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Poemas-Autores y Mas: Leyendas
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De: Marti2 (Mensaje original) |
Enviado: 23/09/2009 06:44 |
La paloma
Se halla difundida esta leyenda en toda nuestra Mesopotamia y en el Litoral. Ella cuenta que Tupá , creador de los indios, robó de la tierra de los hombres blancos un trozo de arcilla con la que éstos eran hechos, y consiguió por vez primera crear una hermosa paloma enteramente de color blanco. Lanzada al vuelo, el ave sólo recorría regiones en que todos los seres eran de color, desde el minúsculo colibrí hasta el temido yaguareté. Lamentándose de su blancura, imploró a Tupá para que le mudase el níveo color. No quiso su creador acceder a su pedido, lloró la paloma amargamente, y su lamento sonaba en la selva como un eco angustioso. Desesperada , y en un arranque supremo de dolor hundió, buscando el corazón, el pico en su pecho. Manó la sangre y el blanco plumaje enrojeció. Así llegó hasta Tupá, quien admirado de su entereza dejó permanentemente la mancha roja en medio del pecho blanco. Estas palomas, se ha dicho con toda razón, son más bellas que las otras totalmente blancas, porque han conocido el dolor...
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De: Marti2 |
Enviado: 23/09/2009 06:45 |
El cóndor es una de las aves más grandes del mundo, lleva a medir hasta 3 metros, tiene la cabeza y el pico desnudo y con excrecencias carnosas colgando del rostro, el pico es curvo y tiene en el cuello un collar de plumas o golilla de color blanco si es el cóndor de los Andes o de plumas negras si es de California, siendo estas las dos únicas especies. Pueden volar en busca de comida sin esfuerzo pues se remontan con las corrientes de aire caliente que suben desde el suelo y ya en el aire planean desde una corriente a otra pudiendo recorrer grandes distancias sin batir las alas.
Según cuenta la leyenda que tiene su origen en Mendoza, el cóndor no siempre usó la golilla que lleva tan elegantemente en el cuello. Se acostumbró a su uso después de haber sido derrotado, luego de una vergonzosa lucha, en la que lidió con un diminuto rival.La cosa ocurrió así : Don Cóndor había bajado al valle en ocasión de unas ¨chinganas¨ (fiestas populares que se hacen en los arrabales) y que se celebran con motivo de la Semana Santa. En uno de los tantos bodegones instalados cerca de una plaza Don Cóndor conoció a un compadrito charlatán y pendenciero, muy conocido en el pago por su apodo de ¨Chusclín ¨ se trataba nada menos de un vulgar chingolo.
Luego de una entretenida charla en la que don Cóndor y el Chusclín alardeaban de hazañas pendencieras y famosas ¨chupaderas¨ ( en Cuyo chupar significa beber vino), como fin de la charla formularon entre sí una singular apuesta. Se desafiaron a beber vino, el que chupara más sin curarse o emborracharse ganaría la apuesta y el perdedor, es decir el que se embriagara primero pagaría el vino consumido y la vuelta para todos. Don Cóndor de buena fe trataba de agotar el líquido de una sentada sin reparar que Chusclín cada sorbo que bebía lo arrojaba al suelo sin que don Cóndor lo notara.
Como Don Cóndor no estaba acostumbrado al vino pronto empezó a sentir dolor de cabeza y para atenuarlo se ató un pañuelo de vincha. Cuando don Cóndor advirtió el juego de Chusclín se le fue encima, Chusclín veterano peleador lo esperó sereno y confiado. Poco duró la pelea porque Chusclín con un certero golpe sangró la nariz de su contrincante que solo atinaba a defenderse. En el entrevero, el pañuelo que don cóndor tenía atado a la cabeza se le cayó quedándole en el cuello y desde entonces lo lleva allí.
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De: Marti2 |
Enviado: 23/09/2009 06:46 |
El rey de la mano horadada
Alfonso VI fue llamado el "monarca de la mano horadada". Este nombre tuvo su origen en los tiempos en que este rey se hallaba en el palacio de Almenón, rey árabe, de quien fue huésped al ser despojado del reino de León por su hermano Sancho.
