntas antiguas. La interrogación antigua y futura parece marcar un intervalo. Tal vez para conocer mejor el tiempo, conocerlo como un bosque conoce la tempestad o la calma. El final del hombre actual está destinado a durar largo tiempo, hasta el agotamiento casi completo de las posibilidades y las realizaciones. De todas maneras, el hombre no es el último eslabón de la cadena del devenir que encadena todo en el ciclo del tiempo. ¿Se dejará atrapar, con la ayuda del hastío de la paz y el bienestar, en los juegos guerreros de la lucha por el poder? ¿Jugará mortalmente con la pelotita que es la Tierra hasta reventarla? ¿Romperá otros techos? ¿Morirá para renacer, desaparecerá, sufrirá una mudanza? El tiempo histórico parece cerrado, pero el tiempo recuperará el pasado y el presente en dirección al porvenir. Podría suceder también que el hombre se supere comenzando a situarse y comprenderse de otro modo, a considerarse como el jugador y el juguete a la greña con el mundo, el tiempo, es decir el juego, al enterarse de que las cosas no mejoran ni se deterioran. Seres y cosas giran y vuelven a girar. En tanto que el juego prosiga y nos prosiga.
Las novedades posibles:
¿Habrá novedades posibles, más o menos radicales? Por el momento ningún profetismo, ninguna fantasía ni ninguna utopía consigue superar este estado moviente de las cosas. Siguen mudas y vacías. ¿Cómo se va a manifestar la negatividad? ¿En qué “sentido” se hará el cambio y qué habrá que entender por cambio? Lo que existe se prolongará y se amplificará, engendrará inventos y descubrimientos, combinaciones y exploraciones. Los cambios cuantitativos de todas clases –comprendida la expansión demográfica- ¿conducirán a cambios cualitativos? Subsistiendo y desarrollándose las “mismas” cosas, ¿se producirá un cambio en nuestra manera de conocerlas, experimentarlas y pensarlas? ¿Una relación menos estrecha con los seres y las cosas se podría instaurar después de cierta saturación mundial de las conquistas modernas, después de que los pueblos subdesarrollados y la población creciente de los países desarrollados hayan quedado saturados hasta la repugnancia? ¿Cuál es el fin de la saturación?
El hombre mismo puede sufrir una mudanza, cambiar su naturaleza ancestral, puesto que está en su naturaleza cambiar de naturaleza, ¿para convertirse en qué? Después de las antiguas verdades errantes, confusamente reconocidas como tales, pues nada se aclara nunca por completo, ¿podrá abrirse un horizonte, tras la vacación y la vacuidad que toman todo a broma, más allá de esta inextricable brega que liga a lo verdadero y lo falso, lo bello y lo feo, el bien y el mal, lo esencial y lo no esencial, lo profundo y lo superficial, lo auténtico y lo no auténtico; un horizonte que englobaría y superaría las mitologías y las ideologías, las esquematizaciones conceptuales y las figuras de la representación? Cambios inéditos y todavía no reconocidos entre lo que se ha distinguido como materia y energía y lo que se cree identificar con el nombre de vida, de psiquismo y de pensamiento, ¿distribuirán de una manera nueva las piezas en el tablero?
En un plano más espectacular se presentan igualmente otras posibilidades. Van desde pequeñas catástrofes hasta una gran catástrofe y se detienen en el umbral de los encuentros con otros seres en otras estrellas. Las pequeñas catástrofes apenas son imposibles. Las máquinas han sido hechas para descomponerse y la técnica está destinada a conocer desarreglos menores y quizá mayores. Hay que prever múltiples accidentes y malos funcionamientos que la organización cibernética total conseguirá o no conseguirá dominar. Estas pequeñas catástrofes técnicas corren parejas con los desarreglos del material humano. Cierto enloquecimiento irá en aumento, la desorientación se generalizará, las normas de la presunta normalidad se desmoronarán cada vez más, y una suave locura, que tomará aspectos maníacos, depresivos, esquizoides y paranoicos, se apoderará de los juguetes humanos.
