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Temas para Pensar: El silencio frente al ego...
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Respuesta  Mensaje 1 de 1 en el tema 
De: Marti2  (Mensaje original) Enviado: 02/10/2009 08:00
El silencio frente al ego...
Esta es la pregunta que lanzo a vuestro discernimiento como inicio: ¿cuál es la correcta actitud, o la correcta acción, que debemos adoptar o ejecutar, cuando nos hallamos de pronto en presencia del ego?
¿Recordáis mis bienamados la parábola de la serpiente y el monje? Comenzaré con ello la reflexión de esta semana en vuestro portal espiritual:
Érase una vez una serpiente que vivía en una cueva del bosque camino de un pequeño pueblo. Aquel era su terreno. Cuando los pobladores querían surcar el bosque por el camino de la cueva, la serpiente les salía al encuentro, y sin dudarlo, los mordía, a tal punto que muchos hombres enfermaron con gran fiebre a causa de su poderoso veneno, y otros morían retorciéndose.
Un monje errante pasó por el pueblo, y cuando se encaminaba al bosque para seguir su travesía, los pobladores le gritaron: "Señor, no vaya usted por allí!!! Hay una malvada serpiente que lo matará ni bien cruce por su cueva. Tome más bien el camino largo fuera del bosque, o ella le morderá..."
El monje agradeció el consejo, y sin que los pobladores lo notaran, siguió sus pasos directamente por el camino prohibido. Al pasar por la cueva, la serpiente se irguió y mostró sus colmillos, dispuesta y decidida a traspasar la piel del hombre con su veneno. El monje alzó su mano, pronunció una fórmula secreta, y la serpiente quedó como atontada, en un estado de parálisis. El monje se sentó exactamente a su lado, y le dijo: ¿por qué haces daño a las gentes? ¿de dónde te viene el matar? A partir de hoy te enseñaré un mantra que repetirás, para que la maldad se aparte de ti, pues no debes matar.
La serpiente, en estado de total entrega a aquel hombre santo, se internó con él en la cueva. Luego de tres días, el monje se despidió de ella, y la serpiente quedó en la cueva haciendo su mantra. Al cabo de un tiempo, los pobladores comenzaron a ver que al llegar al territorio de la serpiente, ésta no se asomaba para atacarlos. Cautelosamente fueron avanzando con el correr de las semanas, y comprobaron que se había vuelto dócil como un perro doméstico. Aquel terrible animal que tiempo atrás mataba sin piedad, era totalmente inofensivo.
Se corrió la voz en el pueblo, y los hombres cruzaban normalmente el bosque.  Cuando la serpiente salía a saludar, ellos la pateaban, y la pisoteaban. Es más, los niños y muchachos del pueblo, la usaban de juguete, haciéndola girar en el aire, golpeándola contra las piedras, echándole pinturas y un sinfín de maldades más. Ella no se defendía, se había vuelto totalmente pasiva.
Luego de un año, el monje errante volvió a pasar por aquel sitio. El santo quiso visitar a su vieja amiga iniciada en el sendero espiritual. Le extrañó no verla en el camino acostumbrado. Fue a buscarla a la cueva y la vio: era un despojo, un tímido esqueleto cubierto apenas por piel, con dificultad respiraba.
El monje, curándola con hierbas frescas, esperó a que se recupere en la cueva. Cuando la serpiente pudo hablar, él le preguntó: ¿qué te ha pasado amiga mía?. La serpiente respondió: Señor, tú me enseñaste esas palabras, me mostraste el amor, y me volví incapaz de hacer el mal. Los niños y hombres abusaron de mí, y por su culpa he quedado así como me ves.
El santo hizo un pequeño silencio, y le respondió en tono severo: "Pero qué tonta has sido! Yo te dije que no hicieras daño, pero nunca te dije que al hallarte en peligro silbaras para defenderte!!!"