Alfonso VI era hermano del gran Fernando I, que al morir, tras haber logrado victorias importantísimas sobre los árabes, cometió el error de dividir sus estados entre sus hijos. A Alfonso le correspondió León; a García, Galicia y a Sancho Castilla. A sus dos hijas Urraca y Elvira les dejó respectivamente los señorios de Zamora y Toro. Esta división impolítica dificultó en gran manera lo conseguido hasta entonces. La unidad del reino cristiano y la derrota del moro invasor, lo cual llegaría a ser realidad tres siglos después.
Como era que Sancho era el mayor de los hermanos, se creyó con más derechos y resolvió usar la fuerza para imponerse. Primero se enfrentó con Alfonso al que derrotó dos veces, la segunda con la ayuda del Cid Campeador. Alfonso fue encerrado en el castillo de Burgos hasta que los ruegos de su hermana Urraca salió en libertad para entrar en un convento.
El caracter bondadoso y caballeresco de Alfonso le granjeó las simpatias del moro que le trató como a un hijo. Le regaló una hermosa quinta a orillas de Tajo y en ella pudo vivir el monarca destronado con todo regalo y comodidad acompañado por tres de sus leales caballeros. Don Alfonso se hubiera sentido felíz de no recordar la humillación sufrída al arrebatarle su hermano el trono.
Hecho este preambulo, vamos a relatar el hecho que dió motivo a que el rey fuera llamado el de la mano horadada.
Cierta mañana el rey moro Almenón se hallaba con sus caballeros en la finca de Alfonso y entre ellos se suscitó una conversación acerca de la inexpugnabilidad de la plaza de Toledo.
- Es muy difícil apoderarse de Toledo, pero yo creo que la plaza no es inexpugnable- dijo uno de los caballeros.
-Yo creo, por el contrario que no ha nacido aún el que sea capaz de entrar en ella en son de guerra- afirmó otro.
El que había hablado antes insistió:
- Toledo puede ser tomado. No me cabe la menor duda.
- ¿ Y de qué medios se valdría para conseguir ocuparla?- Preguntó otro de los que intervenían en la conversación.
- Si yo fuera caballero cristiano y proyectara cercar Toledo, lo primero que haría es talar todos los campos de los alrededores; de tal modo, faltarían viveres y Toledo no tendría otro remedio que rendirse.
Las palabras del moro convencieron a todos, pero pronto se sobresaltaron al darse cuenta de que a pocos pasos de ellos se estaba don Alfonso, echado sobre el césped y en actitud de dormir. Pero ¿ era verdadera su actitud o sólo fingía y había oído la conversación?. La situación era peligrosa para ellos. Aquel hombre podía algún día ser el rey de Castilla y León y podía aprovechar entonces la idea que tan indiscretamente le habían brindado sus huéspedes. Intentaron averiguar si realmente dormía, pero sin resultado. El rey seguia inmóvil bajo el árbol. Como no estaban muy seguros, uno de ellos trajo una basija con plomo derretido y derramó unas gotas sobre la palma de la mano de Alfonso, el cual no se movió siquiera y continuó haciéndose el dormido en un esfuerzo sin precedentes a pesar del dolor que la quemadura debió producirle. Por este motivo se le llamó el de la mano horadada.
Sin embargo, se han echo varias objeciones a esta leyenda, pues no parece verosímil que uno pueda aguantar tanto el dolor o en el caso en que estubiera dormido no despierte al notar el plomo hirviente en la palma de su mano. Por ello hay quien afirma que el sobrenombre de la mano horadada se le dió por su generosidad y prodigalidad. Sea como sea hay que constar que este sobrenombre acompaño siempre al rey.
Hay también otra leyenda que se refiere a los mismos personajes y ocurrió en la misma época poco mas o menos. Dicen que al rey Alfonso se le erizaron los cabellos en presencia de Almenón y cuanto más pasaba el moro su mano sobre la cabeza del cristiano, más se erizaban los cabellos de éste.