Las técnicas psicosociológicas y bioquímicas tratarán de remediar eso. ¿Lo conseguirán, y hasta qué punto? El problema del hastío en aumento no parece poseer una fuerza transformadora suficiente. Queda por saber si pequeñas catástrofes de y en la organización técnica de las máquinas y de los hombres pueden conducir a una nueva estrofa. ¿Y la gran catástrofe? También ella puede ser más o menos parcial o total, de orden cósmico y sin intervención humana o desencadenada por el tecnicismo. La esperanza y la obsesión de una catástrofe final habitan desde hace mucho tiempo en los hijos del cielo y de la tierra. Todo parece precipitarse hacia su fin y nosotros participamos en ello con una mezcla de placer y de tristeza, pues amamos la fijeza del ser y la fluidez del devenir. Sin saber por qué, deseamos precipitar el fin de lo que existe. Una catástrofe cósmica que barriera la vida en nuestro planeta y lo hundiera en el silencio lleno de estrellas, con o sin la posibilidad de otro o del mismo arranque. Una gran catástrofe técnica podría no terminar con todo y dejar lugar para una nueva partida por los mismos o por otros carriles. Si fuese total se incorporaría al silencio - ¿habitado por qué? - de un cosmos ilimitado, pero quizá no infinito.
Y la cuestión de saber si queda todavía algo – y qué - cuando el lenguaje hablado por el hombre y el hombre mismo ya no existan, la cuestión última de este “existe” no puede menos que quedar abierta. Como no se puede hablar de lo que existía antes del hombre, con anterioridad a la vida en general, sino en términos forjados después del desarrollo del pensamiento. ¿La existencia cósmica misma apareció en el tiempo y tendrá un fin? ¿Qué significa, no obstante, el Tiempo a este nivel?
¿Qué será el pensamiento nuevo?
Frente a las perspectivas catastróficas, la humanidad trata de reaccionar proponiéndose seguir caminos cósmicamente conquistadores, llegar a otras estrellas, instalarse en ellas, explorarlas y explotarlas. ¿Resultará algo nuevo o se tratará solamente de la expansión terrestre, de la exportación de sus riquezas y de su miseria a otros astros errantes? ¿El hastío humano cambiará de grado o de naturaleza – y cómo averiguarlo si el cambio de grado y de naturaleza es él mismo un cambio de grado o de naturaleza - en los viajes y las instalaciones interplanetarios? ¿La colonización de otras partes del universo abriría perspectivas inéditas?
Subsiste la posibilidad de encontrar otros seres en el cosmos, parecidos o diferentes, inferiores o superiores. Nadie podría decir nada acerca de esta posibilidad. Que en el Universo de los universos no existan otros seres pensantes –lo que está lejos de ser imposible- o que esté poblado por seres familiares o extraños a nosotros, no modifica en nada el destino humano, ni el Ciclo que une a seres y cosas y que puede ensancharse enormemente sin dejar de ser el mismo.
Tal vez estamos en camino hacia un pensamiento planetario, un pensamiento inseparable de la experiencia planetaria en marcha. Este pensamiento sería una continuación del pasado y una preparación del porvenir. Experimentaría lo fijo y lo fluido, sin mañanas que lloran o que cantan, es decir sin pesar por los paraísos perdidos y sin escatología. Uniría la verdad errante de la metafísica a la de la anti-metafísica, comprendiendo la verdad como una variante. El problema de lo “verdadero” y de lo “no verdadero” o de lo “falso” sólo puede quedar abierto.