Fin de la fábula
Mis amados hermanos en Dios: mucho podemos aprender de lo sucedido en estos tiempos. Recuerdo que la primera vez que me fue mostrada esta parábola fue con motivo de los disgustos que pasaba yo en mi oficina, donde trabajaba. La gente allí competía, a veces se insultaba, se tendían trampas, hablaban maliciosamente del otro, criticaban, y yo no quería ser partícipe de ello, pero no sabía como apartarme. El maestro me dio como respuesta esta fábula. El maestro nunca respondía en forma directas mis preguntas: o me hablaba con parábolas, o me llevaba a caminar por un parque. Yo, ansioso, esperaba la solución a los problemas que planteaba. El silencio y su sonrisa eran demasiado para mí. Yo me preguntaba: ¿qué clase de instructor es este que se queda en silencio cuando le pregunto?. Luego de un tiempo, cuando mis expectativas cesaban, la semilla del silencio daba frutos en el árbol de la sabiduría interior. No era mi árbol, pues la semilla había sido plantada por el maestro en mi ser. Mi ser sólo era el terreno. Mas cuando el árbol daba frutos, y generalmente esto no era inmediato, las respuestas venían directo del árbol. Sin embargo, hasta ese momento, sólo había una semilla.
Cierta vez, cuando paseaba yo con el maestro por un bosquecillo, toma una semilla del suelo, y me dijo: ¿qué ves?. Yo le contestaba automáticamente: una semilla. El no decía nada. Luego de un tiempo, me daba cuenta de que él veía allí un árbol. un verdadero maestro calla, y habla cuando desde lo Alto se le indica.
Tiene dos formas frente al ego: una es dejarlo crecer al punto que cuando se ha envanecido, y se ha erguido con afilados dientes dispuestos a morder, él utiliza algo que un hombre común llamaría magia o milagro, y dice algo, lo justo, para que el ego quede atontado, shockeado, dejándolo por el piso. Pero primero practica el silencio: el silencio frente al ego.
Quiero que veamos todos nuestros egos, como se deslizan por nuestro ser como una serpiente. Para el ego, nuestro ser es su terreno, y atacará todo lo que se le presente. Mas el ser no es del ego, por eso se necesita alguien que pronuncie la fórmula secreta para que se amanse.
Ya veis mis amados hermanos: vuestro Vivekamukti ha sido mordido más de una vez, por lo que allí tenéis una vez más dentro de cientos, que no conoce las fórmulas secretas. Sólo de vez en vez, cuando su ego no se infiltra, fluye libremente sin que ninguna serpiente pueda dañarle.
Igual sois vosotros: camino al bosque, sin saber por donde vendrá aquel atacante.
Todos tenemos lecciones que aprender, todos debemos ayudar a que la semilla se haga árbol. Mas a veces quitamos la luz que lo hace crecer, y dejamos que el arbolillo enferme.
Permitidme contarles una cosa más: cuando yo era más pequeño, el maestro me decía "debo protegerte, poner un cerco alrededor de ti, no sea cosa que te dañen, cuando aún eres débil. El día que estés fuerte, apartaré el cerco, y si bien el viento sacudirá tus hojas, y arrancará algunas hojas, y las tormentas y el granizo se abalanzarán sobre tí, tu tronco seguirá erguido, y el follaje aparecerá de nuevo, renovado y ehuberante"
¿Comprendéis estas enseñanzas? Cuando algo os ponga en peligro, no mordáis como la serpiente, mas no temáis en producir un silbido que auyente el peligro, pues no hay daño en ello: os estáis sólo preservando.
Es importante ver cómo actúa este ego, como ataca, cómo nos hace ir por la dualidad confundiéndonos, haciéndonos sentir dolor o alegría. Decía Osho en su libro "Aquí y ahora":El Buda ha dicho que el encuentro con lo que nos agrada nos produce alegría, y que la despedida de lo que no nos agrada también produce alegría; que la despedida del ser querido que amamos nos produce dolor, y que el encuentro con el ser no querido también nos produce dolor. Así se creía y así se entendía. Pero más tarde llegamos a comprender que aquel al que llamamos ser querido puede convertirse en el ser no querido, y que aquel al que considerábamos el ser no querido puede convertirse en el ser querido. Así, con la evocación de los recuerdos pasados, las situaciones existentes cambiarán radicalmente; se verán desde un punto de vista completamente diferente.
Por eso os daré ahora un punto de vista totalmente diferente, algo que extraje para vosotros del libro "Curso de Milagros" sobre el Ego y nuestra identificación con él. Leed esto por favor:
Nuestra identificación
con el Ego
Pero, ¿quién es este extraño personaje con el que nos identificamos y que parece ser causante de muchos de nuestros miedos, culpas y problemas de decisión? En realidad no es más que un error de percepción de quiénes somos. O sea que de alguna manera hace que caminemos por la vida con un error de identidad.
Cuando en Un Curso de Milagros se habla de identidad siempre se expresa con «I» mayúscula, porque se refiere a la verdadera Identidad, al verdadero Yo, el que Dios creó, el Ser que nunca ha cambiado, que no es posible cambiar de como fue hecho por el Creador. Es el Cristo Interno, es el Santo Hijo de Dios.