Aquello extraño mucho a todos y algunos adivinos dijeron que era un significativo claro de que Toledo sería conquistada por los cristianos. Sólo se desharía el maleficio si Almenón expulsaba a Alfonso de su reino. Pero el moro era un hombre recto y no hizo caso de augurios y supersticiones.
Con el tiempo, y cuando ya Almenón y su hijo habían muerto, el rey Alfonso conquistó Toledo, pero sin tener necesidad de apelar a la estrategia que oyera tendido en el árbol, pues conocía de sobras la ciudad y sus defensas.
Mientras Alfonso fue huésped de Almenón ocurrieron dos grandes hechos historicos en la España cristiana. Sancho se había apoderado de Galicia y del señorío de Toro y sólo le quedaba Zamora, que opuso encarnizada resistencia justificando el dicho popular "No se tomó Zamora en una hora".
Alfonso comenzaba a dar muestras de desaliento cuando llegó la noticia de la muerte de Sancho a manos de Bellido Dolfos. No pasó mucho tiempo en llegar un mensajero de parte de doña Urraca, el cual notificó a don Alfonso que había sido proclamado rey de los castellanos.
Al enterarse de esta buena nueva los amigos de don Alfonso le aconsejaron prudencia y discrección. Debía evitar que su anfitrión el rey moro Almenón se enterara de lo ocurrido. Ahora, era ya rey de Castilla y el moro podría aprovechar la ocasión para retenerle como prisionero e imponerle condiciones.
El rey Alfonso desoyó los consejos de sus amigos. Ante todo, el era un hombre agradecido y el moro solo beneficios le había dado. Por ello dijo a los suyos:
- No haré caso de lo que decís, aunque sea por mi bien. Almenón ha sido para mí como un padre y yo debo comportarme como un hijo sin ocultarle nada. No soy un desagradecido.
Una vez dichas estas palabras, el rey se encaminó hacia el alcazar real y solicitó una audiencia con Almenón.
El rey moro que ya estaba al tanto de los sucesos acaecidos y sabía que por tanto su huésped era el rey de Castilla, le hizo pasar en seguida a su presencia real.
-El asesinato de mi hermano Sancho me ha colocado en el trono de Castilla, rey Almenón. Esta es la nueva que quería que supieras cuanto antes. Estoy aquí en calidad de huésped tuyo y ahora que ya sabes lo sucedido pido tu venia para marcharme a fin de ser coronado rey.
- Sabía todo esto amigo Alfonso, quizá antes que tu, y doy gracias a Alá por haberte inspirado lo que acabas de hacer. Si hubieras intentado marchar sin decirme nada, no habrías conseguido otra cosa que ser muerto o encarcelado. Toda la ciudad esta rodeada de guardias enviados por mí. Pero no temas. Ahora me doy cuenta de que eres bueno y agradecido y puedo confiar en tí lo mismo como huésped que como rey. Has actuado noblemente y puedes marcharte. Ve a coronarte rey de castilla y en cualquier ocasión que me necesites, tanto en dinero como en hombres, puedes contar conmigo incondicionalmente.
-Gracias rey Almenón. Tu generosidad no tiene igual en todos los reinos. Jamás olvidare todo lo que has hecho por mí.
-Solo te pido a cambio- dijo el moro, que respetes mis estados. Pero este juramento solo te lo pido mientras dure mi vida y la de mi hijo. Los cristianos sois más fuertes cada día y tal vez en un futuro no muy lejano nuestra raza tenga que abandonar este hermoso país. Mientras tanto, seremos amigos y aliados, si es que quieres...
-No solamente estoy dispuesto a jurar esto, sino ademas yo también te ofrezco ayuda siempre que te haga falta. Tus enemigos serán los míos.
Alfonso y Almenón se abrazaron conmovidos.
Era el año 1073. Dos años después, Alfonso tuvo ocasión de demostrar a Almenón todo su agradecimiento.