Rechazado por los pensamientos reaccionarios, comprobantes o pedestremente progresistas, el pensamiento planetario trataría de superar las obsesiones psíquicas y psicológicas, sociales y sociológicas, tomándoles lo que tienen de bueno. Previamente parece necesario desbrozar el campo, situando y superando el naturalismo, el teísmo, el deísmo, el panteísmo, el ateísmo, el humanismo y el historicismo. Este último parece resistente y todavía no se ha desarrollado suficientemente; llevado a sus consecuencias extremas, ¿se suprimirá a sí mismo? ¿No hay que prever que se llegará a proponer otro acceso a la historicidad más arriesgado y más sereno? El pensamiento planetario se esforzaría por promover una nueva relación con todo lo que existe, profundizando, por supuesto, los vínculos que unen a lo antiguo y lo nuevo. Sus portadores angélicos, y diabólicos, serían más y otra cosa que especialistas o funcionarios de lo universal.
Conocer y meditar:
Conocer el pensamiento planetario equivaldría a meditar y experimentar. ¿Cuál es el lugar de la meditación en una época que no deja ya mucho tiempo al Tiempo? La experiencia que nos lleva a través de todas las meditaciones nos obliga a experimentar todo como actores-espectadores, jugadores y juguetes, sin que podamos tomar nuestro tiempo – pues es el tiempo el que nos toma - y nos indica un más allá de la representación. Abiertos a los sacrificios, a lo que dejamos caer y lo que hacemos surgir, liderados y siderales, quizá podremos responder a la provocación que nos lanza el pensamiento planetario, él mismo turbio, turbado y turbador.
¿Por qué se ha de llamar planetario a este pensamiento? Planetario significa, sin duda alguna, lo que abarca al planeta Tierra, al globo terrestre, y sus relaciones con los otros planetas. Es lo global. Esta concepción de lo planetario es, no obstante, excesiva en extensión y bastante vulgar y carente de comprensión. Planetario quiere decir lo que es itinerante y errante, lo que sigue un curso errante – según una trayectoria - en el espacio-tiempo, lo que realiza un movimiento rotativo. Planetario indica la era de la planificación, en la que sujetos y objetos de la planificación global, de la voluntad de organización y de la previsión, son incluidos en la fijación y según un itinerario que sobrepasa conjuntamente a sujetos y objetos. Planetario nombra el reino de la vulgaridad que se extiende para aplanarlo todo, ella también más errante que aberrante. Planetario designa también, en tanto que nombre masculino y según los diccionarios, una especie de mecanismo técnico, un engranaje. El juego del pensamiento “y” de la era planetaria es, por tanto, global, errante, itinerante, organizador, planificador y aplanador, incluido en el engranaje.
El pensamiento planetario responde a la cualidad errante del ser en devenir de la totalidad del mundo. ¿Qué sucede, entonces, con la verdad? Errar no significa error y aberración, falsedad, vagabundeo y mentira. Ya no hay referencia a un absoluto -¿ab-soluto de qué?- sino el juego de “Eso”. Todo no se hace relativo - ¿relativo a qué? - sino que constituye un acercamiento a “Eso”, a lo inaprehensible, que no es una idea, ni una persona, ni una cosa. “Es” el juego del tiempo, que no nos permite coagular el ser, hipostasiar el devenir, establecer la totalidad, asentar el mundo.
La cuestión de lo verdadero y lo no verdadero (y de lo falso), de la verdad y del error (y la mentira), no queda resuelta por tanto. Inclusive habría que plantearla de otro modo. Toda cuestión es retroactiva, aventurera, y abre el porvenir. Las palabras verdadero, falso, verdaderamente, nos vienen sin cesar a la boca, y todo el mundo sabe que hay dientes verdaderos y falsos. La verdad ha sido – y sigue siendo por consiguiente - una especie de alzamiento de un velo, un modo de adecuación entre el pensamiento y las cosas, un acuerdo del pensamiento consigo mismo y con la realidad, una conformidad de lo que se dice con lo que se hace y lo que es. Se convierte en cuestión, problema, interrogación en el juego del errar. No es muy diferente de la realidad, lo real, el realmente.
