Mi madre vive sola.
Hace ocho años que mi padre murió.
Ella no puede salir sola excepto a dar caminatas cortas.
Tiene muchas dificultades con su memoria corta.
Las conversaciones se limitan a unos cuantos comentarios repetidos.
Sin embargo, mi madre me dijo algo profundo:
«El otro día estaba pensando en mis problemas y
decidí que no tengo nada de qué quejarme.
Dios me está cuidando y tengo gente que me ayuda.
Mi único problema es que no puedo acordarme de nada,
y tengo muchos lápices y papel para escribirlo todo.»
Todos tenemos luchas.
Éstas se pueden relacionar con la edad,
las finanzas, las relaciones o miles de otras dificultades.
Pero si de verdad disponemos nuestro corazón a confiar en Dios,
y si permanecemos agradecidos incluso en medio de nuestros problemas,
es más probable que reconozcamos que :
«No tenemos nada de qué quejarnos».
Dave Branon