El rey árabe de Sevilla Mohamed AlNotamid, decidió invadir las tropas toledanas. Cuando Alfonso VI se enteró del apuro de su amigo no vaciló ni un momento. Con sus mejores tropas corrió en ayuda de Almenón. Cuando los toledanos vieron llegar al ejercito cristiano se asustaron porque ignoraban sus intenciones de ayuda. Entonces el rey castellano envió un emisario a Almenón anunciandole que venía a prestarle ayuda. Y tan decisiva fue la intervención del ejercito de Alfonso que el rey moro de Sevilla tuvo que huir con sus tropas abandonando el campo de batalla.
Paso el tiempo hasta que Almenón comprendió que sus días estaban contados, pero Alfonso VI aún llegó a tiempo para recoger su último suspiro.
El buen rey castellano puso su diestra sobre la cabeza del hijo de Almenón y respondiendo a la muda pregunta del moribundo exclamó:
-Tranquilo puedes irte, rey Almenón. El rey Alfonso, tu amigo, seguirá cumpliendo el juramento. Seré para tu hijo lo que tu fuiste para mí. No olvidare jamás tu hospitalidad...
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De: Marti2 |
Enviado: 23/09/2009 06:47 |
LEYENDAS DE ESCOCIA
Las ondinas que viven en los lagos de Escocia son conocidas por el nombre de Kelpies.
Uno de estos extraños seres se encaprichó de un monje al que intentaba seducir de todas las maneras posibles.
El santo varón, sin embargo, consiguió resistir sus propósitos arguyendo que primero tenía que aprender a vivir bajo el agua.
Como esto era imposible, la kelpie acabó por despedirse de este proyecto amoroso, no sin antes haber derramado abundantes lágrimas, que se transformaron en guijarros de color verde gris, a los que los escoceses dan el nombre de "lágrimas de sirenas".
En una ocasión, en Escocia, una de estas criaturas frecuentaba un tranquilo estanque, a veces con forma de un precioso pez, otras en la de una doncella tan grácil como los abedules que se contoneaban junto al agua. Aunque nadie pudo decir cómo sucedió, sedujo a un joven llamado Colvill, que acabó abandonando a los suyos para estar con ella en la laguna.
Durante todo un verano gozó de un placer infinito en los brazos de la ninfa, yaciendo entre los árboles.
Y de no haber sido por su familia, que concertó su matrimonio con una mujer mortal tan risueña y alegre como el mismísimo verano, hubiese desperdiciado su vida de esta manera.
Después de la boda, Covill permaneció a su lado durante algunos días, aparentemente ajeno a los hechizantes peligros del otro mundo. Pero, sin saberlo, su esposa le hizo caer de nuevo en las redes de la doncella de las aguas.
Había oído hablar de sus citas.
Una tarde, en el jardín de la casa de sus padres, le pidió que no volviera al estanque.
Covill miró fijamente a su dama y en medio de ese decorado, acudió a su mente la imagen del estanque de la montaña, con sus delicados abedules, y la del pelo suelto y los ojos marrones y sonrientes de la ninfa.
Covill abandonó a su mujer y regresó al estanque.
En su hogar de las tierras altas, la ninfa de las aguas le estaba esperando, casi invisible entre los nenúfares.
Atusándose el pelo, le preguntó:
-¿Te gusta mucho tu nueva dama, joven Covill?- dijo con suavidad.
El respondió que no y la abrazó, pero la ninfa sólo le sonreía: una sonrisa tan fría como el agua que vigilaba.
-¿No te duele la cabeza, joven Covill?
De repente notó un dolor tan intenso en sus sienes que le saltaron las lágrimas de los ojos.
-Corta un pedazo de mi vestido y envuélvete la cabeza, su magia te aliviará el sufrimiento.
Así lo hizo. Con su cuchillo cortó una tira del blusón que llevaba puesto la ninfa, mientras ella le observaba con ojos inexpresivos.
Como si fuese una cuerda de hierro, la seda se hincó en su cráneo, cada vez con más fuerza, hasta que el hueso se quebró y brotó sangre de sus oídos.
Sus pies vacilaron mientras clavaba los dedos en la venda de la ninfa, intentando quitársela, pero sólo consiguió que se apretara más.