La identidad con «i» minúscula, es esa que cada uno de nosotros ha inventado, la que no tiene nada que ver con la creación real del Creador, es la que hemos fabricado cuando rechazamos la verdadera Identidad que Dios nos dió.
Sin embargo, en realidad esto no es posible porque no podemos ser el Padre y el Hijo a la vez. Lo peor de todo es que cada uno de nosotros nos creemos creadores de nosotros mismos. Recordemos que «Si se pudiese lograr el objetivo de autonomía del ego, el propósito de Dios podría ser truncado y eso es imposible». T.11.V.11:1
El problema de toda esta supuesta «creación» que cada uno de nosotros hemos hecho es que con esto se nos olvidó lo que era la verdadera Identidad que Dios nos dió y al hacerla nuestra nos identificamos con ella y vivimos divididos entre la verdadera Identidad y la falsa identidad creada por nosotros.
El problema no es solo que cada uno de nosotros ha creado un ego, sino que además pensamos que somos solamente eso, nos identificamos con él y si nuestro ego triunfa nos parece que nos sentimos bien, porque para el ego ganar significa que otro pierda y eso lo hace sentirse triunfante. También cuando el ego pierde se siente mal, porque otro ha ganado y él ha perdido.
«Para el ego dar cualquier cosa significa tener que privarse de ella. Cuando asocias el acto de dar con sacrificio, das solamente porque crees que de alguna forma vas a obtener algo mejor y puedes, por lo tanto, prescindir de la cosa que das. Dar para obtener es una ley ineludible del ego, que siempre se evalúa a sí mismo en función de otros egos. Por lo tanto, está siempre obsesionado con la idea de la escasez, que es la creencia que le dió origen. Su percepción de otros egos como entes reales no es más que un intento de convencerse a sí mismo de que él es real». T.4.II.6:3-7
La mayoría de los seres humanos no nos damos cuenta hasta qué punto nos identificamos con el ego, sin embargo necesitamos cada uno de nosotros entender que el ego no es nuestro verdadero Ser, el ego no es creación de Dios, es solo una ilusión que toma el lugar del Ser cuando bloqueamos, cuando obstruimos nuestro despertar al encuentro y solo buscamos ilusiones.
El ego realmente no existe como creación del Padre, es solo una parte de la creencia errónea sobre nosotros mismos, es un error de apreciación mental, «el ego no es nada, pero se manifiesta de tal forma que parece ser algo. En un mundo de formas no se puede negar al ego, pues solo él parece ser real. Mas ¿Podría el Hijo de Dios tal como su Padre lo creó morar en una forma o en un mundo de formas? Si alguien te pide que definas al ego y expliques cómo se originó, es porque cree que el ego es real e intenta, por definición, asegurarse de que su naturaleza ilusiva quede oculta trás las palabras que parecen otorgarle realidad». M.2.2:2-5
El ego es la parte con la que nos identificamos, es la parte de nosotros que más vemos, porque creemos, erroneamente, que nuestro Ser, nuestra verdadera Identidad es el ego. Sin embargo el ego no existe como parte creada por Dios, es solo una imagen falsa en nuestro sistema de pensamiento. Porque si el ego existiese como parte de la verdadera Creación, estaríamos diciendo que el Padre creó dos identidades: una real y una falsa y que las dos permanecen en conflicto, lo cual no es posible.
Jesús en su mensaje a través de Un Curso de Milagros nos pide que desarrollemos la habilidad de hacer una separación entre lo que es el ego y lo que somos realmente, para poder empezar a perdonarnos por aquello que pensamos que hemos hecho mal y entender que «cuando te sientes culpable, recuerda que el ego ciertamente ha violado las leyes de Dios, pero tu no. Los 'pecados' del ego déjamelos a mí. Ese es el propósito de la Expiación. Pero hasta que no cambies de parecer con respecto a aquellos a quienes tu ego ha herido, la Expiación no podrá liberarte. Si te sigues sintiendo culpable es porque tu ego sigue al mando, ya que solo el ego puede experimentar culpabilidad. Eso no tiene porque ser así».T.4.IV.5:1-6
Necesitamos entender que no somos el ego, que éste solo es una especie de cáncer psicológico, un pensamiento fuera de control en el interior de nuestra mente, que no nos define, que no es nuestro Ser.
