En la vida cotidiana el rechazo es parte de las relaciones entre las personas, sin embargo el miedo al rechazo es tal, en algunas personas, que se vuelve paralizador. Se piensa que si somos rechazados es que no valemos, o que no somos dignos o cualquier otra erronea actitud ante la situación. Llevando asi a la persona a volverse retraída o a evitar lo más posible el contacto social o con los demás.
La clave para aprender a controlar el rechazo, es reconocer que tenemos derecho a rechazar y la otra persona también. Es importante que nos enfrentemos a cualquier situación que incluya un potencial rechazo con esta idea clara.
No todas las personas van a agradarte, ni tu vas a agradar a todos. No tienes por qué aceptar a todo el mundo, así como todo el mundo no tiene por qué aceptarte a ti.
Cuando un encuentro social no tiene un resultado satisfactorio, no busques en automático tu capa de inseguridad. No vuelvas a suponer que te han rechazado otra vez porque eres demasiado gorda, delgada, alta, baja, negra o blanca, agresiva o tímida. Debes librarte de la sensación de que estás en la fila de esclavos y alguien te está pellizcando y revisando tus dientes y viendo si te considera deseable.
Aprende a actuar en el "mercado" de la amistad, del trabajo y del amor, en lugar de escaparte. No siempre vas a ganar. Pero cuando hayas aprendido a escuchar la palabra "no" sin deprimirte, estarás en el camino correcto para romper el hábito del rechazo.
Una vez que consideres el encuentro social desde este punto de vista - que todos tenemos el derecho a rechazar- te librarás de la presión de tu yo. Y una vez que tu yo esté lo suficientemente entrenado como para controlar el rechazo, permanecerás en el juego en lugar de escurrirte hacia tu caparazón cada vez que fracasa un encuentro.
Debemos aprender a arriesgarnos al rechazo.
Cada vez que corramos un riesgo social, será una victoria.
Cada vez que evitemos ese riesgo será una derrota.
Recuerda el viejo dicho que dice:
"El que no arriesga no gana"