Se volvió hacia ella cuchillo en ristre, pero la ninfa se alejó rápidamente, ligera como las gotas de agua.
Se detuvo un instante al borde del estanque y dijo:
-Está muy mal joven Covill, abandonarme por una doncella mortal.
El muchacho cayó al suelo enloquecido de dolor y la ninfa se sumergió en la laguna.
Cuando por fin los amigos de Covill salieron a buscarle, le encontraron ahogado.
Nada pudieron ver en el estanque, exceptuando el airoso coleteo de un hermoso pez.
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De: Marti2 |
Enviado: 23/09/2009 06:49 |
EL ATARDECER DE LA VIDA
El sol se despedía del Imperio Tré. El vasallo caminaba junto a la anciana del molino amarillo. Iban conversando sobre la vida.
- ¿Qué cosa es lo que más te gusta de la vida, anciana?
La viejecilla del molino amarillo se entretenía en lanzar los ojos hacia el ocaso.
- Los atardeceres –respondió.
El vasallo preguntó, confundido:
- ¿No te gustan más los amaneceres? Mira que no he visto cosa más hermosa que el nacimiento del sol allá, detrás de las verdes colinas de Tré.
Y reafirmándose, exclamó:
- ¿Sabes? Yo prefiero los amaneceres.
La anciana dejó sobre el piso la canastilla de espigas que sus arrugadas manos llevaban. Dirigiéndose hacia el vasallo, con tono de voz dulce y conciliador, dijo:
- Los amaneceres son bellos, sí. Pero las puestas de sol me dicen más. Son momentos en los que me gusta reflexionar y pensar mucho. Son momentos que me dicen cosas de mí misma.
- ¿Cosas? ¿De ti misma...? – inquirió el vasallo. No sabía a qué se refería la viejecilla con aquella frase.
Antes de cerrar la puerta del molino amarillo, la anciana añadió:
- Claro. La vida es como un amanecer para los jóvenes como tú. Para los ancianos, como yo, es un bello atardecer. Lo que al inicio el precioso, al final llega a ser plenamente hermoso. Por eso prefiero los atardeceres... - ¡mira!
La anciana apuntó con su mano hacia el horizonte. El sol se ocultó y un cálido color rosado se extendió por todo el cielo del Imperio Tré. El vasallo guardó silencio. Quedó absorto ante tanta belleza.
La vida es un instante que pasa y no vuelve. Comienza con un fresco amanecer; y como un atardecer sereno se nos va. De nosotros depende que el sol de nuestra vida, cuando se despida del cielo llamado “historia”, coloreé con hermosos colores su despedida. Colores que sean los recuerdos bonitos que guarden de nosotros las personas que vivieron a nuestro lado. |
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De: Marti2 |
Enviado: 23/09/2009 06:50 |
Leyenda Sioux
Cuenta una vieja leyenda de los indios Sioux, que una vez llegaron hasta la tienda del consejero de la tribu, tomados de la mano, Toro Bravo, el más valiente y honorable de los jóvenes guerreros, y Nube Azul, la hija del cacique y una de las más hermosas mujeres de la tribu....
-Nos amamos...- empezó el jóven -Y nos vamos a casar....- dijo ella.
-Y nos queremos tanto que tenemos miedo, queremos un hechizo, un conjuro, o un talismán, algo que nos garantice que podremos estar siempre juntos, que nos asegure que estaremos uno al lado del otro hasta encontrar la muerte.
-Por favor- repitieron - ¿hay algo que podamos hacer?
El viejo los miró y se emocionó al verlos tan jóvenes, tan enamorados y tan anhelantes esperando su palabra. -Hay algo -dijo el viejo- pero no sé...es una tarea muy difícil y sacrificada.
-Nube Azul -dijo el brujo- ¿ves el monte al norte de nuestra aldea? Deberás escalarlo sola y sin más armas que una red y tus manos, deberás cazar el halcón más hermoso y vigoroso del monte, si lo atrapas, deberás traerlo aquí con vida el tercer día después de luna llena ¿comprendiste?