Empezar a trabajar sobre este aspecto requiere que tomemos nuevas decisiones más responsables y menos culpables y el proceso para ésto, no es negando al ego o tratando de combatirlo, lo que lleva a un desgaste total de energía y conduce además, a proyecciones en las que empezamos a culpar a otras personas o bien a enojarnos con nosotros mismos.
Cuando en lugar de combatir al ego solo observamos concientemente cómo actúa, podemos descubrir que éste es solo una parte de nuestra mente equivocada y no somos nosotros, podemos entonces realmente iniciar nuestro proceso de sanación, cuando a través del perdón a nosotros mismos nos vamos acercando al amor, es cuando el ego se debilita, pero en tanto queramos luchar contra él y fingir «ser buenitos» para no hacerle caso, lo único que hacemos es nutrirlo, lo «engordamos y hacemos rozagante», le damos un valor real y el ego no existe en la verdadera realidad.
Tampoco podemos tratar de «ponerle florecitas para que se vea bonito» o bien intentar amarlo, porque esta es otra forma falsa e inútil de aproximación a él, porque el ego no es el niño interno con el que podemos ponernos a jugar, no es nuestro amigo, es más, el ego ve al espíritu y al amor como su enemigo y lo ve así porque es a lo único a lo que le tiene miedo, porque sabe que al present s errores personales a otros.
Ser responsables significa unicamente que dejamos de culpar a otros por lo que sentimos (estoy enojada porque mis padres o mi pareja o mi amigo me...) o bien, dejamos de culpar a Dios (¿por que Dios permite que esto suceda, por que permite la miseria y el dolor...?). Es tal como se plantéa en uno de los ejercicios de Un Curso de Milagros «Mi salvación procede de mí. No hay nada externo a mí que me pueda detener. En mí se encuentra la salvación del mundo y la mía propia». E.70.10:6-8
Es empezar a descubrir y aceptar que -nadie me hace nada, sino que yo me lo hago a mí misma, que me identifico tanto con mi ego que yo me genero dolor y sufrimiento, pero que nadie externo a mí me lo hace-. Es aceptar que somos responsables de las acciones de nuestro ego, pero reconociendo que no somos un ego, que somos las personas que pensamos en los pensamientos del ego, pero que no somos esos pensamientos.
Esto hace una distinción crucial porque permite abrir un camino de la culpa a la libertad, en la que observamos los errores del ego sin enjuiciarnos y sin sentirnos culpables o pecadores. Entendiendo que «El Reino está perfectamente unido y perfectamente protegido y el ego no prevalecerá contra él».T.4.III.1:12
La meta, a la que a través de la observación y la responsabilidad nos podemos acercar, es el perdón. Un perdón a nosotros mismos por los errores que hemos cometido, por nuestro alejamiento del amor, por nuestros enojos y por todo aquello que nos hace sentirnos culpables.
Es reconocer que no somos un ego y aceptar que somos el Santo Hijo de Dios, que por un momento ha olvidado cuál es su verdadera Identidad. Es una responsabilidad personal que nos lleva a descubrir que nuestra seguridad radica en la verdad del espíritu, no en la mentira irracional del ego. Que el amor es nuestra seguridad y que el miedo es creación del ego. Nos lleva a identificarnos con el amor y encontrar a nuestro verdadero Ser.  
(Fin del extracto)

Por lo tanto, es hora de ponernos a trabajar hermanos míos. Siempre os dejo un gran  trabajo para la semana y para la vida, pero daros cuenta de que yo voy con vosotros haciéndolo ¿con quién más? Las semillas en mi ser dan árboles, que se entrelazan por sus raíces con los vuestros. Los árboles, a medida que crecen, se van uniendo por las raíces. Esto es casi invisible, pues sucede bajo la tierra, pero los árboles se hermanan en lo profundo, se nutren del mismo alimento, lo comparten. De eso se trata nuestro trabajo en el portal. No de decir: "yo soy un pino y tú un abedul. Ve tu con tus raíces a otra parte pues yo pienso así y nada me moverá..." . El pino y el abedul tienen formas diferentes, pero son árboles, y si bien sus copas pueden estar separadas y nunca enlazarse, sus raíces inevitablemente se encontrarán y se entrelazarán bajo la Tierra. Es imposible que no sea así, es su naturaleza. No lo olvidemos...
Hermanos de mi corazón espíritual. Esto por ahora es con lo que trabajaremos esta semana. Os amo, y el amor, como los árboles, tiene muchas formas, pero su raíz es la misma.


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