La realidad ha sido – y sigue siendo todavía - un modo de ser y de aprehensión de lo existente, como presencia, representación y objetividad, cosa que hay que explorar y transformar mediante la subjetividad humana. Se convierte en cuestión, problema e interrogación en virtud del mismo juego. Verdadero, verdaderamente, realidad, realmente, ¿podrían indicar provisionalmente lo que corresponde a la cualidad errante en el tiempo y en los tiempos? ¿Podrían designar lo que depende y contribuye a las estabilizaciones y los equilibrios pasajeros y/o duraderos, parciales y/o totales? ¿Podrían significar – admitiendo un sentido, otro y todos los sentidos, siendo significante y significado – lo que es fundativo - teniendo en cuenta circunstancias particulares y englobantes diversas, deterioros y lagunas – lo que da buen resultado social e históricamente (puesto que eso parece importar tanto) y pasa y se va? Verdad y realidad están incluidas en el juego del Ser-Nada ( res y nada están unidos), del Todo-Nada, tal como se revela y se oculta a los humanos que no pueden leer en él o asignarle una verdad, un sentido, un fundamento, y que pueden comenzar a abrirse al errar.
Jugar el juego del porvenir:
La antigua trinidad unitaria, lógica, ética y estética de lo verdadero, lo bueno y lo bello es impensable e irrealizable, aunque atormente nuestro lenguaje, nuestra afectividad y nuestras acciones. Caída en pedazos, sigue estando en el fondo del horizonte. Quizá no se trata de la edificación de una lógica, ética y estética nuevas. La pregunta ¿qué pensar? y ¿cómo pensar? debe explayarse primeramente al encuentro de la pregunta que se alza de todas partes ¿qué hacer? Aprehendidos como estamos en el nudo de las preguntas “teóricas” y “prácticas”, ante todo tendremos que aprender a no construir demasiadas teorías a menos de precipitarnos en la agitación. De todas maneras no podemos eludir enteramente las preguntas que se plantean al lenguaje, al pensamiento y a la acción. Trampear y engañar forman parte del juego. ¿Podemos no pensar en lo que hace pensar? ¿Podemos no participar en las tareas prácticas y en las acciones que se imponen? ¿Qué hacer? Jugar el juego.
Dejándonos llevar por el juego del tiempo, que es - ¿al mismo tiempo? - movimiento y reposo, concentración y dispersión, recogimiento y desgarramiento. Los fragmentos de la totalidad que somos no pueden sino hacer las mismas cosas, lo que no se puede sino hacer, manteniéndolas y revolucionándolas; hacer lo que se hace, se perfecciona y se deshace, hacer lo que nos hace, nos perfecciona y nos deshace. Con la mayor intensidad posible y, simultáneamente, con mucha más tranquilidad de ánimo. Obedientes a las exigencias de la proximidad y atentos a los llamamientos de la distancia. En el acercamiento y el alejamiento. Actores-espectadores, llegaremos tal vez a superar el reino de la representación, en el espacio-tiempo del juego errante, orientados hacia la apertura de la totalidad y chocando contra los límites (que se hace retroceder). Hablar, construir, organizar, explorar y conquistar es nuestro destino. El juego resume, no obstante, todo lo que nos hace pensar, obrar, vivir y morir.
Y nosotros: espectadores, en todos los tiempos, en todos los lugares, vueltos hacia todo y nunca más allá. Eso nos sumerge. Nosotros lo organizamos. Eso cae en pedazos. Nosotros lo organizamos de nuevo y caemos nosotros mismos en pedazos.
Estas palabras fueron dichas por alguien que un día se hizo esta pregunta: ¿por qué, errantes como somos, tenemos, hagamos lo que hagamos, este modo de proceder del que se va?
Kostas Axelos
Traducido y extractado por Matilde Fernández de K. Axelos.- El Pensamiento Planetario.-Editions de Minuit
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