-Y tú, Toro Bravo -siguió el brujo- deberás escalar la montaña del trueno, cuando llegues a la cima, encontrarás la más brava de todas las águilas, y solamente con tus manos y una red, deberás atraparla sin heridas y traerla ante mí, viva, el mismo día en que vendrá Nube Azul. Salgan ahora!
Los jóvenes se abrazaron con ternura y luego partieron a cumplir la misión encomendada, ella hacia el norte y él hacia el sur.
El día establecido, frente a la tienda del brujo, los dos jóvenes esperaban con las bolsas que contenían las aves solicitadas. El viejo les pidió que con mucho cuidado las sacaran de las bolsas, eran verdaderamente hermosos ejemplares...
-Y ahora qué haremos...-preguntó el jóven- ¿los mataremos y beberemos el honor de su sangre?
-No - dijo el viejo.
-¿Los cocinaremos y comeremos el valor en su carne?- propuso la joven.
-No -repitió el viejo. -Harán lo que les digo: tomen las aves y átenlas entre sí por las patas con esta tiras de cuero, cuando las hayan anudado, suéltenlas y que vuelen libres.
El guerrero y la jóven hicieron lo que se les pedía y soltaron los pájaros, el águila y el halcón intentaron levantar vuelo pero sólo consiguieron revolcarse por el piso. Unos minutos después, irritadas por la incapacidad, las aves arremetieron a picotazos entre sí hasta lastimarse.
Este es el conjuro:
Jamás olviden lo que han visto, son ustedes como un águila y un halcón, si se atan el uno al otro, aunque lo hagan por amor, no sólo vivirán arrastrándose, sino que además, tarde o temprano, empezarán a lastimarse el uno al otro. Si quieren que el amor entre ustedes perdure
"Vuelen juntos...pero jamás atados".
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De: Marti2 |
Enviado: 23/09/2009 06:51 |
El milagro do Cebreiro
Se fija la historia en el siglo XIV, en una fría noche del 24 de diciembre en que celebraba misa un monje. Cuando creía que nadie iba a estar presente en el sacrificio, vio entrar en la iglesia a un vecino que, sorteando la nieve y otras inclemencias de un tiempo cruel, ascendió con gran sacrificio hasta O Cebreiro para asistir a misa y comulgar.
El ministro de Dios comenzó a desconfiar de que dicho sacrificio fuera en pos de algo válido; se preguntaba si un trozo de pan y un poco de vino podrían satisfacer a quien tanto había luchado para estar presente en su consagración.
Absorto en sus pensamientos, llegó el momento de la Consagración y fue justo en ese instante cuando el pan se convirtió en verdadera carne y el vino en auténtica sangre de Jesucristo que, hirviendo, tiñó los corporales, los cuales quedaron en el cáliz mientras la Sagrada Forma no pudo despegarse de la patena.
En 1486, los Reyes Católicos, en peregrinación a Compostela, conocen el milagro y donan el relicario donde se han conservado las pruebas evidentes hasta nuestros días.
Graznidos de aves
Los graznidos de algunas aves, como los cuervos, cuando se oyen con insistencia en los árboles próximos de una casa, son de fatal agüero y significan o un alma en pena o un aviso de que luego morirá una persona.
La piedra de abalar
Según la leyenda la Madre de Dios arribó a la Costa de la Muerte en los primeros años del cristianismo y que los restos de su embarcación se encuentran esparcidos por esta zona. Se cuenta que la famosa piedra de Abalar era el timón de la barca sobre la que llegó la Virgen.
Se dice que esta piedra no se mueve a voluntad, sino que bambolea en determinados momentos, siendo creencia general que sólo se agita cuando los que están sobre ella se encuentran libres de pecado mortal, oyéndose el ruido provocado en, por lo menos, un kilómetro a la redonda.La reina Lupa
Lupa se congratulaba en llenar sus mazamorras de prisioneros cristianos a quienes infligía los mayores castigos. Según la leyenda su primogénito era ciego. Una de sus doncellas le dijo a Lupa que si dejaba en libertad a todos los encarcelados su hijo recuperaría la vista. Decidió conceder la libertad a los encadenados en sus mazmorras. Todo sucedió tal y como había pronosticado su doncella. Una vez que los cristianos se hallaron en completa libertad, el hijo de Lupa recuperó la vista.
