Un día la reina Luisa XIV de Francia, decidió hacer limpieza general en su castillo, durante muchas generaciones se había ido acumulando allí todo tipo de cosas, hasta que llegó un momento en que la mayoría de las habitaciones estaban atestadas y la reina no sabía qué hacer con todo aquello.
Habló sobre esto con su hombre de confianza, el cardenal Mazarino, quien le dio su opinión: "ciertamente entre todos esos trastos hay objetos que son muy importantes para ti". Le dijo. "¿Sabes?, cuando uno envejece o desea realizar cambios en su vida, tiene que elegir. Lo que estés totalmente segura que quieres conservar, lo pones a un lado, lo que sea ya inservible, échalo a la basura y lo que todavía tenga algún valor pero ya no quieras o no puedas utilizar, dáselo a los más desposeídos, así permitirás que otras personas puedan aprovecharlo".
Luisa XIV reflexionó y decidió seguir los consejos del cardenal. Así hizo lo que se ha dado en llamar una "limpieza a fondo". Le sorprendió ver la gran cantidad de cosas que poseía de las cuales incluso ignoraba su existencia. De este modo, algunos objetos fueron tirados a la basura. Las cosas todavía útilizables fueron seleccionadas con cuidado y enviadas a los más pobres, quienes agradecieron mucho estos regalos.
Al final, la reina se sorprendió de ver que los objetos por los que tenía un verdadero aprecio eran muy pocos. Sintió alegría al observarlos y le maravilló su belleza y su valor sentimental. Más tarde volvió a ordenar sus habitaciones privadas y se asombró de ver lo feliz que ahora se sentía en ellas. Luego invitó al cardenal a que la visitara.
Se dice que a partir de ese momento, Luisa XIV se quedaba con mucha más frecuencia en sus habitaciones privadas.
Esta pequeña historia nos muestra la importancia de ver como anda nuestra vida no sólo a nivel material, sino también espiritual. En el mundo en que vivimos tan orientado al éxito a nivel monetario, hay muy pocas respuestas de tipo espiritual. Mucha gente piensa que la espiritualidad es algo para la gente "religiosa". El ser humano por naturaleza, es el único que tiene necesidad de "algo más". Este algo más o trascendencia, que quiere decir más allá…está relacionado con el conocimiento de Dios.
Dios, es un valor a elegir en la escala de valores de la persona. Para poder vivir feliz, no es necesario tener una vida con Dios, pero si por convicción se hace, porque a mí me da la gana, ayudará mucho en el momento que iniciemos una sanación de nuestra propia auto-estima.
Según el psicólogo estadounidense William James, la auto-estima implica un acto de afirmación. Actuamos de un modo que confirma o apuesta por eso hacia lo que aspiramos. También considera que la auto-estima es un fenómeno dinámico, ya que ésta varía de acuerdo a los acontecimientos, es decir, la experiencia de éxitos o fracasos que tengamos. Desde el punto de vista de este psicólogo la auto-estima es algo afectivo, (lo sentimos en nosotros); conductual (viene dada de acuerdo a los valores propios y a la acción) . Es aquí en donde entra Dios. Y dinámica (abierta al cambio).
Me detendré ahora en el aspecto conductual y como puede perfectamente ciencia y religión formar un binomio.
Si me quedo a nivel de psicología pura en mi práctica de la auto-estima, ésta en efecto puede tener una mejora considerable. ¿Quiero una mejora y una sanación para toda la vida? Entonces, cuenta con Dios. La explicación es sencilla. Para el creyente, Dios es la raíz de dónde proviene su dignidad. La dignidad es algo que es propio, aquello que está dotado de una categoría superior. En este caso, somos nosotros, los seres humanos los únicos que poseemos esa dignidad especial. Somos Hijos de Dios. Al tener conocimiento de esto, mi ser personal tendría que llenarse de alegría, ya que sabre que he sido creado a imagen y semejanza de Dios. Esto me tendría que motivar a empezar a trabajar en la sanación de mi auto-estima, ayudada por la fuerza de Dios en mi vida.
De Nuevo, Dios, es un valor que la persona decide abrazar en su vida. Aunque la psicología moderna y evolutiva ya da paso a la tridimensionalidad de la persona. Uno de los pioneros en este campo ha sido el médico, filósofo y neuropsiquiatra vienés Victor Frankl. Afirma que la persona se compone de:
Una esfera somática: que implica lo físico y la intracción psicofísica.
Una esfera psíquica: referida más bien a lo instintivo y lo psicodinámico.
Una esfera espiritual: es lo humano con valor propio. Es esa parte espiritual, llamada alma, lo que hace que seamos "humanos". Esto no es algo definitivo y acabado, sino una construcción y un proyecto, que se realiza en la construcción de la personalidad.
Esto es algo, que a la hora de profundizar en material de auto-estima es necesario reflexionar. ¿Por qué? Porque de auto-estima se ha escrito demasiado. Es un tema fascinante, pero también muy complejo y delicado, que nos puede llevar por caminos equivocados, hasta el punto de llegar a afirmarnos a nosotros mismos que somos Dioses. No lo somos. Pero sí, esa chispa de potencia divina está en cada uno de nosotros y puede ayudarnos más de lo que pensamos a reconstruir el amor hacia nosotros mismos.
SHEILA MORATAYA