Las ciudades sumergidas
En la región gallega, cualquiera de las lagunas existentes guarda el relato de una de estas localidades acusadas de apostasía y donde el temor de Dios dejó de existir.
Así tenemos el caso de Cospeito donde existen dos versiones. En una de ellas se refiere como la Sagrada Familia llegó hasta allí después de haberse enterado que Herodes pretendía sacrificar a todos los niños nacidos en su comarca.
Nadie ofreció cobijo a los tres peregrinos e incluso un zapatero les arrojó su lezna que fue a clavarse en uno de los pies del Niño Jesús. Comenzó a manar sangre de la herida y en tan gran cantidad que la ciudad quedó anegada y todos sus habitantes perecieron.
En la segunda versión la Virgen se presenta solicitando limosna, pero nadie atiende sus peticiones por lo que se dirige, como último y desesperado intento, hasta una casa. Escucharon las demandas del mendigo y para darle de cenar aquella noche mataron la única becerra que les quedaba en su establo. Una vez concluido el banquete ordenó el pobre que echaran los huesos más grandes en una cuadra y los más pequeños en otra, cosa que la familia propietaria de la modesta vivienda cumplió a rajatabla.
Amanecido ya, el mendigo despertó a los demás ocupantes de la casa advirtiéndoles que se ocuparan de las vacas, a lo que ellos no querían dar crédito. Sin embargo, la Virgen les respondió: " Tan cierto es que tenéis becerros y vacas como que la villa fue asolada por las aguas".
Dicho esto, desapareció ante la vista de la incrédula familia que tras divisar como lo que era el día anterior ciudad se convirtiera aquella noche en la actual laguna que llaman de los Patos, contempló con satisfacción como en una cuadra, donde habían dejado los huesos grandes, se encontraban varias vacas; y en la otra, becerros.
Meigas
Las meigas son mujeres adoradoras del diablo y que con sus ritos pueden hechar maleficios. Esta superstición obliga a una serie de ritos muy especiales para ahuyentar posibles peligros: guardar una herradura en el hogar, tras la puerta de entrada, o llevar consigo un diente de ajo, una castaña pilonga o varios objetos que libren del mal de ojo u otros hechizos.
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De: Marti2 |
Enviado: 23/09/2009 06:52 |
EL VIEJO Y LA MUCHACHA
Esta antigua historia me la narraron hace ya muchos años. Es la historia de un viejecito y una joven muchacha. De un viejo que vivía con la sola compañía de sus soledades y la sólida certeza de que siempre se debe aceptar la realidad, por muy ingrata que pueda llegar a ser.
Había transcurrido ya mucho tiempo desde aquella tarde gris de otoño en que el viejo había sentido disiparse sus ilusiones. Sentado ante su chimenea, mientras fijaba su mirada en las pequeñas llamas que chisporroteaban en el hogar, dejó vagar en libertad su imaginación hacia épocas remotas de su vida. Analizando con frialdad su pasado, diose cuenta que había malgastado su vida esperando, llenando su mente de ilusiones vanas, de esperanzas en una mañana de dicha y felicidad y ya, a su edad, no le quedaba tiempo para alimentar más sueños. El viejecito aquella tarde otoñal comprendió que ya no podía esperar más y debía aceptar la realidad de su vida efímera.
Desde aquel día enmudeció y ya sólo hablaba cuando realmente tenía algo interesante que decir. Dedicó sus horas de asueto a contemplar el mundo y a las personas que le rodeaban. A interesarse por la gente sencilla y real. A vivir en plenitud entregado a sí mismo y a los demás.
Todas las tardes paseaba por la orilla del mar. Allí, casi todas los días, se cruzaba con una joven de semblante alegre y apariencia de vivir feliz, pero él intuía a la muchacha profundamente embriagada de tristeza. Era una joven bella como las sirenas de mar, de cabellos dorados y largos, soñadora, orgullosa y muy ambiciosa. Una joven que le trasladaba sus evocaciones a sus años mozos, aquellos años en que él también soñaba y ambicionaba, aquellos años que desaprovechó aguardando
Poco a poco fue entablando una buena relación de amistad con la joven. El viejecito cada día que se encontraba con ella, le narraba un breve capítulo de la historia de un personaje ficticio que había desperdiciado su vida hablando siempre de lo que iba a hacer, sin haber disfrutado de lo que realmente ocurría en cada momento, sobreviviendo de esperanzas que nunca se cumplían.
Trataba de despertar en la joven la valentía suficiente para derribar las barreras que todos edificamos para protegernos para vencer el miedo a la soledad y gozar del amor hacia la vida
El viejo una y otra vez le comentaba a la joven la importancia de escucharse a sí mismo y le confesó lo tarde que el personaje de su historia se dio cuenta de que, durante la mayor parte de su vida no había escuchado realmente a nadie ni a nada. El silbido del viento, el sonido de la lluvia, la melodía del agua que corre por los arroyos y el rumor de las olas al romper en la orilla habían estado siempre ahí, pero en realidad él nunca los había oído. Le explicó que es el propio mundo que nos rodea la fuente de todo conocimiento y que el silencio es un tesoro codiciado para uno mismo
Y le habló del amor, le dijo que siempre él había confundido la necesidad de amor con el amor verdadero, que había necesitado del amor de su esposa y del amor de sus hijos porque realmente, él no se amaba a sí mismo. De hecho había necesitado el amor de todas las señoras con las que había seducido y de toda la gente por la que había luchado y ayudado a lo largo de su vida, porque no se amaba a sí mismo.
El viejo con lágrimas en los ojos evocó ante la muchacha aquel desgraciado y tardío día, en que él se dio cuenta de que sino se amaba a sí mismo, no podría amar realmente a otros. La necesidad de otros se interponía en su propio amor.
En otra ocasión el viejo le comentó a la muchacha que ella era hermosa e inocente, y sin embargo, intuía que ella se agazapaba tras un caparazón invisible entre ella y sus verdaderos sentimientos. Que estaba dejando escapar la vida intentando agradar a la gente que le rodeaba, para demostrar que era buena y en realidad no tenía que demostrar nada, porque realmente ella ya era hermosa y buena, inocente y generosa.
La joven muchacha aun cuando sentía un profundo cariño hacia el viejo, aparentemente no le hacía mucho caso, dedicándole siempre una sencilla sonrisa como muestra de gratitud y el silencio por todo comentario.
Pero él no cejaba ni se rendía y cada tarde, al verla, volvía a narrarle nuevas historias. Le hablo también de su ambición, diciéndole que la ambición que proviene de la mente puede colmarte de riquezas, sin embargo, la ambición que proviene del corazón puede darte además, la felicidad. La ambición del corazón – le repetía – es generosidad, no compite con nadie ni hace daño a nadie, de hecho, le sirve a uno de tal manera que sirve a otros al mismo tiempo.
La joven, poco a poco, mientras reflexionaba sobre los cuentos que el viejo le narraba, iba cimentando un sentimiento de aprecio y cariño, sin aceptar jamás, ante él, lo provechoso de sus enseñanzas.
Una tarde cansado ya el viejo de los silencios y las sonrisas gratuitas de la joven, convencido de su falta de persuasión, decidió dar por terminadas sus tertulias ilustrativas y decidió hablarle aquella tarde por última vez.
En aquella postrera ocasión le habló del tiempo, y le explicó como el tiempo transcurre con rapidez cuando uno se escucha a sí mismo y como el tiempo se hace eterno mientras se espera que otras personas lo llenen.
Hoy, ha transcurrido ya mucho tiempo y el viejo no pasea por la orilla del mar. La joven, aquella joven bella como las sirenas, de cabellos dorados y largos, soñadora, orgullosa y ambiciosa, acude cada tarde al paseo de la orilla esperando encontrar algún día nuevamente al viejo, sin aceptar que el viejo hace tiempo que se fue y que ya no volverá nunca más. |
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